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Liendo, con su población de 1.235 habitantes de acuerdo con el censo de 2022, da parea mucho. No solo porque según la leyenda fuera un asentamiento vikingo y porque en la costa de la playa de San Julián duerma de acuerdo con ese mismo ... mito el pecio de un drakkar, sino porque en sus calles habitan infinidad de historia.
A la llegada o presunta llegada de Tancredo, líder de los vikingos que después se establecerían en la villa, Liendo era ya un valle agrario poblado. Sin grandes playas, pero sí con una costa acantilada y espectacular y un terreno muy próspero para la agricultura. Pero si dice que no siempre fue así, según un relato entre el costumbrismo y la mitología que se ha transmitido de boca en boca. El origen es mucho más difuso que el del asentamiento nórdico del que Maximino Basoa habló en los años sesenta del siglo XX recogiendo la herencia anterior. Y también más pintoresco.
Al parecer, Liendo debe su forma de valle a un suceso ocurrido, por aportar la mayor precisión cronológica posible, hace mucho, pero que mucho tiempo. En aquella época, cuando todo el pueblo era llano, un burro –sí, un burro– que pacía tranquilamente en el barrio de Mollaneda escapó de su establo y cayó a Rucueva, el sumidero en el que desembocan las aguas subterráneas del pueblo antes de desembocar en el mar junto a la playa.
El caso es que el asno, que había terminado con todo el pasto posible, cayó con toda su pesa y toda su panza en una tarde de lluvia y atascó con su cuerpo la salida natural del agua. De aquel curioso taponamiento nació un pozo y una fuerte erosión a su alrededor. Al final, la fuerza del agua y consiguió liberar el atasco, pero toda la erosión acumulada provocó que cuando el sumidero devoró al fin el cuerpo del pollino, la zona y casi todo Liendo fueran ya un enorme valle; el que se conoce en la actualidad.
Esa es la explicación tradicional a la caprichosa orografía del pueblo de la Cantabria oriental, pero la geología tiene una opinión muy diferente y más cómoda de sostener de acuerdo con el método científico.
Lo explicaron la Universidad de Cantabria, en concreto su Escuela de Caminos, y el propio Ayuntamiento de Liendo, en 2017, cuando con motivo del Geolodía organizaron una excursión guiada y editaron un artículo que ilustra en profundidad sobre las características morfológicas del solar de Liendo.
El texto define el sumidero del Ojo de Rucueva como un polje, una depresión kárstica sobre un macizo de caliza con forma de valle estrecho y alargado y con drenaje también kárstico. El artículo destaca que «una interesante característica de este tipo de morfología es la presencia de manantiales y de sumideros que corresponden a los pasos entre los sistemas kársticos superficiales y los subterráneos. En el caso de Liendo, se puede observar el sumidero de Ojo de Rucueva, en el que fluyen las aguas que circulan en todo el valle y entran al sistema kárstico subterráneo constituido por cavidades y grutas».
El Ojo de Rucueva, en definitiva, responde a las características del cuento popular. Una pena que la ciencia explique perfectamente su origen sin necesidad de echar mano de pollinos con sobrepeso, pero el relato ha sobrevivido en el tiempo, como el de la voz de una niña accidentada que en forma de viento alerta durante la noche a los jóvenes de los peligros que encierra la zona como una forma de asegurarse desde otra vida de que nadie corre su misma suerte en la mundana.
Aunque las similitudes son escasas, la historia puede beber de otra de la tradición oral, en este caso gallega. La recoge incluso Emilia Pardo Bazán, que le da incluso cierto aire de credibilidad, y se refiere a la entonces conocida como isla de Louxo, junto a O Grove. Deshabitada en su día, se antojó el lugar idóneo para abandonar a un burro enfermo y evitar así que su problema afectara a toda la cabaña. La sorpresa se produjo cuando a los pocos meses, cuando se iba a enterrar el cadáver, se descubrió que el animal estaba completamente sano, y sin ningún signo externo de su dolencia. La conclusión: que algo en aquella isla debía tener facultades medicinales.
Probablemente el nombre de Louxo no diga mucho, pero la isla se conoce como A Toxa (La Toja) y es conocida por su balneario y sus aguas medicinales. Pardo Bazán publicó su texto en 1899, casi un siglo después de que se descubrieran las aguas termales, y el Gran Balneario de La Toja abrió sus puertas en 1908. El burro cántabro no tuvo tanta fama ni fortuna, pero quedo inmortalizado en forma de leyenda. Lo que no se han encontrado son aguas termales, de modo que el Gran Balneario de Liendo tendrá todavía que esperar.
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