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El Hospital de Laredo, con la plantilla en cuadro desde hace meses y sin aspirantes a ocupar las plazas vacantes, afronta su día a día entre «la sobrecarga de los profesionales», el descontento de la población por la demora en sus consultas –especialmente llamativo en ... el caso de Cardiología, con más de mil pacientes en cola– y el temor de unos y otros a que el déficit de anestesistas, que es el que ha sacado a la luz la «grave» falta de personal del hospital comarcal, sea solo el principio de un «declive» sin freno, porque «todas las especialidades tienen sus equipos mermados», como ha denunciado esta semana el sindicato CSIF. Conscientes de la problemática, el grueso de los médicos del hospital –en torno al 80% de los facultativos– ha firmado un manifiesto que remitió el jueves a la Consejería de Sanidad para expresar su «honda preocupación por la deriva que venimos apreciando, más pronunciada si cabe en los últimos meses, de abandono por parte de la Administración.
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En su escrito, apuntan que es «cierto es que hay un plan de actualización de recursos previsto desde hace ya unos cuantos años», cuya manifestación externa es la obra de ampliación realizada en la fachada noroeste del hospital. Sin embargo, denuncian, «todos los plazos previstos se han incumplido y a fecha de hoy su puesta en marcha parece, cuando menos, envuelta en tinieblas». Son conscientes de que «estamos atravesando un periodo de crisis, en lo económico, en lo social, en lo institucional y, por supuesto, en lo sanitario, precipitado por la pandemia y cronificado por otros factores que hacen difícil resolver las consecuencias que ha ido dejando a su paso».
La falta generalizada de médicos se sufre de manera más acuciante en los hospitales comarcales, que «no resultan atractivos para los nuevos profesionales», al entender que allí carecen de la proyección, el aprendizaje y la capacidad investigadora que les brinda un hospital de referencia como Valdecilla. Pero ese desequilibrio en las contrataciones –«Cada vez es más utópico encontrar reemplazo», advierten los facultativos de Laredo en su escrito–, genera «problemas estructurales y grandes diferencias entre las áreas sanitarias en lo que a prestaciones, calidad y seguridad se refiere».
En la actualidad, «son muchos los servicios clínicos cuya dotación está en el límite inferior del rango necesario para mantener un ritmo de asistencia compatible con una espera asumible por la salud de los pacientes». Y hay especialidades, como Cardiología, Neumología o Digestivo, en las que los facultativos no dan abasto para satisfacer la demanda porque hace tiempo que trabajan con un equipo de mínimos, «lo que somete a los profesionales a una situación de incertidumbre y sobreexigencia con altos costes personales», exponen en el documento remitido a Sanidad. En otros servicios la plantilla está tan ajustada que «cualquier interferencia puede mermar no solo la atención ordinaria, sino también dificultar e incluso imposibilitar la atención continuada (guardias)». Y eso es precisamente lo que está pasando en este momento con los anestesistas. De un equipo de once, cinco rotan para cubrir las guardias presenciales y localizadas, pero en las últimas fechas se han quedado dos de baja y no hay bolsa de sustitutos de la que tirar.
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Aunque la gerente, Mónica Hernández, confía en encontrar al menos un anestesista «en los próximos días» para su incorporación «urgente», a nadie se le escapa que «esta situación acabará repercutiendo a toda la actividad quirúrgica del hospital», si no se da una solución estable desde el Servicio Cántabro de Salud, con el consiguiente impacto en las listas de espera, ya de por sí disparadas. «Será difícilmente asumible cualquier operación que pueda dar lugar a complicaciones en el período postoperatorio inmediato si no hay disponible un anestesista de guardia con el que contar para resolverlas. Y así, en un proceso en el que todos los servicios clínicos están imbricados, la merma de uno acabará afectando sucesivamente a los otros y finalmente a lo que hasta ahora hemos llamado hospital, dejará de serlo», lamentan los firmantes del manifiesto. Ya el pasado verano, esta fue la causa que obligó a derivar los partos programados a Valdecilla, una medida que aún no se ha puesto sobre la mesa, pero que tampoco se descarta.
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Una de las ideas que ya se planteó meses atrás, antes del relevo en la cúpula de Sanidad, es que Valdecilla compartiera profesionales con Laredo, una propuesta que se dejó caer en mesa sectorial –entonces no se concentraron los términos de esa colaboración y quedó a expensas de lo que dijeran los servicios jurídicos– y que está previsto abordar la próxima semana de nuevo con los sindicatos. Los propios profesionales del hospital comarcal ven con buenos ojos esa medida, puesto que la de los fichajes propios ya se ha visto que es una quimera. Otra cosa es el respaldo sindical que encuentre la Administración en las negociaciones y el grado de voluntariedad entre los candidatos a rotar entre los dos hospitales. Una fórmula que se asemeja a la utilizada para cubrir las Urgencias pediátricas de Sierrallana, donde son los pediatras del servicio de Valdecilla los que se turnan en los desplazamientos a Torrelavega. «A estas alturas del proceso de degradación no caben más medidas contemplativas; cualquier excusa en la demora tendrá efectos de difícil neutralización posterior», concluye la plantilla médica de Laredo.
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