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Los forenses que realizaron la autopsia de Rebeca Alexandra Cadete –la primera víctima de violencia de género de 2019 que tuvo lugar en Laredo– no pudieron determinar cuál de los dos cuchillos que empleó su exnovio Tomás Maestre pudo provocar cada una de las heridas ... que sufrió. Pero lo que sí tienen muy claro, y así lo han recogido en sus informes, es que la muerte de la joven dominicana, de 26 años, fue «violenta» y provocada por una «hemorragia aguda», como consecuencia de las 29 cuchilladas que recibió.
«Las cuchilladas por sí solas no fueron mortales, pero todas ellas juntas sí provocaron que la víctima se desangrara y falleciera», apuntó ayer uno de los forenses durante la segunda sesión del juicio con jurado que se celebra en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cantabria.
Cuando examinaron el cuerpo de la joven, los encargados de realizar la autopsia comprobaron que presentaba cuchilladas en diferentes partes del cuerpo: una en la cara, tres en el tórax, una en el abdomen, tres en el brazo izquierdo (en la mano tenía un corte que pudo ser al agarrar el cuchillo del agresor para defenderse), otras tantas en las piernas y hasta 18 en la espalda. La víctima también tenía tres contusiones en la cabeza, que «pudieron ser por un puñetazo o una patada».
Los forenses establecen la hora de la muerte de Rebeca sobre la cuatro de la madrugada, pero no pueden concretar cuánto tiempo transcurrió desde la primera a la última cuchillada y cuánto tardó en morir. «Todas las lesiones se produjeron en un periodo corto de tiempo. Pero no sabemos en qué momento se produjo la última puñalada», reconocieron los peritos.
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En cuanto al estado psicológico del acusado, los forenses también tienen claro que «Tomás no presenta ningún trastorno mental y era consciente de lo que estaba haciendo». Esa es a la conclusión que llegaron tras realizarle una evaluación psicológica y estudiar el atestado policial y las diferentes declaraciones de testigos y familiares. «En la entrevista que realizamos a finales de noviembre (diez meses después de los hechos) le vimos muy colaborador, tranquilo, con el lenguaje fluido, prolijo... Daba muchos detalles». Pero los peritos también apuntan que se mostraba con «indiferencia afectiva» y «frialdad».
También detallaron que el acusado consumía hachís y alcohol, «pero era un consumo social, de ocio, de fines de semana». «Tomaba unas copas y fumaba algún porro, pero no había una dependencia, ni síndrome de abstinencia, ni un consumo que tuviese repercusión en sus actuaciones».
Con todo eso concluyen que las capacidades cognitivas y volitivas del acusado están «mantenidas». «No vimos que tuviera alguna alteración. Descartamos el delirio, las alucinaciones, la enajenación mental. Tampoco vimos una alteración afectiva, ni depresión, ni euforia. De hecho mostraba frialdad, no tenía altibajos ni se desestabilizaba cuando relataba lo sucedido».
En lo que respecta a la relación entre la víctima y el agresor, los forenses aseguran que Tomás se sentía «humillado». «Decía que ella se burlaba de él, que le manipulaba, pero que estaba enamorado. Él la quería más a ella que ella a él. No aceptaba que ella hubiese acabado con esa relación y tenía celos, pero no patológicos ni que le provocaran un delirio. Ese sentimiento le hacía sentirse dañado».
Sobre las circunstancias en las que el acusado –que «piensa y medita todo», cometió el crimen, los peritos descartan que hubiera una «ofuscación de la mente». «Ya sé que me he jodido la vida», llegó a decir el acusado. A lo que el fiscal añadió que Tomás grabó un vídeo en los últimos momentos de la vida de la víctima, asegurando «Puta guarra, creías que me ibas a ganar» y otro posterior en el que señalaba «Me has jodido la vida. Ya sé que con esto me he jodido la vida».
Después de grabar estos vídeos, Tomás se dirigió a su casa para contar lo que había sucedido a su hermana y a su madre, que hoy comparecieron como testigos.
Según relataron, ambas se encontraban durmiendo cuando el acusado irrumpió llamando al timbre insistentemente, a pesar de que «tenía llaves». «Se levantó mi hija a abrir y oí a mi hijo decirle que había apuñalado a Rebeca. Vino hacía mí, se arrodilló y me pidió perdón por lo que había hecho. Dejó sus cosas y dijo que se iba a entregar. Le noté ido, como que no era él. Si pudiese remediar ese daño, no sé lo que haría».
Por su parte, la hermana vio que Tomás tenía manchas de sangre en la mano y en el pantalón, y coincidió en que «no era él, estaba ido, en otro mundo, muy diferente, no estaba con sus cinco sentidos». Esta testigo apuntó que han querido juntar algo de dinero para indemnizar a la familia de Rebeca, pero «nuestra economía no nos lo permite».ç
Primeros auxilios
Al tiempo que Tomás acudió a su casa para confesar el crimen a su madre y su hermana, agentes de la Guardia Civil y Policía Local de Laredo se personaron en la vivienda de Rebeca tras recibir el aviso de una agresión con arma blanca.
Allí se encontraron, en el rellano del piso, a las dos compañeras de la víctima, que, aún con el susto en el cuerpo, relataron a los agentes lo que había sucedido. «Cuando llegamos vimos a Rebeca al fondo del pasillo, tumbada boca arriba, había un charco de sangre y al lado un cuchillo de grandes dimensiones (se mostró varias veces), en la paredes también había restos de sangre», relató el primer agente en llegar, que intentó sin éxito encontrar el pulso de la joven y utilizó una manta para taponar la herida que tenía en el pecho y de la que salía «bastante sangre», según añadió otro de los guardias civiles que intervino en el dispositivo.
Mientras se encontraban en la vivienda, los agentes recibieron una llamada desde la sede de la Policía Local para avisar de que Tomás se había personado allí, para entregarse, reconociendo los hechos. «Estaba ensangrentado, con un corte en un dedo y dijo que había hecho una cosa muy mala», precisó el agente que le recibió y que le notó «apesadumbrado».
Este policía local también percibió que el acusado olía a alcohol, «pero no se le veía borracho», ni tampoco «arrepentido». A esto otro agente de la policía local laredana añadió que lo vio «consciente» y le sorprendió que estuviera «tranquilo». «No estaba ido», afirmó.
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