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Los cimientos de la iglesia vieja de Espinama (XVI-XVII) se vienen abajo. Una historia de abandono que se empieza a masticar a finales de los años sesenta, cuando se inauguró el nuevo templo parroquial en la parte alta del pueblo. Es en esa fecha cuando se cierra al culto el edificio antiguo, situado junto a la carretera de acceso a Fuente Dé. Hoy muchos vecinos reclaman que se recupere este patrimonio local y se le de un uso lúdico o cultural.
La decadencia del viejo edificio se ha fraguado poco a poco y por etapas. Tras su cierre pasó dos décadas abandonado, pero en 1991 la Escuela Taller de Liébana lo rehabilitó. El 24 de abril de 2001, El Diario Montañés adelantaba la noticia de que en el edificio –que seguía sin uso desde su rehabilitación– se pretendía ubicar el Museo de la Religiosidad Popular de Liébana. Desde esa fecha nada se ha vuelto a saber de dicho proyecto y la iglesia ya no soporta más el paso del tiempo.
Los vecinos recuerdan cómo, durante las obras de mejora de la carretera de acceso a Fuente Dé, se demolió la sacristía y un contrafuerte, apareciendo sepulturas del viejo cementerio. Hoy, la situación es «penosa», destacan. El acceso mediante una verja y escaleras está cubierto de bardas y vegetación, al igual que la entrada a la puerta de la iglesia y resto del exterior del recinto; los arcos del pórtico de entrada se están resquebrajando y las ventanas carecen de cristales. En el interior, desde una ventana, se pueden ver aún los restos de materiales de obra de la primera rehabilitación. Las paredes están en mal estado, al igual que el suelo o lo que queda de un retablo de madera en el altar mayor y del antiguo púlpito.
Respecto al estado del edificio, el arcipreste de Liébana, Elías Hoyal, asume este deterioro recordando la intervención de la secuela taller. Asegura que «la idea es terminar de arreglar la iglesia, pero aún no sabemos cuándo se podrá llevar a cabo», reconoce.
En cuanto a las obras que ve más necesarias acometer, explica que habría que poner un suelo nuevo en el interior, rehacer el coro, pintar y dotar al templo de una instalación eléctrica etcétera. Respecto a la idea de realizar allí el museo, explica que «no está desechada y se podría realizar una vez rehabilitado el edificio».
Pascual Rivas es un vecino del pueblo, ya jubilado, que fue catedrático de Paleontología y rector de la Universidad de Granada. También tiene raíces en el concejo de Espinama y es un estudioso de su historia, principalmente de su toponimia. En su opinión, la antigua iglesia del pueblo no solamente tiene interés artístico y arquitectónico, sino que «es un edificio donde nuestros antepasados se bautizaron, casaron o enterraron y forma parte de la historia viva del concejo», replica.
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Respecto a la situación de abandono en que se encuentra, considera que hay que mantener en pie los edificios «que formaron parte de nuestro pasado para que los puedan contemplar nuestros hijos y nietos. La iglesia vieja del pueblo no puede ni debe caerse», sentencia, partidario de que el edificio se rehabilite para convertirlo en un centro juvenil o en un lugar donde poder conservar los documentos y libros parroquiales del Concejo.
Así está la iglesia vieja de EspinamaVer 15 fotos
Por su parte, el que fuera presidente de la junta vecinal durante varios años, José María Sebrango, vuelve la vista atrás para recordar que en 1991 el concejo se hizo cargo de los materiales y la Escuela Taller de Liébana, procedió a la rehabilitación del edificio. Ahora, le apena pasar por el lugar y ver el estado en que se encuentra. «Cuando se planteó la posibilidad de dotar ese lugar de un museo religioso, estábamos de acuerdo, pero nunca se llegó a materializar», explica.
Dos vecinos, Aurora Briz y José Briz, tienen bonitos recuerdos de la iglesia del pueblo donde acudían desde niños a misa y «donde tenemos grabadas en nuestras retinas las imágenes de tantos momentos buenos cuando se celebraban bodas, bautizos, comuniones o las festividades importantes, o no tan buenos, cuando fallecía un vecino con el que habías convivido toda una vida». Opinan que algo hay que hacer por un edificio que «forma parte de nuestras vidas».
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Ana del Castillo
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