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Hacia las doce del mediodía, Alfonso Mateo cruzaba el cartel que anuncia la entrada a Potes. En ese momento era el único de los paseantes con mochila y bastón en mano en toda la calle. Uno de tantos peregrinos que, si se cumplen las previsiones, ... dentro de 365 días se sumarán para alcanzar la cifra de dos millones de personas. Una estimación que lanzó hace unos días el presidente regional, la de los visitantes que desde mañana domingo, cuando se abra la Puerta del Perdón, pasarán por el monasterio de Santo Toribio de Liébana en el 74 Año Lebaniego. A este caminante catalán le extrañaba la poca afluencia de visitantes que ha ido encontrando por el camino –algún alemán y más cántabros– y la tranquilidad que mostraba a primera hora la capital de comarca: «Esperaba mucha más gente. Está todo muy tranquilo y es bueno porque es más cómodo para los que llegamos, pero un poco raro teniendo en cuenta que mañana arranca el presente Año Santo».
No era una sensación subjetiva sino una realidad. Hosteleros, vecinos e incluso los numerosos agentes de la Guardia Civil allí desplegados –hasta 240 durante todo el fin de semana, aunque el grueso se desplegará el domingo, según informaron en la jornada previa fuentes de la Benemérita– aguardaban con impaciencia que Potes recupere la imagen tradicional de calles repletas de turistas y peregrinos que se vieron en ediciones anteriores. Porque hasta primera hora de la tarde, la presencia de foráneos era incluso menor a la de un fin de semana anterior.
Nada que ver con el lleno total de la Semana Santa o con lo que se espera para el próximo puente de mayo. De hecho, muchos de los grupos que visistaban hoy la villa, eligían Potes por ser Potes, y no por ser víspera del inicio del nuevo Año Santo. Aficionados a la montaña, familias, grupos de jubilados llegados de toda España, e incluso de Francia, eran totalmente ajenos al gran evento que se iba a celebrar al día siguiente.
«Somos un grupo de 40 jubilados franceses. Hemos llegado en autobús a primera hora de la mañana, vemos Potes y el monasterio y nos vamos por la tarde. Era un viaje que estaba programado hacía tiempo y no se pensó para nada en que este fin de semana se celebra lo que se celebra», explicó María José Verdeja, la guía cántabra de la expedición gala.
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Si a Alfonso lo que le movía para su visita a Liébana era su inquietud por el estudio de la Historia de las religiones, y diseñó su viaje a Cantabria como una experiencia más personal e intelectual que espiritual, hubo también quien tuvo como prioridad estar presente en la apertura de la Puerta del Perdón por la devoción religiosa. «Era algo que queríamos vivir. Algo que hemos tenido pendiente siempre», expresó Nicomedes Velarde, el más atrevido de una familia guipuzcoana que llegó a Potes la noche del viernes para presenciar el principal acto religioso hoy, domingo. «Habíamos estado varias veces en Liébana en anteriores años jubilares, pero no habíamos estado nunca en la apertura de la puerta. Es algo que queríamos vivir y este año es cuando tenemos esa oportunidad», contó Velarde, que es buen conocedor de la zona porque es nacido en Liébana aunque la dejó a los 14 años.
Hace meses que programaron su visita. «Hicimos la reserva del hotel en febrero, cuando nos enteramos de que iba a celebrarse este fin de semana. Lo que no tenemos tan claro es dónde comer y dónde cenar». Ayer, en Potes, pese al día que era, había de sobra dónde escoger. Sólo estaba completo un puñado de establecimientos que se habían ocupado con las reservas de los grupos de jubilados.
En lugares como la sidrería La Majada ni siquiera se comprometieron con las reservas. «Preferimos ir ubicando a la gente según van llegando porque es mucho más sencillo de administrar para nuestros tiempos», explicó la responsable del establecimiento, María José Verdeja, que preparó todas las mesas disponibles en el interior del restaurante y también en la terraza, justo frente a la Torre de Merino. Allí, como en casi todos los lugares donde comer, el menú oscilaba entre los 14 y los 18 euros, siempre con cocido lebaniego en la oferta.
«¿Hoy es sábado, no?», comentaba Encarna con sus amigas Ana y Kika, turistas malagueñas. Estaba despistada porque llevan ya unos cuantos días de viaje por Asturias y Cantabria y, sobre todo, porque les extrañaba los muchos huecos que había en las terrazas. «Vamos luego a comer a Cosgaya, pero hemos pensado en dar antes una vuelta por Potes y, que no hay ambiente... Hemos estamos más veces y siempre ha habido más movimiento», insistía. «Yo le verdad es que siempre he visto más jaleo», añadía Ana.
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Poca gente, pero muchos coches y escasos aparcamientos. Y lo cierto es que los niveles de ocupación de los alojamientos era casi del 100% en Potes, un dato corroborado por Javier Bedia, presidente de la Asociación de Hostelería de Cantabria, que se encontraba por la zona, y también por uno de los hosteleros más veteranos de la localidad, Juan Manuel Gómez, responsable de Casa Cayo, en pleno centro de Potes. «Tenemos todo, absolutamente todo reservado. Estamos muy contentos porque la afluencia se avanza tan numerosa como era de esperar, sobre todo para mañana, cuando se abra la Puerta del Perdón». Pero nada extraordinario para lo que es un fin de semana cualquiera.
En ese momento, ya cerca de las dos de la tarde la calle Cántabra empezaba a tener algo más de color. También empezaba a ser más difícil moverse por el coche por el centro de Potes y esquivar a los autobuses de los que bajaban nuevos devotos de Santo Toribio.
Pero era una imagen circunstrita a Potes, no a toda Liébana. En la periferia la afluencia fue menor. Incluso hubo quien se quejó de que «quizá no se ha publicitado todo lo que se podía publicitar». Las palabras de protesta fueron de María, responsable del hotel El Barrio, en Cabariezo. En sus habitaciones había muchos madrileños y cántabros y algunos no tenían ni idea de que habían coincidido con la inauguración del Año Santo, y mucho menos conocían el concierto de Ara Malikian.
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