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«Otra nochecita como esta no, por favor. Contra el pueblo no va a atentar, eso está claro, pero estamos con una gran tensión», aseguraba al mediodía de ayer, a pocos metros de la casa de Luciano Simón, una de las pocas vecinas que ... en ese momento quedaban aún en Turieno. Durante toda la mañana, la mayoría de las cerca de cien personas que se encontraban en el pueblo cuando comenzaron los disparos hizo caso a los consejos de la Guardia Civil y abandonó sus viviendas. Los agentes estaban todavía inspeccionando las fincas y casas vacías y era mejor no salir a la calle.
Para entonces, pesaba más la curiosidad que el miedo que se apoderó de la localidad durante las horas previas. Los disparos del atrincherado en Turieno en el periódico, en las radios, en las televisiones... Pero ellos lo habían visto todo en directo. «Estábamos con temor por si había alguna bala perdida. Es que había tantos disparos...», detallaba Guillermo, un joven de la localidad que cuando llegó con su amigo de hacer escalada se encontró con una escena de película. Antes de anochecer, al bajar de la montaña, preguntaron qué pasaba a los muchos uniformados que ya empezaban a invadir la zona, pero no recibieron respuesta. Oían gritos, voces y disparos.... pero «no nos decían nada». Porque los primeros momentos fueron de total confusión. A eso de las 20.30 horas se apreció en todo el pueblo la primera ráfaga de escopeta. «Parecía que era de un arma, pero claro... No sabíamos si eran disparos o si eran petardos o qué», dice otra vecina, que conoce de sobra a Luciano y por eso prefiere no dar su nombre. Rodeada de periodistas, decía que la primera vez que salía en la prensa tenía que ser «por algo bueno, y no por esto». A los pocos minutos fueron ya los agentes los que les dijeron que entraran en la vivienda, cerraran las ventanas «y a esperar». Terminaron de hablar y se subieron al coche.
Entre unos y otros -y a turnos- más de cien efectivos. Tras la llamada al COS, el Centro Operativos Complejos de la Guardia Civil, una patrulla se desplazó al lugar. Ante la gravedad de los hechos se movilizaron al menos cuatro patrullas más. De Potes, Comillas, Cabezón de la Sal... También los efectivos de intervención rápida de la Usecic (Unidad de Seguridad Ciudadana de la Comandancia), desplazados desde Santander.
A ellos se sumaron los integrantes del GAR, con base en Logroño, que dispusieron de un perro y de un dron. Se trata de una fuerza de operaciones especiales comandada dentro de los componentes de la UAR (Unidad de Acción Rural) de la Guardia Civil. Los vecinos vieron, por ejemplo, como un helicóptero de Asturias trasladaba también a miembros del Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña (GREIM).
Ya por la mañana, después de conversar con los agentes y bucear en todas las páginas web de información, los vecinos trataban como podían de salir de su asombro. Por dos motivos. El primero, por el hecho en sí y por su protagonista. Todo el mundo sabía en Turieno de su relación con la drogas, pero también que nunca había generado problemas. «Dicen (se refería a la Delegación del Gobierno) que es un hombre conflictivo y peligroso. De eso nada. Será lo que sea, pero educado siempre. No tiene coche y cuando baja a Potes pasa por delante de casa siempre con buenas palabras y buenas formas». Y el segundo, por cómo había logrado escaparse: «Después de tener toda la casa rodeada, con la cantidad de guardias que había... Vamos hombre, ¿cómo puede huir? Se lo he dicho a ellos directamente y me han puesto mala cara, pero es la verdad», subrayaba con una mezcla de estupor e indignación.
Nader Tapasian, un turista de Irán que está pasando unos días con su mujer en una posada del pueblo, se perdió el momento más crítico, entre las 02.00 y las 03.00 horas. Escucharon la discusión que encadenó en suceso, los gritos de «tranquilo, tranquilo, cálmate Luciano» y se bajaron a cenar a Potes. A medianoche regresaron convencidos de que aquel altercado se había quedado en nada y lo que se encontraron fue «un ejército de policías». Unos 40 en ese momento. Nadie podía entrar ya en Turieno. Tras tres horas de espera, fueron escoltados hasta su alojamiento. Durmieron «muy poco, lo que pudimos» y ayer bajaron a visitar Potes y el monasterio de Santo Toribio de Liébana.
En la cabecera de comarca no se hablaba de otra cosa. De nuevo, más que miedo, era expectación. Morbo. Comentarios. Teorías. Y ganas de que llegaran las tres de la tarde para verse en los telediarios de toda España. «¿Dónde puede estar...? Pufff», explicaba un responsable del restaurante Los Camachos. Por allí solía ir a menudo, la última vez hace cosa de una semana. «Se tomaba su cerveza o su vino y nunca montó ningún escándalo», precisaba. Hasta ayer. Los parroquianos le definen como educado, calmado, reservado y no excesivamente hablador, aunque muy conocido. Siempre muy bien vestido y correcto. «Todos sabíamos en lo que andaba. Cosas de trapicheos, pero no es mala gente», aporta otro compañero de barra.
Al campamento de niños procedente de Madrid con base en Puente Asnil (Cabezón de Liébana) también le trastocó los planes el suceso. Pensaban hacer una ruta y la Guardia Civil les dijo que no era el día. Mejor dar un paseo hasta Potes porque «en eso no había problema ninguno». «Los padres que lo han visto no dejan de llamar. Algo de susto tienen, pero vamos, que se fían de nosotras», comentaba Ana, la jefa de monitoras. Para los niños, ayer, la aventura fue doble: «Que no nos encuentre el de la escopeta».
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