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El aspecto del centro urbano de Cabezón de la Sal ha cambiado de forma sustancial en los últimos cuarenta años como consecuencia del abandono de las viviendas. Según técnicos municipales, «alrededor de un 25% del casco urbano se encuentra deshabitado y la tendencia es irse ... a vivir a las pedanías». Esto se traduce en una menor actividad en las calles del municipio y en una pérdida del patrimonio y, por tanto, de identidad colectiva. Mientras, «aumenta la población en los pueblos de Ontoria-Vernejo, Cabrojo y Casar de Periedo», explica el alcalde, Víctor Manuel Reinoso. Una tónica que se da en la «mayoría de villas tradicionales». El problema es que cada vez más viviendas se van quedando vacías en el casco urbano de Cabezón de la Sal «y tener una casa deshabitada va en contra de la propia naturaleza de la casa, que es alojar personas». Sin embargo, los propietarios prefieren no gastar dinero y tiempo en restaurar sus viviendas.
¿Por qué optan por la periferia? «Generalmente porque disponen de una casa más espaciosa, con garaje y una parcela, a una distancia próxima al núcleo urbano». En ocasiones los vecinos poseen además terrenos heredados en estos pueblos. Otro factor a tener en cuenta es que antes de la crisis de 2008, Cabezón «mantenía un ritmo constante de crecimiento, de manera que se podían construir tres bloques de pisos al año». Después la actividad cesó de golpe «y ahora está empezando a recuperarse poco a poco». El proceso es lento y mientras el centro de Cabezón se va quedando cada vez más abandonado.
«Hace treinta años apenas había casas deshabitadas en el municipio», señala el regidor. Sin embargo, «si hoy te das un paseo por el pueblo en cualquier manzana vas a encontrar una o dos edificaciones vacías». También se han demolido inmuebles emblemáticos que habían sido declarados en ruina y que de alguna manera contribuían a definir la identidad de la villa cabezonense. Es el caso del antiguo almacén de Vinos Sánchez, el Restaurante Fonda Picos de Europa o el edificio de Santiago Galas 23, cuyo derribo se está ejecutando estos días después de que hace un año el Ayuntamiento ejecutase un proyecto de demolición parcial.
El núcleo de Cabezón ha mutado y no solo porque hay edificios que ya no están, «sino porque existen demasiados en desuso», lo que para los técnicos municipales «es casi peor, ya que una edificación solo tiene sentido si se utiliza». La consecuencia es que «el centro de la localidad se va quedando sin actividad, sin ocupación y sin vecinos, lo que empobrece el espacio y la vida urbana». Un ejemplo es el inmueble en cuyos bajos se encontraba la ferretería Milera –cerrada desde hace años–, situado en pleno centro y abandonado a su suerte. También el Paseo Igareda ha perdido la frenética actividad que le caracterizaba «y una de cada tres viviendas está deshabitada», como en el barrio de La Pesa, donde las calles de San Pedro y San Pelayo parecen haberse quedado prácticamente obsoletas.
Víctor Manuel Reinoso - Alcalde de Cabezón de la Sal
El problema es que en general los propietarios optan por comprarse una casa nueva antes que restaurar la que han heredado. «En España no existe una cultura de recuperar los edificios tradicionales, lo que empobrece los núcleos poblacionales», señalan los expertos. Sin embargo, «rehabilitar este tipo de viviendas supone una menor inversión e impacto ambiental», además de regenerar la vida de los pueblos. En este sentido el centro de Cabezón está envejeciendo. Una señal de que el cambio de paradigma no va en la dirección correcta, al menos si se quiere mantener la actividad en el municipio. Los técnicos advierten: «la pérdida del patrimonio es la pérdida de la identidad y de las raíces».
Es una realidad ante la que el Ayuntamiento no puede hacer mucho, más allá de instar a los titulares a realizar algunas mejoras cuando la situación lo requiere para que las construcciones no acusen mucho el paso del tiempo y la falta de uso. «Existe el derecho de propiedad, pero también el deber de conservar la edificación en condiciones de salubridad, seguridad y ornato público». «El descuido de tu vivienda no puede suponer un peligro para otros vecinos», por eso «cuando vemos que algún elemento de un edificio está en mal estado se lo notificamos al propietario para que lo revise y proceda a su restauración». En esta fase, en ocasiones también surgen problemas, sobre todo si la construcción pertenece a varios herederos diferentes que no se ponen de acuerdo, o incluso puede que el Ayuntamiento no logre dar con el titular de la propiedad. «Hay gente que se plantea heredar este tipo de viviendas como un problema, al tener que enfrentarse a un proceso de restauración», apunta el regidor.
También hay buenas noticias. «Cuando un titular actúa sobre un bloque de viviendas, el vecino de al lado suele hacer lo mismo». Se produce una especie de efecto contagio «y al final mejora el entorno en su totalidad». Pero hace falta convencer al propietario sobre los beneficios de restaurar su antigua casa. «Hay edificaciones en las que no es necesaria mucha mano de obra ni una gran inversión, que se recuperarían con algunas actuaciones puntuales, en las que incluso se puede obtener el mismo nivel de confort que se alcanza cuando se adquiere una casa nueva», insisten los expertos. Lo importante «es que los ciudadanos empiecen a apreciar el patrimonio y sepan que el municipio no puede perder la identidad a base de tirar lo viejo y construir todo nuevo». Si esto sucede, «se acabará perdiendo la esencia de Cabezón de la Sal». Por no hablar de la parte emocional «y la cantidad de historias que albergan los edificios levantados por nuestros bisabuelos». ¿Vamos a dejarlo morir? La respuesta es más compleja de lo que parece, pues influyen varios factores y no siempre depende del propietario. «A veces quien habita una vieja casa es una señora mayor sin apenas recursos, que vive en alquiler desde ni se sabe cuándo y cuyo dueño reside en la otra parte del mundo». Aun así, el centro de Cabezón se vacía y es «urgente» dar un giro a esta situación.
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