Secciones
Servicios
Destacamos
Hilario Molleda no tiene pinta de amilanarse ante nada, pero en cinco minutos de conversación repite cuatro veces la palabra miedo. Un miedo frío, solitario, «como de película», es lo que sintió este vecino de Ruente cuando el lunes a las diez menos veinte de ... la noche «dos lobos» le encararon en la puerta de su cuadra, en Monte Aa. Una situación casi inenarrable –«es muy difícil explicar lo que pasé allí»–, que «marca un antes y un después» en esto de los ataques del lobo.
Hilario tiene quince vacas en Monte Aa, una perra y dos mastines. Todos los días atiende a sus animales a las nueve y media de la noche. Es cuando puede. El lunes escuchó a la perra ladrar fuera mientras daba de comer a las vacas dentro de la cabaña, pero no se asustó. «Sé que a veces los lobos merodean por la zona y pensé que los estaba ahuyentando». Hasta que el animal apareció asustado, «ladrando como loco» a sus pies. Y eso que la perra «nunca entra en la cuadra porque le tiene miedo a las vacas». Hilario salió a ver qué pasaba y se encontró dos lobos en la puerta, «quietos y desafiantes».
Noticia Relacionada
Y aquí es donde empieza la película. «Estuve gritando para que se fueran durante tres minutos» que le parecieron veinte. Y nada. Los lobos «encarados, no se movían ni un pelo». Y la perra ladrando, «haciéndoles frente». Pero ahí no había perra que valiese. «Querían carne», cuenta Hilario, que tenía la comida de los mastines cerca y atribuye a eso el interés de los cánidos. Aunque al final duda: «No sé si querían comerse la comida, a la perra o a mí». Lo pasó mal.Fatal. «Me temblaban las piernas» y eso que Hilario es un hombre de campo, conoce a los animales y su comportamiento.Sabe cómo piensan, pero nada de eso le valió el lunes para echar a los depredadores de su finca. «Y no se iban, y no se iban», repite.
A esas horas en Monte Aa no hay luz, ni cobertura, ni nadie. Estaba solo y no sabía qué hacer. Así que siguió gritando hasta quedarse afónico (literalmente, no en sentido figurado) y narra los hechos forzando la voz. «¿No ves que casi no puedo hablar de la afonía que tengo?». Recuerda Hilario que los lobos estaban «ciegos de hambre», que «hasta las vacas se quedaron paralizadas al notar que algo pasaba». Y mientras, pensaba que «cómo me podía pasar esto a mí, que parece sacado de una película de terror». Al cabo de un rato, los lobos se alejaron, «pero permanecieron vigilantes a unos metros de distancia». Se marcharon «cuando les dio la gana a ellos», después de haber dejado claro que los gritos de Hilario se los había llevado el gélido viento del norte. «Ellos son los reyes y lo saben, por eso campan a sus anchas», comenta resignado. Y es que al hombre todavía le aprieta el susto.
«Después de lo que viví anoche –relataba ayer– va a ocurrir una desgracia y los lobos atacarán a una persona, estoy seguro. Cuándo, no lo sé». Desde que sucedió hasta ahora ha tenido tiempo para pensar y se pregunta «¿qué habría pasado si los lobos me llegan a agarrar? Pues que hoy no lo cuento». La mirada desafiante de los animales no se borra, «y parece que los estoy viendo ahí, sin respetarme, amenazantes, en la puerta de la cuadra». «¿Dónde hemos llegado en este año 2023? ¿No hay nadie que acabe con esto de una vez?», se pregunta Hilario, que de momento no ha denunciado los hechos, porque no cree que sirva de nada hacerlo. Con el tiempo, «tendré que ir con miedo a atender a las vacas de noche por si vienen los lobos por detrás», aseguraba en la tarde de ayer, unas horas antes de acudir de nuevo a alimentar al ganado. «Pues claro que hoy vuelvo, ¿qué voy a hacer? Si no les doy de comer se mueren de hambre». Hay que ser valiente, querer mucho a los animales o que el sustento dependa de eso.
Que cada vez se produzcan ataques de lobo con mayor frecuencia en Cantabria y en condiciones que hasta ahora no se daban (como cerca de la costa o de las viviendas) ha generado un clima de crispación entre los ganaderos que parece lejos de desaparecer. La situación se ha agravado tras la decisión del Ministerio de Transición Ecológica de incluir al lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de ProtecciónEspecial (Lespre), lo que ha enfrentado a la Consejería de Desarrollo Rural con el Gobierno Central. Mientras la cuestión se dirime al más alto nivel, los ganaderos de a pie pierden a sus animales.
A Hilario le ha pasado varias veces. La primera en 2018 y la última en 2021. Entonces le mataron al menos dos ovejas a sesenta metros de la puerta de su casa. Lo contaba resignado en El Diario Montañés. Un ataque de tantos. A pesar de todo, «hay que tirar hacia delante, no nos queda otra». Los grupos conservacionistas también piden soluciones, medidas disuasorias, pero que no se mate al lobo. En este sentido, el Gobierno de Cantabria anunció la semana pasada que indemnizará con 400 euros la muerte de mastines por ataques de los cánidos salvajes.
Por otro lado, el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria negó en diciembre la suspensión cautelarísima que la Asociación para la Conservación del Lobo Ibérico pidió para las resoluciones de la Consejería de Ganadería en las que se abre la puerta a la caza de hasta diez lobos en determinados municipios de la región donde se han producido más ataques. Todas las partes tendrán que ceder para llegar a un posible acuerdo y que la situación «no sea aún peor», como dice Hilario.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.