«El helicóptero es mi vida, estoy deseando recuperarme para volver a subir a uno»

«El aparato era nuevo. Estaba en las 20 primeras horas de vuelo que se consideran de prueba, un tiempo que sirve para testearlo. El peligro es que es precisamente ahí cuando puede dar errores», recuerda ahora, dieciséis días después. El impacto del aparato contra el césped del aeródromo privado de Cóbreces se escuchó en todo el pueblo. Muchos vecinos salieron a ver qué había sucedido pero solo pudieron ver el resultado del accidente: dos hombres aturdidos en el interior de una aeronave hecha trizas. El copiloto resultó ileso; pero el impacto causó una lesión muy seria en la columna de Pedro.

«Un segundo antes estábamos a unos veinte metros de altura. De pronto noté que el motor se detenía de forma súbita y empecé a hacer la maniobra para tratar de aterrizar de la mejor manera posible», recuerda. «Al contrario de lo que piensa mucha gente, un helicóptero puede aterrizar sin problema aún con el motor parado, porque las aspas mantienen la inercia giratoria por acción del viento en el descenso; pero hay una altura crítica, de unos diez metros, que se denomina precisamente 'curva de hombre muerto', donde no hay tiempo para realizar esta maniobra».

A ellos la incidencia los sorprendió a pocos metros por encima de ese punto crítico. Aterrizaron con la aeronave estabilizada pero a una velocidad muy elevada. «En ese momento te aíslas de la realidad para centrarte por completo en controlar la situación, y cuando te encuentras en el suelo, sólo eres consciente de has salvado la vida, estás vivo, y lo celebras». El calor y la adrenalina le impidieron sentir una lesión grave de columna. Una vértebra lumbar había estallado en varios pedazos por el impacto contra el suelo y amenazaba con seccionarle la médula. Le operaron de urgencia en el Hospital Valdecilla. Fue una intervención que duró varias horas. «Tuvieron que limpiar todos los fragmentos, que era lo peligroso y luego me colocaron una vértebra de titanio». El pronóstico es bueno. «Me han dicho que en tres meses podré volver a hacer vida normal y lo agradezco porque el helicóptero es mi vida y estoy deseando volver a subir a uno», sentencia.

Al evocar el origen de su afición por estos aparatos, recuerda su infancia en Potes y su fascinación al ver los primeros rescates en helicóptero. «Es algo que me ha gustado siempre y por eso me dedico a ello», revela. Es el encargado de certificar los modelos de la firma italiana CH77 para la homologación de licencias y matriculación en España. A lo largo de su carrera ha cubierto miles de horas de vuelo «y en todo este tiempo sólo he tenido dos accidentes graves». Uno, en julio de 2005, en que murió su copiloto, Javier Díaz Díaz, hermano del empresario Santiago Díaz. El otro es el que estuvo a punto de costarle la vida a él este pasado noviembre.

«Desafortunadamente este trabajo, igual que otros muchos trabajos de riesgo, tiene peligros; pero no puedo vivir siempre presa del miedo porque todo lo bueno de este mundo está al otro lado del miedo. ¿Si tuviéramos un accidente en un coche no volveríamos a subir?», se cuestiona este piloto con licencia de clase 6, que le permite pilotar aeronaves de hasta 600 kilogramos. «Lo importante de todo esto es que siento que pese a todo lo sucedido, la vida me ha concedido una tercera oportunidad y me siento realmente agradecido». Los médicos le han avanzado que, si no hay contratiempos, dentro de tres meses podrá recuperar la normalidad en su vida, y eso significa volver a pilotar.