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Las obras de restauración del talud, donde el 11 de noviembre de 2017 se vino abajo un argayo que cortó la A-8 en dirección a Torrelavega a la altura de Caviedes, se han dado por finalizadas, con la visita a la zona del delegado del ... Gobierno, Pablo Zuloaga. Después de nueve meses de trabajo y de mover más de 300.000 toneladas de tierra y piedras, ese tramo de la montaña ya no representa ningún peligro. De hecho, la circulación por ese punto se había normalizado hace ya más de mes y medio con la apertura de los tres carriles, si bien operarios y máquinas seguían actuando estas últimas semanas en la ladera para completar los trabajos.
Desde el pasado mes de noviembre las máquinas no han parado de trabajar para domar al desprendimiento que se tragó la autovía. Los operarios instalaron sensores de movimiento en el talud para medir cualquier amenaza de futuro. Los últimos meses se intensificaron los trabajos para terminar el gigantesco muro de contención.
Los trabajos los ha llevado a cabo la empresa Amaya Obras y Excavaciones. Los técnicos del Ministerio de Fomento exigieron que tuviera siete metros de altura y anchura. La idea es que sirva de barrera de contención en caso de que se produzca un nuevo deslizamiento. Algo que descartan, ya que parte del proyecto se ha centrado precisamente en reducir la pendiente de la ladera del monte. El corrimiento se llevó por delante también el sistema de drenaje con el que ya contaba la infraestructura.
Los técnicos ya tenían conocimiento de la inestabilidad del terreno en noviembre -estaban instalando malla metálica-, cuando una parte de la ladera cayó sobre la autovía. El talud comenzó a deslizarse y, en un primer momento, se cortó uno de los carriles para retirar la tierra. La situación se complicó como consecuencia de las fuertes lluvias que se registraron esos días. Más de 80.000 toneladas de tierra cubrieron totalmente los tres carriles. Como consecuencia, se cortaron al tráfico nueve kilómetros de la autovía en sentido Torrelavega. Tras 151 horas de corte total -algo más de seis días-, se reabrió al tráfico uno de los carriles de la A-8, el más alejado del talud.
Todos los esfuerzos se centraron en construir una gigantesca escollera de trescientos metros de longitud, siete metros de anchura y otros siete de altura, con más de 20.000 toneladas de piedras traídas de dos canteras de la región: una de Caranceja y otra de Vargas. A la par se clavaron 50 raíles de metal de seis metros altura para asegurar el terreno y evitar futuros deslizamientos. Otro de los problemas que tuvieron que resolver los técnicos fue dónde depositar las toneladas de tierra extraídas. Optaron por crear dos vertederos en dos zonas cercanas. Ahora los trabajos se centran en rematar el muro. Una barrera gigantesca que no se ha rellenado por detrás para que tenga altura y sirva de parapeto por si la naturaleza vuelve a decidir que le sobra peso y envía de nuevo la ladera monte abajo.
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