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Andrés Rubín, un vecino de Celucos que se dirigía hacia San Vicente de la Barquera, detuvo su vehículo junto al puente donde el tren de mercancías había descarrilado alertado por una mujer que ya se encontraba en la zona. «Fuimos directamente hacia un vagón ... que parecía de pasajeros, pero en realidad era el de la máquina», explica. «El maquinista estaba consciente, con mucho dolor. Se quejaba de la espalda», continúa. «Le preguntamos si iba solo, pues en el habitáculo no se veía a nadie más. Nos dijo que sí», añade.
«Sabíamos que en estos casos no es bueno mover a las personas, por eso le preguntamos que si podía mover los pies. Podía, por lo que decidimos sacarlo de allí cuanto antes. La máquina estaba ahumando mucho, había un fortísimo olor a gasoil y nos temíamos que podía explotar en cualquier momento y salir todos por los aires. Ha tenido muchísima suerte, porque el tren era un amasijo de hierros», concluye Rubín.
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