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La dulce sonrisa de Silvia Van Erp, la hospitalera junto a su pareja Felipe Aranda del albergue de peregrinos de Isla, se ha apagado para siempre. La enfermedad del ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), que le diagnosticaron hace dos años, se le había agravado en los ... últimos días, causando su fallecimiento el pasado viernes a los 68 años.
Su historia había despertado una ola de solidaridad entre los vecinos de Güemes -donde habían vivido- y de otros puntos de Cantabria y de España, que se han volcado para ayudarles a comprar una casa adaptada, para que la mujer, natural de Holanda, pudiera afrontar en las mejores condiciones posibles las etapas más duras de esta cruel enfermedad.
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Fue tal la generosidad, que hace unas semanas la pareja pudo formalizar la adquisición de una pequeña casa en el pueblo de Arnuero. Actualmente, y con la ayuda de voluntarios, se estaba procediendo a reformar el baño y la habitación en la que iba a dormir Silvia para que fuera accesible.
Pero, finalmente, la enfermedad ha avanzado más rápido que la solidaridad de todas las personas que han puesto su grano de arena para que tuviera una vida más fácil. Una colaboración que Felipe quiere agradecer públicamente, ya que nunca se pudo imaginar tanto apoyo.
El hombre saca fuerzas para dar las gracias a «toda la gente» por «la respuesta y el comportamiento tan maravilloso que han tenido. No se puede pedir más». Lo expresa con el corazón roto. Un dolor que se atenúa con los maravillosos recuerdos al lado Silvia, que, al menos, «llegó a disfrutar algunos días del jardín de la casa, mientras nosotros estábamos trabajando». La mujer estaba «muy ilusionada» al ver cómo la vivienda iba a tomando forma.
Hacía un año que la pareja, que dirigía altruistamente el albergue de peregrinos de Isla, se había tenido que trasladar a vivir a este alojamiento, ya que la casa en la que residían de alquiler, en Güemes, era una planta superior, y no se les permitía colocar un salvaescaleras. El albergue era una solución temporal. El espacio no estaba adaptado y tampoco carecían de intimidad, al tener que compartir las estancias con los peregrinos. Su objetivo era comprar una pequeña casa de 85.000 euros en Arnuero, pero les faltaban 25.000 euros y el banco no les daba un préstamo por su edad.
Ahí, entró el juego el Albergue de la Cabaña del Abuelo Peuto, cuyo responsable, el cura Ernesto Bustio, junto al voluntario en el albergue y trabajador social jubilado del penal de El Dueso, Bernardo Pérez, ha impulsado numerosas varias iniciativas para recaudar el dinero que necesitan.
«Quiero dar las gracias al albergue de Güemes, a todos los vecinos, a la hospitalidad de Lourdes, y también al Ayuntamiento de Arnuero, que nos ha dejado vivir en el albergue de Isla, y nos ha dado facilidades para los permisos de obras», enumera Felipe. «No quiere dejarme a nadie, así que gracias a todos los que han aportado un donativo».
La despedida de Silvia fue el pasado sábado en la iglesia de Güemes. Se quedó pequeña para acoger a todos los familiares, amigos y vecinos que quisieron darle un último adiós. La pareja era enormemente querida. Su bonita historia de amor nació en este pueblo en el 2007. Ella, una peregrina del Camino de Santiago, conoció a Felipe, un recluso que trabajaba como voluntariado en el albergue dentro del régimen de tercer grado, y se enamoraron.
Silvia dejó su país y su profesión de enfermera y se vino a Cantabria para comenzar una vida juntos. En estos últimos años, Felipe se ha desvivido por cuidar de su mujer, de la que siempre ha dicho que fue su «tabla de salvación». Ella le descubrió la versión más bella y sencilla de la vida. «La he cuidado con mucho gusto y lo haría mil veces más. Por el amor que la tengo y también para devolverle todo lo que ella hizo por mí. Ha luchado con una gran entereza y nunca ha pedido la sonrisa esperando un milagro».
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