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Fueron dos estampas diferentes. En Noja las calles se vaciaron a la una de la madrugada mientras en Ajo continuba el ambiente con los bares abiertos y las terrazas llenas. Además, en Ajo la Guardia Civil tuvo que disolver un botellón organizado en el aparcamiento ... de la playa de Cuberris. Noja y Bareyo son dos municipios cercanos en los que ahora rigen normas distintas: en uno hay toque de queda de una a seis de la mañana (Noja) y en el otro no (Bareyo) tras las restricciones impuestas por el Gobierno regional que entraron en vigor el sábado y afectan a 53 municipios de Cantabria.
Estas limitaciones -con las que se pretende luchar contra la expansión del covid- han supuesto también el traslado de la fiesta de los más jóvenes: esta madrugada se acercaron al arenal de Ajo para convertir la zona en escenario de un botellón. Pero por mucho que cambie el paisaje, no cambia la prohibición ya que esta práctica no está permitida en ningún municipio. Por eso, esta madrugada cuando el reloj marcaba aproximadamente las 02.15 horas, varias patrullas de la Guardia Civil se encargaron de desalojar a las decenas de chavales que se habían juntado en el área de Cuberris. La mera aparición de los agentes devolvió la calma al lugar. Algunos de los jóvenes fueron identificados y se llevaron la sanción, otros salieron corriendo directos al arenal (con poca visibilidad) y quiénes no hacían más que estar de charla, ni se inmutaron.
Lo de irse a Ajo a seguir la fiesta pudo escucharse en las conversaciones de los jóvenes que horas antes disfrutaban del ocio nocturno de Noja, donde todo estuvo abierto hasta las 01.00 horas. Es más, los mismos efectivos de la Unidad de Seguridad Ciudadana de Comandancia (Usecic) que disolvieron el botellón habían estado patrullando previamente las calles de este municipio. Allí el trabajo fue otro, centrado centrado en recordar la hora y la restricción a la movilidad a los grupos de chavales que llenaban la entrada a la playa de Ris sin bolsas de plástico ni botellas. A medianoche se acercó una patrulla para avisarles de que se iba acercando la hora de irse a casa, un intento por evitar que luego hubiera despistes. Funcionó a medias.
Todo, mientras en las vías cercanas a los locales de ocio nocturno, los grupos bebían tranquilos y mantenían el ambiente. El jaleo era tal que, a falta de veinte minutos para el inicio del toque de queda, parecía casi imposible que las calles se fueran a vaciar en tan poco tiempo. Pero así fue, más o menos. Tal y como ocurrió durante la primera noche con limitación horaria, Noja respetó el toque de queda aunque lo hiciera sin ninguna prisa. Muchos chavales apuraron hasta el último minuto en la calle y tanto la Policía Local como la Guardia Civil tuvieron que asumir, una vez, un papel pedagógico.
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