Borrar
Miguel Ángel Martínez Pérez ‘Ardilla’, en el Santuario de la Bien Aparecida junto a su padre (izquierda) y Alberto Solaeta (derecha), dos de las personas más importantes de su vida.
Una historia entre dos ruedas

Una historia entre dos ruedas

Miguel Ángel Martínez Pérez ‘Ardilla’, gracias a su capacidad de sacrificio y esfuerzo llegó a correr como ciclista profesional

José ramón alonso Belaustegui

Santoña

Martes, 20 de abril 2021, 17:22

Miguel Ángel Martínez Pérez ‘Ardilla’ nació un 18 de noviembre de 1961 en el seno de una humilde familia en el barrio del Dueso.

Las inquietudes de Miguel fueron muy claras desde bien temprano; su padre trajo a casa una bicicleta de carretera y, junto a un grupo de vecinos como Victor Goñi, Gelito Solana, Ramón Bouzo, etc, se animó y comenzó a salir con ellos. Recuerda que iban muy rápido, tanto, que en sus primeras salidas le era casi imposible seguirles a rueda.

Su primera carrera como federado llegó cuando tenía 14 años, en Cazoña. De aquella competición, evoca que era un circuito bastante sinuoso y difícil, quedando en penúltima posición.

Fue una experiencia que le sirvió de aprendizaje. Tiempo más tarde consiguió quedar en tercera posición en otra carrera; corrió con una bici muy grande que abultaba el doble que él, circunstancia que no pasó desapercibida para algunos periodistas que, sorprendidos con la fuerza de aquel chaval, le bautizaron con el apodo de ‘Ardilla’ por la diferencia de tamaño.

Emocionado, rememora al que considera su padre en el mundo del ciclismo y su principal mentor, Alberto Solaeta; un hombre del que destaca su profunda personalidad pero, ante todo, su impresionante humanidad para con las personas.

Tiene presente cuando Alberto se fijó en él y comenzó a llevarle a las carreras. - «Lo hacía prácticamente todo, el fue quien me sacó adelante en el difícil deporte de la bici. Le debo absolutamente todo», - insiste.

Los entrenos en el paseo marítimo de Santoña en la década de los 70 eran tan complejos como demoledores, apenas había iluminación y, cuando se ponía a llover a mares, no olvida cuando tenía que ponerse una bolsa en la cabeza para no terminar completamente empapado mientras un paciente Alberto, le controlaba y analizaba sus pulsaciones en las instalaciones del Patronato Militar al finalizar el entrenamiento.

Eran tiempos de descubrir, de evolucionar en una disciplina que se había puesto de moda gracias a los Merckx, Ocaña, Fuente o Poulidor, ciclistas que llenaban las carreteras de aficionados que admiraban a aquellos héroes del asfalto.

A Miguel Ángel le habían dicho que comiendo arroz y pollo cocido, sus prestaciones aumentarían considerablemente y podría llegar a ser el mejor, por eso, recuerda, una vez madrugó a las cinco de la mañana (cuatro horas antes de la carrera) para zamparse el ‘menú polluelo’ de los campeones.

Su primera victoria llegó cuando estaba en segundo año de cadete con el Club Recambios Araya; fue en Rasines, carrera que jamás olvidara. A partir de ahí pasó a juveniles, probando las hieles de la frustración y de la derrota en su primera temporada.

Pero en el ADN de aquel chaval del barrio del Dueso no venía lo de rendirse, por eso continuó con una capacidad de sacrificio propia de los mejores deportistas, característica que fue su principal definición durante toda su carrera.

En categoría aficionados consiguió ganar tres carreras, destacando sobremanera para poder dar el salto al profesionalismo defendiendo los colores de varios equipos, entre ellos el del mítico equipo Grupo Deportivo Teka.

A punto de cumplir los sesenta años, ‘Ardilla’ aún conserva parte del envidiable físico que le hizo triunfar y la mirada del joven que soñó con ser uno de los mejores y que luchó por conseguir lo que quería. Y así fue.

Ojalá su historia sirva de ejemplo.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Una historia entre dos ruedas