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El confinamiento ha dejado al pueblo de Santoña tocado, pero no hundido. Es casi misión imposible encontrar un sector que no se haya visto resentido por el zarpazo del cierre. «El varapalo ha sido tremendo aunque hay que levantarse y seguir». Con ... esa mentalidad y una buen dosis de incertidumbre recuperaron ayer los vecinos la rutina de la pandemia.
Catorce días después, Vicente Sánchez volvió a colocar la terraza de su bar El Rey Mago en el entorno de la plaza de Abastos. A las nueve de la mañana ya estaba lista para recibir a los primeros clientes. «Lo afrontamos con ilusión y ganas después de la injusticia que se ha cometido con nosotros».
En las calles y establecimientos de la villa aún se palpa el rencor por la medida impuesta. La sensación de libertad ha regresado, pero el malestar sigue intacto. «A ver si podemos retomar la actividad donde lo dejamos. Dependerá mucho del buen tiempo», apostilla el hostelero. Una de sus mayores preocupaciones es que se restablezca la 'marca Santoña'. «Nos han puesto de apestados, ¡No hay derecho a que den esa imagen!». Y lo más importante, dice, es que «haya más presencia policial para que todos acatemos las normas».
Vicente Sánchez - Bar El Rey Mago y El Kapitel
Rufino Ramos - Pescados María Magdalena
Gemma Fernández - Estudio Pilates
Juan Carlos Criado - Bar La Fuente
En el interior del mercado apenas un puñado de puestos levantaron la persiana. «Aquí estos días he estado prácticamente yo solo vendiendo», cuenta Rufino Ramos detrás del mostrador de pescados María Magdalena. Su principal clientela es la gente de los pueblos de alrededor y veraneantes bilbaínos que acuden a comprar género fresco al municipio. Sin ellos -por las limitaciones de movilidad- ha vivido jornadas «catastróficas». «Hemos tenido que tirar mucho pescado», lamenta. Confía en que, a medida que pasen los días, se vaya viendo más ambiente en el popular mercado. «A ver si nos vamos recuperando un poco, porque así no se puede».
En cuestión sanitaria, Santoña avanza por buen camino. En el centro de salud la tensión de las dos últimas semanas se ha reducido considerablemente. «El confinamiento ha contribuido mucho a bajar la aparición de nuevos positivos. Hemos tenido algún caso esporádico y se han dado bastantes altas», detalla el médico de familia Pedro Bermúdez, coordinador del covid en el ambulatorio local. «Ha sido un toque de atención; excesivo para los vecinos, pero necesario para nosotros. Y a la vista está que ha dado resultados».
Donde también hay buenas noticias es en la residencia de mayores Santa Ana, en Berria. Tuvieron a finales de agosto dos trabajadores y una usuaria contagiada. Ya están los tres libres del virus. «Ahora mismo no tenemos ningún caso activo, ni estamos pendientes de pruebas», señala la directora, Araceli Castillo. El cordón sanitario restringió las visitas de familiares en el centro que desde ayer se han retomado con todas las precauciones del mundo. «Lo echan mucho de menos porque es su contacto con el exterior», comenta.
Pedro Bermúdez - Médico del centro de salud
Araceli Castillo - Residencia Santa Ana
Juanma Valle - Pescador Siempre Landera
Aurora Alonso - Conservas Lavín
Tatiana Rodríguez - Directora del Juan de la Cosa
Vanesa Pechero - Jefa de estudio del Picavea
Los pescadores que ayer descargaban chicharro en el puerto de Santoña aún no habían tenido la oportunidad de comprobar el cambio que supone pasar a la fase 3. «Desde el lunes y hasta el viernes estamos en la mar por lo que no nos vamos a enterar de mucho», comenta Juanma Valle, tripulante de la embarcación Siempre Landera. Los barcos locales han permanecido amarrados durante la semana de fiestas para tomarse un descanso que, este año, les ha coincido con el confinamiento. «Lo peor ha sido que hemos tenido que pasar la semana de vacaciones en casa».
El sector pesquero ha podido capear este brote aunque no baja la guardia. No han tenido tanta suerte las pequeña conserveras que dan salida a sus productos a través de la hostelería. «Ventas, cero», reconoce Aurora Alonso al frente de Conservas Lavín. ¿Y expectativas a partir de ahora? «Resistir como podamos y esperar que no se ponga peor. Es una incertidumbre todo». La fábrica, ubicada en el polígono industrial, ha seguido operando con normalidad estas dos semanas. «No me ha gustado nada que se señale a una conservera. Aplicamos todas las medidas de seguridad y pasamos inspecciones de Sanidad». Y pasa a describir su planta. «Todas las mesas de trabajo guardan más de metro y medio de distancia. Tenemos una alfombra para desinfectar los zapatos, geles, mascarillas... y todos los días se lava la ropa de trabajo».
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Aunque la estampa de Santoña reflejaba la 'nueva normalidad' todavía se tendrán que acatar ciertas restricciones los próximos 14 días. En el bar La Fuente precintaron la barra para que los parroquianos no tengan la tentación de apoyarse. «Ya habíamos hecho un entrenamiento de esto en mayo», dice su dueño, Juan Carlos Criado. El local no tiene terraza por lo que sólo puede trabajar con la mitad de aforo. «Hay mucha inquietud. Estamos condicionados porque enseguida se cubre ese 50% y no puedes dejar entrar a más». Aún con todo, tiene claro que hay que abrir. «Tengo que pagar a siete empleados». Y sobre todo, cumplir a «rajatabla» las normas. «Cerrar otra vez sería un desastre».
En el centro de pilates Gemma Fernández las limitaciones anunciadas para su sector deportivo de distancia y aforo asegura que ya se vienen siguiendo desde el primer desconfinamiento. «En septiembre es cuando la gente comienza a apuntarse y justo nos han cerrado. Algunos lo han dejado para octubre según como vaya todo».
Y en el comercio el balance de estas dos semanas es tajante. «Igual que si hubiéramos estado cerrados. Un día hice una caja de 3 euros y otro de 9», apunta a modo de ejemplo Pilar Vinagrero, del comercio Los Pícaros. «La gente solo salía al supermercado y para casa». En calzados Salamanca el bajón de ventas ha sido «tremendo. El que no haya podido entrar gente de fuera ha perjudicado mucho».
Santoña vivió ayer su particular 'vuelta al cole'. Una vez levantado el confinamiento, las familias han llevado a los menores a los centros educativos para iniciar el curso. Aunque los colegios abrieron por orden de la Consejería de Educación el 7 de septiembre, la mayoría de padres decidió no enviar a sus hijos a clase en pleno cordón sanitario. En el colegio Macías Picavea ayer acudió prácticamente la totalidad del alumnado mientras que en el Juan de la Cosa asistió «un 80%». Unas cifras que contrastan con los 69 escolares que fueron el pasado lunes. La jornada transcurrió con «los nervios del primer día y respetando las nuevas normas».
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