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«Cuando llegamos a rescatarles, la tripulación ya había saltado y se encontraba en la balsa salvavidas, pero estaban en peligro. El viento les arrastraba hacia el pesquero ardiendo y no podían alejar la balsa de él. Fue un momento muy angustioso. Las llamas ... eran espectaculares, como de diez metros, y era imposible estar allí. El calor que se desprendía parecía un infierno, fue muy duro». Manuel Montero, armador y patrón del barco colindrés Nuevo Terreño, tardará en olvidar la escena vivida en la madrugada de este pasado viernes, cuando acudió al auxilio de los once pescadores de la embarcación santoñesa Siempre al Alba tras declararse a bordo un incendio mientras faenaba en aguas vizcaínas.
Se da la trágica coincidencia de que, la semana pasada, fue el Siempre al Alba el que rescató a cinco de los tripulantes del Maremi y, sin apenas tiempo para digerir el desgraciado naufragio, en el que perdió la vida el armador Fernando Solano, cuyo cuerpo se sigue buscando, han sido ahora ellos los protagonistas de otro siniestro.
Afortunadamente, esta vez no ha habido que lamentar daños personales, aunque el pesquero, una vez que Salvamento Marítimo consiguió extinguir el fuego, acabó hundiéndose por completo a unas 10 millas al norte de cabo Villano, una zona con una profundidad de más de 500 metros. El incendio se desató a bordo en torno a la una de la madrugada, cuando el Siempre al Alba, de 27 metros de eslora, estaba faenando a cerco en el abra de Bilbao, a la altura de Machichaco. Según relató el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores Virgen del Puerto, Miguel Fernández, se cree que el fuego se originó «en la máquina del barco».
Los marineros estaban en plena faena, con el arte largado para la captura del bocarte, cuando se percataron de que salía humo negro de la máquina. Intentaron extinguirlo por todos los medios, empleando los extintores, pero el esfuerzo fue en vano. «Cuando vieron que el fuego salía ya por la puerta de la sala de la máquina y que era imposible apagarlo, el patrón decidió que toda la tripulación saltara a la balsa para garantizar, ante todo, la seguridad de la gente».
Antes de huir de las llamas, pudieron dar el aviso de socorro y de inmediato, acudieron a su rescate los buques que trabajaban en la zona. El Nuevo Terreño, que estaba a una milla, fue el primer barco en llegar. «Tardamos en recorrer la distancia que nos separaba cinco minutos. Ya estaba todo en llamas y era una cosa incontrolable e inimaginable», describe Montero aún con el susto en el cuerpo.
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Para entonces, la tripulación del Siempre al Alba ya estaba en la balsa salvavidas, pero no conseguía alejarse lo suficiente del barco ardiendo para garantizar su seguridad. «El viento les echaba encima del barco en llamas, la balsa estaba pegando, y se vivieron momentos muy tensos por el miedo a que la embarcación pudiera explotar». El patrón del Nuevo Terreño cuenta que tuvieron que «arrimar el barco muy despacio y lo máximo posible a la balsa». Cuando estaban a unos tres metros, les lanzaron un cabo. «Gracias a Dios lo pudieron coger y les arrastramos hacia nuestro barco, separándoles así del pesquero ardiendo». Montero, que es cuñado del armador del Siempre al Alba y tío del patrón, respira tranquilo al recordar que la maniobra salió bien y no pasó nada. «Fue una situación de riesgo muy extrema, se hizo bien, y no ha habido ninguna baja». Una vez que subieron a todos a bordo del Terreño, emprendieron la travesía para volver cuanto antes a Santoña, tal y como deseaban los propio marineros. «Estaban destrozados».
En el puerto, les recibieron, a las tres de la madrugada, el propio Fernández y la directora general de Pesca, Marta López, que se acercó hasta la villa para trasladar su apoyo. «Han llegado totalmente desechos. Les preguntamos si necesitaban algo, pero estaban bien de salud y no precisaron de ninguna atención». Únicamente querían ir a sus casas con sus familias para descansar tras la pesadilla vivida en alta mar.
Al patrón del Siempre al Alba le fue imposible conciliar el sueño. «A las siete de la mañana volvió a llamarme porque no podía dormir», señaló Fernández. «Se encontraba bastante mal porque era consciente de lo que podía haber llegado a pasar pero, afortunadamente, no ocurrió. Estuve hablando tranquilamente con él e intentando serenarle». EL Diario Montañés contacto ayer con el armador, pero declinó hacer declaraciones.
Capitanía Marítima de Bilbao y Salvamento Marítimo trabajaron durante la madrugada y la mañana de ayer para extinguir completamente el incendio del barco con la intención inicial de remolcarlo a algún puerto de la zona, según explicó el subdelegado del Gobierno en Vizcaya, Vicente Reyes. Se movilizó la lancha de salvamento Salvamar Alcyone, la Salvamar Monte Gorbea y los remolcadores María de Maeztu e Ibaizabal Seis. Las características de la embarcación, el material en el que está fabricado, de fibra, y su combustible, prolongaron las labores de extinción hasta avanzada la mañana, siendo, finalmente, inevitable su hundimiento a las dos y media de la tarde.
El patrón mayor ya se temía por la mañana que el pesquero era irrecuperable. «El barco ha ardido por dentro muy rápido. Todo el puente, la máquina, parte del casco...». Fernández quiso destacar la profesionalidad demostrada por el patrón del Siempre al Alba, que «tuvo claro que estar dentro del barco era un peligro y actuó como debía. La seguridad de las personas sobre cualquier bien». Igualmente valoró «la grandeza y la solidaridad de la gente de la mar. En el momento que hay un auxilio, están ahí y hacen cualquier cosas para asistir a los compañeros». Fernández confesó que cuando recibió, de madrugada, a la tripulación del Siempre al Alba sintió «rabia, impotencia y desolación». «Es una cosa que no puedes pensar que vaya a ocurrir. Gracias a Dios no ha habido desgracias personales, como ha sucedido en el Maremi, que todavía lo tenemos presente», recuerda totalmente desolado.
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