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A Okuda San Miguel sólo le han hecho falta tres jornadas de trabajo para mudar la piel del faro de Ajo. En la tarde de ayer el artista santanderino plasmó los últimos trazos y detalles de su composición más polémica. La imponente torre vigía ... se ha desprendido del blanco más impoluto para enfundarse un traje multicolor llamado a no pasar desapercibido. En los próximos días la finca, en la que se levanta la estructura, abrirá sus puertas al público, que podrá contemplar de cerca este proyecto, pionero en España, impulsado por la Autoridad Portuaria de Santander y el Ayuntamiento de Bareyo.
El artista se ha abstraído de todas las críticas y protestas que ha desatado esta singular intervención para dar forma a una composición que ha hecho «desde el corazón, como todo lo que pinto». Al tratarse de un encargo institucional ha partido de un boceto previo que ha ido modificando a lo largo del proceso creativo. «No es lo mismo verlo en plano que en un cilindro, y hay que escuchar siempre a la arquitectura». El mural, explicó ayer Okuda a este periódico, se inspira en su iconografía personal y «sobre todo en los animales de Cantabria», incluyendo algún guiño marinero, como una serie de anclas.
En contra de lo que pudiera parecer, a Okuda el formato del faro le ha resultado «bastante cómodo y casi pequeño» para plasmar su obra, «acostumbrado como estoy a pintar edificios de entre 10 y 20 pisos». En la torre, erigida en el punto más septentrional de Cantabria, a 71 metros sobre el nivel del mar y con 15,7 metros de altura, ha combinado «ciento y pico colores». «Todo el círculo cromático, siempre equilibrado con blancos, negros y grises».
La composición artística busca destacar la imagen del faro, respetando su función de ayuda a la navegación como señal marítima. Por ello, en la cara norte de la torre, la que da al mar, únicamente se ha decorado con unas líneas gruesas en negro y blanco y unos estampados imperceptibles desde el agua para ajustarse a la normativa de señalización marítima. Es la parte sur la que exhibe el «alma» de un proyecto que entremezcla naturaleza, mar, color y arte.
El artista con mayor proyección internacional de la región no esconde su sorpresa por toda la controversia que ha generado su actuación en este espacio público. Los detractores de esta obra han surgido del ámbito político, cultural, artístico y de la propia ciudadanía. «Todo el mundo en las redes sociales habla demasiado. Yo me limito a hacer mi trabajo. Estoy muy contento por poder trasladar mi arte a mi tierra». Más aún, dice, en un año en el que no ha podido viajar por el mundo para acometer otros proyectos.
La intervención en el faro, a pesar de todo el revuelo, «se la debo a aquellos que me siguen y a quienes me lo han encargado». Aún así, entiende que «la gente tenga sus razones para no gustarle» su trabajo «o un proyecto en concreto». Sobre la posibilidad de que los críticos cambien de postura al ver el resultado cree que «algunos cambiarán de opinión y otros no, pero tampoco es mi problema. Yo hago todo desde el corazón.
La intervención se ha acometido durante las tres jornadas a puerta cerrada, lo que no ha sido obstáculo para que muchos vecinos y turistas, tanto a favor como en contra, se hayan acercado a curiosear y tomar fotografías desde el otro lado de la valla de la colorida torre, que mantendrá esta nueva imagen cuatro años, con posibilidad de prorrogarse otros cuatro más. Luego volverá al blanco. «Creo que va a ser bastante visitado. La respuesta de los que han venido estos días ha sido superpositiva. Y supongo que crecerá más a medida que sea más conocido», aventura Okuda.
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