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Solo hay que leer en su bondadosa mirada para darse cuenta de que, detrás de sus afables maneras, existe la humildad personificada en sus 159 centímetros de estatura y 83 años de edad; es como si la ilusión de un niño y las ganas ... de hacerlo bien, se hubiesen aliado en el tiempo de alguien que ama a la vida como si todo comenzase ahora.
Emérito Ruiz Isusi (Meri) se crió en una casa de campo donde el trabajo estaba a la orden del día, y con tan solo 11 años ya empuñó el dalle por primera vez. Su hermano, cuatro años mayor que él, pronto se dio cuenta de las impresionantes facultades que el pequeño de la casa atesoraba. Era un verdadero placer verlo segar a ritmo, con parsimoniosa y pasmosa facilidad, algo nunca visto e impropio de alguien tan joven.
Rápidamente se extendió por los pueblos la fama de aquel niño que, recién cumplidos los 14, era capaz de cortar la hierba más rápido que las mismísimas máquinas segadoras.
Y ahí llegó el primer reto: segar ni más ni menos que 10 carros de tierra contra el gran Tolinón, nueve años mayor que él y toda una leyenda de la siega en la comarca.
Teniendo en cuenta que un carro equivale a 179 metros cuadrados, Manolo el herrador se encargó de medir la finca y de ponerles 10 carros a cada uno; con poca convicción, eso sí, ya que creía que ninguno de los dos sería capaz de segar semejante cantidad de terreno.
Poco después, al corpulento Tolinón no le quedó más remedio que hincar la rodilla al ver como un descomunal chavaluco terminaba la faena en tiempo récord, mientras él se quedaba sin ni siquiera terminar el quinto carro.
A partir de ahí la popularidad de Emérito se acrecentó. A los 20 años se presentó al campeonato comarcal arrasando a sus oponentes. Fue contundente y sin fisuras.
Después llegó el provincial, el duelo más difícil, donde acudió con el brazo hinchado como consecuencia de la picadura de una araña durante los trabajos en la finca de sus padres.
El torneo se celebró en la localidad de Santa María de Cayon, volviendo a vencer con la ventaja de minuto y medio sobre el segundo clasificado, y eso que durante el esfuerzo de la siega se le reventó el grano, terminando la prueba entre aplausos, sangre y un líquido purulento cayéndole hasta los dedos de la mano.
El portentoso segador de Castillo se había hecho un hombre y sus facultades parecían no tener fin después del último éxito. Solo le quedaba el escollo más importante: el campeonato de España.
Decidió entrenarse duro y a conciencia junto a su padre, bien utilizando el hacha, una pala, o simplemente con la misma azada, todo valía, el caso era ganar fuerza. También empleó como método de ejercicio cargar a diario sacos de abono químico de 100 kg a lomos de los burros, o incluso hacer hoyos de eucalipto, donde solamente en medio día fue capaz de cavar 400 hoyos ante el asombro del resto de la cuadrilla que no podían creer la singularidad y fortaleza con la que el pequeño Meri realizaba los trabajos.
Y llegó el día del nacional en la granja escuela de Heras. Corría el año 1957 y la expectación era máxima entre las más de mil personas que acudieron al evento.
Con la presencia de las cámaras del noticiero nacional 'No-do', la mayor parte de las miradas se centraban en él, no en vano era uno de los favoritos.
Salió al campo embravecido con una guadaña de 32 pulgadas, herramienta muy complicada de mover dada su anchura y dimensión; pero ante el estupor de un público entregado, Meri volvió a superar a todos los concursantes, elevando a la categoría de gesta el incombustible estilo de su manera de segar. Campeón de España el de Castillo Siete Villas.
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