Lo anotaba todo. La pesca que traían a tierra los barcos, las conversaciones que mantenía con los patrones, los precios alcanzados en las subastas, las incidencias en alta mar... Día a día, durante casi treinta años, 'Pepín, el de la emisora', plasmó en un ... buen puñado de tomos todo aquello de lo que fue testigo y escuchó desde su puesto de radiotelefonista del puerto de Santoña.
La Cofradía de Pescadores de la villa ha rescatado de las estanterías estos tesoros, que radiografían al detalle la historia pesquera local, para convertirlos en un libro que ensalce la figura de José San Martín Gallego 'Pepín', que falleció en 2014, y la gran labor que realizó «conectando a la gente que estaba en la mar con los que se quedaban en tierra». Un homenaje que Miguel Fernández, patrón mayor de la Cofradía, tenía claro que había que rendirle, pues «ha sido una persona importante no solo en Santoña, sino en todo el Cantábrico».
Para los hombres de salitre, que faenaban de Bayona (Francia) a Bayona (Galicia) sus partes meteorológicos eran como la 'biblia', sus consejos y palabras el mejor faro para alcanzar una buena travesía y su voz, una agradable compañía que mitigó esa sensación de soledad cuando se está a cientos de millas de casa.
«Fue una figura relevante no solo en la villa, sino en todo el Cantábrico», destaca Fernández
La obra, que verá la luz gracias a la aportación de la Cofradía y una subvención del GAC Oriental, está siendo escrita por los periodistas Alfonso Ruiz y Gonzalo Romero. La idea es presentarla a mediados de febrero bajo el título 'Pepín, ojos de bruma'. En ella, se narrarán los capítulos más importantes del devenir del puerto de Santoña, desde 1986 hasta 2011, años en los que Pepín recogió, con una letra caligráfica impecable, innumerables acontecimientos fruto de sus conversaciones con los patrones.
El documento, que tendrá un prólogo de Miguel Fernández y una introducción sobre la evolución y relevancia del puerto de Santoña, arrancará con el Pepín más personal. Los autores han hablado con su familia para saber cómo era en lo personal, qué le gustaba, que hacía fuera de la emisora... testimonios aderezados con fotografías de sus hijas y nietos. Su entorno y los compañeros de profesión se detendrán en la gran pasión de este hombre por la pesca. Embarcó por primera vez con 14 años, con el tiempo se sacó el titulo de patrón, anduvo en varios arrastreros y llegó a ocupar el puente de un pósito.
Sus ilusiones en alta mar se truncaron cuando, por una enfermedad, le tuvieron que amputar las dos piernas. Añoraba tanto su oficio que no dudó en asumir el puesto de radiotelefonista cuando se lo ofrecieron. A partir de entonces, se convirtió en un patrón en tierra, que no dejó ni a sol ni a sombra a sus compañeros en cubierta. Fue tal el apoyo y servicio que prestó a todas las embarcaciones del Cantábrico que recibió en 2006 la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.
Nuevo Pilín
El libro se dividirá en varios capítulos. Uno de ellos versará sobre el hundimiento del Nuevo Pilín. Aquel 19 de noviembre de 2004, Pepín fue el primero en saber todo lo que acontecía. «Recogeremos cómo vivió él desde la emisora lo que ocurrió a partir de lo que habló con los diferentes barcos que estuvieron en la zona. Es sorprendente el lenguaje con el que describe todo», explica el autor. En otras páginas, se abordará cómo fue testigo de la guerra de las volantas, en la que el sector luchó contra las redes que esquilmaban el bonito, y de la crisis del bocarte. También se reflejará su labor prestando auxilio a los barcos que sufrían alguna incidencia, alertando y movilizando al resto para que acudieran en su ayuda y su valiosa información indicando dónde tropezar el pescado en los caladeros.
La parte que más recuerdos traerá a los pescadores locales es la que ahondará en la función social que realizó Pepín, ejerciendo de enlace entre el mar y la tierra, en una época en la que no existían los móviles y la comunicación era muy compleja. Se convirtió en el mediador entre los pescadores y sus familias. «Tuvo que comunicar fallecimientos, enfermedades, nacimientos, felicitar a las esposas por sus cumpleaños e incluso dar el recado de un pescador que se había olvidado hacer la declaración de Hacienda». Hay miles de anécdotas. Y él fue siempre su transmisor de forma clara, sensible y contundente.
Aunque si por algo pasará a la historia de la pesca es por sus partes meteorológicos. A la hora que los daba conectaba todo el Cantábrico. «Ese momento era el punto de unión de toda la flota y en el que podíamos comunicarnos con el resto», destaca Fernández. Sus previsiones y detalladas interpretaciones se tomaban como una religión por su fiabilidad. Si Pepín anunciaba temporal, amarraban. Nadie dudaba de su palabra. El libro se completará con un segundo tomo que reproducirá las conversaciones que tuvo esos años con todos los barcos de Santoña y que despertará gratos recuerdos en aquellos que contaron con este ángel de la guarda.
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