Todos los caminos llevan a Belén
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Ruta por los nacimientos más interesantes realizados en los municipios trasmeranos, pasiegos y del arco de la bahíaAl igual que Melchor, Gaspar y Baltasar han visto cómo cada vez hay menos regalos que llevan su nombre por la irrupción de un gordinflón vestido de rojo, los nacimientos han hecho lo propio frente a los árboles de navidad. Sin embargo, todavía quedan ... unos cuantos dispuestos a dedicar tiempo y esfuerzo año a año para sacar a relucir sus figuras. En los municipios trasmeranos, pasiegos y del arco de la bahía afloran cada vez más nacimientos. Aunque el ingrediente cántabro es frecuente en todos los montajes, cada uno de ellos cuenta con un detalle, anécdota o intención que lo hace único.
En cada municipio hay uno o más nacimientos, ya sean realizados por vecinos en sus propias casas o por colaboradores en iglesias y en lugares públicos. Entre estos últimos está uno de los que se encuentra en Santa María de Cayón, concretamente en la calle del barrio Los Sotos de Lloreda. Se trata de un montaje que nació hace cinco años con la vocación de recaudar alimentos no perecederos para el banco de recursos municipal, además este año incluirá un buzón para que se deposite dinero con el mismo fin.
Dicho belén es cayonés en todos los sentidos, porque no sólo se realiza y exhibe en Lloreda, también las casas que forman el montaje son réplicas de las del valle. La iniciativa surgió de Ramón Díaz y Marisa Media, que es la encargada de recrear las edificaciones. «Hay una o dos construcciones características de cada pueblo», concreta Díaz, que también explica que han puesto vacas y otros elementos identificativos de la zona. «A excepción de los que llevan a los Reyes Magos, no tenemos más camellos», recalca. Respecto a que el nacimiento se encuentre en la calle, no han tenido que lamentar acciones vandálicas porque «en esta zona somos muy legales».
El de Cayón no es el único belén en el que los vecinos se sienten como en casa. Uno ya tradicional es el de la iglesia de Rubayo (Marina de Cudeyo), del que se encargan Ángel Castanedo y Pedro Bedia. Cada una de las edificaciones que lo forman existen o existieron. «El detalle con el que se hizo es absoluto, si en una casa había en ese momento un cristal roto, su replica también lo refleja», señala Castanedo, que confirma que las maquetas se han convertido en un testimonio del pasado del pueblo. «Hay algunas edificaciones que ya han sido derruidas, pero cada enero vuelven a aparecer aquí».
Dado que el nacimiento de Rubayo fue iniciado por dos tíos de Castanedo y Bedia (Vitorin Castanedo y Mateo Oria), sus actuales responsables no saben concretar la antigüedad del mismo. A lo largo de su historia siempre se ha respetado lo narrado en la Biblia, con el portal, la anunciación e, incluso, una escena de la matanza de los Santos Inocentes. Aunque, además de la esencia cántabra, sus autores se toman ciertas licencias, como que el Belén de Rubayo cuenta con unas pequeñas farolas.
Otro de los dioramas que se pueden encontrar en esta época dentro de una iglesia está en la parroquia de San Miguel de Heras (Medio Cudeyo). Sus cinco autoras, que forman parte de la Asociación Torre Alvarado, se han dedicado desde hace cuatro años a aumentar el belén que había en el pueblo. Lo han hecho realizando árboles, casas, molinos y otros detalles a través de tutoriales de internet, tal y como explica una de ellas, María José Baldonedo, que destaca que han «gastado kilos de silicona y montones de porespan». El estilo por el que se han decantado es cántabro. «Aunque no es montañés, sí que es representativo de aquí, con vacas, matanza y otros detalles similares». Con todo, si uno de los sellos identificativos del belén de Rubayo eran sus farolas, en el de Heras tradicionalmente se coloca un huerto en el que se plantan lentejas, que se van regando hasta que salen.
El compromiso de algunos belenistas es tal que algunos deciden sacrificar unos cuantos metros cuadrados de sus propias viviendas para destinarlo a su afición. Es el caso de Soledad Pérez, que tras años exhibiendo su belén en la iglesia San Félix de Anero (Ribamontán al Monte), decidió trasladarlo a su almacén. Por ahí se pueden pasar vecinos y demás curiosos para observar su trabajo, de más de 40 metros cuadrados. «Todos los años pienso que va a ser el último que lo monto, y al final me acabo animando», reconoce Pérez. En su belén participa toda su familia, e incluso una de sus hijas es la encargada de pintar las figuras. Su trabajo, gracias al «boca a boca» se ha ido conociendo fuera del municipio. «Cada vez viene más gente a verlo, incluso el otro día llegó un autobús de Bilbao».
En Liérganes también encontramos una de esas belenistas incondiales, Margarita Cañizo, que, junto a su marido, José Cantoya, han creado en su casa un nacimiento muy del lugar. En él, la Virgen, San José y el niño comparten escena con el Hombre Pez, el puente romano e, incluso, una peña de bolos. «En Liérganes tenemos belenes muy bonitos», explica Cañizo, que incide en que «no tengo el mío con un cartel, pero siempre invito a la gente a que lo vea. El año pasado vinieron cerca de 400 personas a visitarlo».
Aunque Cañizo comparte afición con su marido, no ha conseguido lo mismo con su hijo. Es algo de lo que se quejan la mayoría de entrevistados, que falta quien tome el relevo. «Nosotras cada vez estamos más mayores y nos cuesta más», recalca en Heras Baldonedo. Si no tienen su futuro asegurado es, en parte, por el árbol de navidad, cuyo montaje «es poco más que abrir un paraguas», explica Castanedo, mientras que los belenes requieren de esfuerzo, tiempo y dedicación.
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