Consternación en Medio Cudeyo por la muerte de Javier Rivas

Javier nació y se crió en Solares, en una zona a la que los vecinos denominan las 'casas nuevas' o 'casas del matadero'. En su día, fue el primer edificio alto que se construyó en la localidad. Era el pequeño de cinco hermanos. «Desde bien chico le gusto el motor y también recuerdo que las vacas», rememora con tristeza Alberto Santamaría, concejal en el Consistorio y fundador de la Autoescuela Alberto de Solares. «Aquí fue sacando todos los carnés, yo fui su profesor. Le gustaba mucho conducir. Profesionalmente decidió seguir los pasos de su hermano mayor y de su tío Miro, que fue quien realmente les transmitió la pasión por este oficio», cuenta. Pero Santamaría destaca su faceta humana. «Era un chaval que merecía mucho la pena. Tenía muchos amigos. Siempre que me lo encontraba, tomaba café con él y charlábamos todo el rato que podíamos. Es que viene de una familia que por su manera de ser te deja huella. Su marcha nos deja muy marcados a todos», añade.

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Su amigo y antiguo profesor de autoescuela siempre recordará una anécdota de él. «De pequeño, con 6 o 7 años, le gustaban aún más las vacas que los coches o los camiones. Una vez, estaba en mi casa y mi hermano mayor andaba mirando unos catálogos porque quería comprarse un coche. Estábamos sentados en las camas de la habitación y le espetó: 'Oye, Víctor, ¿por qué no compras dos vacas en lugar de un coche?'».

Javier Rivas trabajaba para Hormigones, Áridos y Obras Manuel Gómez Lloreda, una empresa con mucha solera en el municipio y muy conocida en toda Cantabria. «Era un trabajador inmejorable, muy apreciado. Llevaba muchos años con nosotros y era una grandísima persona», afirma Carlos Gómez, hijo del fundador de la compañía. El lunes conducía por la S-30 y tomó el desvío para conectar con la A-67, a la altura de Cacicedo de Camargo. Al afrontar la curva, el vehículo acabó volcando por el terraplén hasta la cuneta. Cuando llegaron los servicios sanitarios, no pudieron hacer nada más que certificar su fallecimiento.

Su marcha ha caído como un jarro de agua fría en todo Medio Cudeyo, pues era una persona muy participativa, que se dejaba ver mucho y acudía a todas las celebraciones y fiestas. La que más le gustaba, según sus allegados, era la de San Roque, en Valdecilla.