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La prolífica y laureada carrera de Ramón Teja (Suesa, 1944), catedrático emérito de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria (UC) y de la Real Academia de la Historia, ha estado sembrada de éxitos y reconocimientos. No obstante, le faltaba uno que recordase sus ... orígenes, y este está a punto de materializarse en forma de placa en la casa de Suesa en la que nació. Así se aprobó en el último pleno de Ribamontán al Mar por unanimidad a petición de un grupo de profesores y estudiantes de la UC, que elevaron la propuesta al pleno en reconocimiento de, entre otros logros, el desempeño que realizó Teja como primer decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UC entre los años 1978 y 1982 y por ser uno de los dos únicos cántabros distinguidos como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Bolonia en el 2002.
–Ha tenido muchos reconocimientos, incluso fuera de España, pero faltaba del lugar que le vio nacer...
–Así es, en mi trayectoria, dado que me dedico a historia de Roma antigua y de los orígenes del cristianismo, he estado especialmente vinculado a Italia y he tenido algunos reconocimientos importantes fuera, como el título Doctor Honoris Causa de la Universidad de Bolonia. Pero el de la placa es distinto a todos ellos, es algo muy afectivo y de volver a mis raíces. Y la negación de aquello que se dice de que nadie es profeta en su tierra, que en este caso parece que no se cumple.
–La propuesta se sometió a votación en el pleno a petición de profesores y alumnos de la UC...
–Para mí es una satisfacción y un orgullo doble. Por un lado el que colegas de la Universidad en la que he estado tantos años hasta que me jubilé hace poco se acuerden de mí y propongan este homenaje en reconocimiento a los casi 35 años que he dedicado a la Universidad de Cantabria; y al mismo tiempo el que el pleno del Ayuntamiento lo aprobara por unanimidad y aceptara. Yo tenía idea de que iban a solicitar algo parecido, pero no sabía concretamente los detalles. Tras la aprobación del pleno, el propio alcalde, Francisco Asón, me lo comunicó y le agradecí el gesto que han tenido hacia mí.
–La placa se va a colocar en la casa en la que nació...
–Si, en la casa en la que nací en el barrio de la Pola el 24 de febrero de 1944, que ahora es un conocido hotel rural, La casona de Suesa, y que ya no pertenece a mi familia. Aunque yo viví en el pueblo pocos años porque salí a estudiar fuera con 11 años, me siento muy vinculado a las raíces del lugar en el que nací y di mis primeros pasos. De hecho, yo estrené la escuela en lo que después fue durante muchos años la escuela mixta construida en el 49. Las vivencias de la primera infancia quedan muy marcadas para siempre, yo no las he olvidado y voy mucho por el pueblo a caminar y a ver a los amigos, que cada vez me quedan menos conocidos de mí época.
–¿Hasta cuándo estuvo estrechamente vinculado con Suesa?
–Mis padres vivieron ahí hasta que yo tuve 15 o 16 años, pero yo me ausenté un tiempo antes porque fui a estudiar a los Escolapios a Santander.
–¿Su vocación de historiador se forjó en Suesa?
–No, mi vocación es más tardía. Yo estudié en la Universidad de Salamanca el Mundo Clásico y la Historia de la Antigüedad y me atrajo especialmente esta faceta, y además tuve la fortuna de que el año en que terminé la carrera uno de los catedráticos más ilustres que había en ese momento en España en Historia Antigua me seleccionó como ayudante y me llevó con él a la Complutense. Después estuve en Alemania perfeccionándome, he estado en diversas universidades, como la de Murcia, volví después como catedrático a Salamanca y por último aquí a la de Santander, donde he sido de alguna manera el fundador de la Facultad de Filosofía y Letras porque fui su primer decano, y ahí me he jubilado. Y sigo colaborando porque no me he desvinculado de la Universidad.
–Uno no se desvincula de un hijo, como lo es la Universidad para usted...
–Yo vine a la UC en el año 77, que es cuando se creó la Facultad de Filosofía y Letras. Es una época en que en España se produjo un gran desarrollo. Se crearon condiciones para dedicarse a la investigación dentro de las universidades, algo que hasta los 70 no existía. De hecho, la mía fue la primera promoción de una nueva figura que se llamó ayudante de clases prácticas por la cual los alumnos más aventajados de las licenciaturas se les contrataba para hacer el doctorado e iniciarse en la docencia. Somos esa generación los que renovamos la Universidad española para actualizarla y ponerla a nivel Europeo, y ahora nos hemos jubilando, es decir que la Universidad está en manos de una segunda generación de discípulos nuestros.
–Dado que le van a colocar una placa en una calle, y como historiador, no puedo evitar preguntarle su opinión sobre la eliminación de los vestigios franquistas...
–Es una opinión de doble filo. Yo me he lamentado hace poco en una tribuna que publiqué en El Diario sobre el hecho de que en Roma estaba muy extendida una práctica llamada la condena de la memoria. Por la cual cuando un emperador moría y el senado le consideraba mal dirigente, se borraba su nombre de todas las inscripciones y monumentos, lo cual es un perjuicio para los historiadores porque nos han cegado. Yo creo que no se debe de ignorar la realidad, sobre todo para no repetirla, pero tampoco se debe ensalzar la historia de esa época.
–En una de sus tribunas explica que entiende que por ejemplo se retirase la cruz con mensaje fascista que existía en la plaza Italia de Santander, pero que no debería estar en un almacén sino en un museo...
–Sí, sobre todo la placa era muy significativa de la ideología franquista y fascista de Italia, y que yo recuerdo perfectamente. He hablado con responsables del Ayuntamiento para ver si la localizan y me dicen que no la encuentran, así como sí apareció la foto de Mussolini que publiqué hace poco y que nadie sabía de su existencia porque estaba arrinconada en un almacén municipal, imagino que desde los años 40.
–Sé que es complicado aventurarse a analizar cómo recordará la historia esta pandemia, pero ¿qué opina?
–En mi opinión, se tratará de olvidar lo más pronto posible. Sobre los aspectos negros de la vida psicológicamente se echa una cortina negra de humo. Dentro de tres o cuatro años lo contaremos a nuestros hijos y nietos como algo muy lejano. En España tras la famosa gripe de 1918, en la que por cierto murieron mis abuelos, llegó rápidamente la llamada La Belle Époque y sobre todo aquí en Santander fue el periodo de mayor esplendor con la corte real y todo lo demás.
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