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Por un borde asomaban una especie de cuerdas y cables y por otro dos pequeñas bombillas rojas se encendían de forma intermitente. El paquete, además, desprendía un fuerte olor a gasolina. Pasadas las nueve y media de la noche del jueves Francisco Laso, concejal ... del PP, y su hermano Santiago regresaban juntos a su casa de Vega de Pas. Cuando estaban apunto de acceder a la vivienda las parpadeantes lucecitas que destacaban en la oscuridad les llamaron la atención, y es entonces cuando repararon en el bulto.
«Si no llega a ser por las lucecitas ni lo hubiéramos visto», cuenta Francisco al narrar la desagradable sorpresa con la que se toparon al percatarse del extraño paquete junto a la puerta. «Cogí miedo y no toqué nada, claro. Ni se me ocurrió. Sólo vi que tenía cables por fuera y las luces», señala, antes de dar aviso a la Guardia Civil; un agente llegó al lugar y aunque éste tuvo la sensación de que parecía «algo cutre» dio parte a la Policía Judicial, desplazándose hasta Vega de Pas agentes del cuartel de Sarón y del de Santander.
«Vinieron los de desactivación de explosivos y trajeron también un perro adiestrado. Estuvo olfateándolo y como no hizo ningún gesto descartaron que tuviera carga explosiva», relata Francisco. Lo único que olía, que olían todos, era un fuerte tufo a gasolina. Al acercarse a casa y antes de reparar en las luces y en el paquete, los dos hermanos pensaron que ese olor procedía de una motosierra que tenían, pero quien ideó aquel falso paquete bomba seguramente impregnara la caja con algún carburante para dar verosimilitud al engaño.
El paquete en cuestión tenía en su interior una batería de coche con una especie de cordones y cables que salían por fuera, así como otro cable fino conectado a una pila de petaca, que es la que alimentaba los dos pequeños botones rojos que se encendían y apagaban. Según cuenta Francisco, los del Tedax se llevaron el paquete a Santander para analizarlo. El viernes los dos hermanos fueron al cuartel de Camargo para presentar una denuncia y prestar declaración.
«Sinceramente, no lo asocio a nada ni a nadie. Por supuesto, tampoco a ningún adversario político», dice Francisco en relación a su condición de concejal del PP y posibles venganzas políticas o bien a conflictos vecinales. «Esto es obra de gente que se dedica a hacer bromas pesadas. Pero una cosa es una broma de palabra y otra una broma de hechos. Y eso ya no gusta a nadie». Tampoco el alcalde, Juan Carlos García (PP) lo otorga categoría de amenaza o vinculación política: «Lo interpreto simplemente como una broma de mal gusto».
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