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José javier gómez arroyo
Vega de Pas
Miércoles, 19 de mayo 2021, 18:44
En la mitología romana el dios Jano representaba la divinidad de los comienzos y finales, rindiéndole oportuno culto el primer día de enero (Janus, januario, janero, enero) y representado con dos caras de perfil que nunca se contemplaban, simbolizando así el mirar hacia adelante y atrás, al pasado y al porvenir. La historia de nuestra humanidad está repleta de figuras de seres con multiplicación de cabezas o miembros y, dentro de los bicéfalos, destaca por su abundancia el águila con esta fantástica particularidad y cuyos antecedentes encontramos en las artes decorativas de los pueblos de Asia Menor, dos mil años antes de Cristo, para pasar posteriormente a los musulmanes, los cruzados o a los blasones cristianos y, en general, a la heráldica mundial como alegoría de diferentes supremacías y de las que son un claro ejemplo los emblemas de los Habsburgo o del Imperio Ruso.
Pero los pasiegos, pueblo milenario más realista y alejado de representaciones quiméricas e imágenes hegemónicas, cuentan desde hace más de medio siglo con una doble testa vacuna real que vino al mundo en Vega de Pas y que el entonces veterinario titular de la localidad Eladio Diego, testigo que fue de la selección productiva y de los últimos grandes momentos que vivió la ganadería pasiega, se encargó de custodiar para nuestro recuerdo. En su larga vejez rememoraba aún esos pasados y gloriosos tiempos sin olvidar tampoco aquella peculiar anécdota por él vivida cuando tuvo que asistir al parto de esta ternera que venía al mundo con dos cabezas, extraño fenómeno de duplicidad parcial cefálica-facial y conocido como diprosopia: «...fue una noche de agosto de 1970 a las dos de la mañana y la cría venía estirada y con las patas de atrás. Cuando llegué tenía ya medio cuerpo fuera y, al realizar la exploración por el cuello uterino y palpar la cabeza, vi que aquello no era normal. El animal nació muerto y con duplicidad incompleta cefálica facial, presentando dos maxilares inferiores con doble cavidad oral y nasal y con bóveda craneana y cuello únicos. Lo enterraron en la misma finca, pero aún de madrugada decidí ir a buscarlo, lo metí en una bolsa y al día siguiente lo llevé a un taxidermista de Santander...» (Testimonio de Eladio Diego.)
Revolviendo entre los viejos papeles de las hemerotecas encontramos un artículo del corresponsal de Santander en el diario ABC de ese mismo año de 1970 en el que se hacía eco de ambas cuestiones, tanto de la caída en desgracia del sistema ganadero pasiego y cántabro como del insólito suceso: «Resuenan los cencerros y, haciéndoles asonancia, se oyen voces de inquietud por el porvenir de la ganadería montañesa. Son muchas las provincias las que aquí vienen a llevarse magníficos ejemplares de selección. Y se preguntan los entendidos si no nos estaremos comiendo la gallina de los huevos de oro. Piden una política ganadera realista atenta, sí, a la exportación, pero no menos cuidadosa de la supervivencia y conservación de nuestra ya famosa cabaña. Bueno es que se abra la boca aireando estos temas de tanta importancia para la región, que si ha de pensar mucho en el «hoy» no ha de reflexionar menos sobre «el mañana». Hemos dicho abrir la boca, cosa que precisamente no pudo hacer la ternera bicéfala que nació en la Vega de Pas con dos cabezas, cuatro ojos y dos bocas. Por tener unidas sus mandíbulas no pudo hacerlo. Disecada, su poseedor está recibiendo muchas proposiciones de compra.» (Diario ABC de 11 de septiembre de 1970, hemeroteca ABC).
El porvenir de la ganadería montañesa sigue en manos de la individual sesera de nuestros gobernantes, obligando cada vez más a los ganaderos a hacer tan grandes como ridículas inversiones en infraestructuras y sin ver estos compensado el precio de su sacrificado trabajo, mientras que los consumidores nos resignamos igualmente a pagar cada vez más cara la leche. Afortunadamente la doble y rara testa vacuna, codiciada entre otros por la Facultad de Veterinaria de Córdoba o el museo Fragonard de la Escuela de Veterinaria de Maisons-Alfort en Francia, sigue disecada como estático recuerdo de la caprichosa naturaleza pasiega y, al igual que el dios Jano, pareciendo mirar al memorable pasado y al incierto porvenir del sector ganadero cántabro.
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