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Una grúa de obra está parada en mitad del cielo de Puente Viesgo. Es un gigantesco aviso de que ahí se está construyendo el que será el centro neurálgico del arte rupestre de la región. Sin embargo, a las diez de la mañana de un ... martes en pleno agosto, todo es silencio. Solo se mueven las sombrillas que se abren para proteger del sol el desayuno con sobaos de los turistas. Jose se los sirve, es lo que tienen allí para desayunar, les avisa. Eso, y cafés en taza gruesa. Jose no quiere hablar con periodistas sobre las cuevas. Tampoco en el Ayuntamiento, donde buena parte de la corporación está de vacaciones justo esa semana. Además, el concejal Ramón Lombilla ha dejado el aviso a los trabajadores municipales que están en la entrada de que «prefiere no hablar con la prensa» después de que su nombre haya trascendido al haber encontrado dos cuevas en Monte Castillo mientras abrían un nuevo sendero. Es agosto. La campaña turística está siendo «muy buena». Y aunque hay una grúa gigante en mitad del cielo de Puente Viesgo, la noticia del hallazgo en la 'montaña sagrada' no ha trastocado la vida del pueblo, más bien ha despertado un histórico debate entre difusión y conservación; entre el vínculo emocional de quienes viven a la sombra del Monte Castillo cada día, desde hace generaciones, y quienes acceden a su interior para investigar, promocionar y proteger el patrimonio.
A media mañana, Beatriz Vega Ruiz se asoma a la puerta del restaurante La Unión, que lleva años regentando su familia en el corazón del pueblo: «¿Las cuevas nuevas? No sabía que existían, de hecho nos hemos enterado por la prensa. También es cierto que aquí con el follón que llevamos en verano y concentrados en el trabajo no podemos ocuparnos de muchas cosas más, pero hablamos con gente que trabaja allí y tampoco nos han comentado nada», dice. Ese silencio forma parte de la protección de las cuevas mientras se hace la investigación, según fuentes de Cultura. Pero Beatriz Vega responde rápido: «Creo que es importante que haya difusión sobre este tipo de temas, no tiene mucho sentido la investigación si no se cuenta, creo que deberían ser asuntos paralelos», dice, y se aleja para atender su restaurante. A su espalda, la grúa que construye el futuro Centro de Arte Rupestre de Cantabria se ve como un enorme interrogante en el cielo de Puente Viesgo.
Cada vez hay más sombrillas en la plaza, y por la carretera nacional N-623, entre camiones cargados con troncos recién talados, los coches no dejan de meterse al pueblo guiados por las señales azules con la P del 'parking'. En la terraza de El Marqués, turistas y vecinos ocupan ya todas las mesas con vistas al río Pas. Allí tampoco sabían nada de las nuevas cavidades. Iván Buenaga regenta el negocio familiar desde hace casi medio siglo y tampoco sabía de la existencia de las cuevas, a pesar de que, según informó Cultura este pasado lunes, estaban inventariadas desde los años 50 por los camineros de la Diputación regional, y posteriormente por el Espeleoclub de Gracia, que hizo un informe en 1982 tras inspeccionar el Dobra.
«Llevamos aquí 45 años y jamás hemos tenido conocimiento de que hubiera más cuevas», dice Buenaga, quien después de una vida a los pies del Monte Castillo, intuye que detrás de la investigación que se realice a partir de septiembre estará la repercusión del hallazgo: «La clave está en la antigüedad y aún no se sabe si será mayor de lo que ya está estudiado, pero al final todo lo que está relacionado con el turismo cultural y las cuevas tiene repercusión en el pueblo, porque es de lo que vive». Lo que sí conocía, en cambio, es la existencia de ese antiguo camino que unía Puente Viesgo con Hijas, y que al recuperar el histórico trazado, el Ayuntamiento ha descubierto -para unos- o redescubierto -para otros-, las dos cuevas de Cotarío.
Iván Buenaga | Restaurante 'El Marqués', Puente Viesgo
Beatriz Vega Ruiz | Restaurante 'La Unión', Puente Viesgo
Con el alcalde Óscar Villegas al frente de la corporación, muchas actuaciones municipales se eligen por votación popular entre varios proyectos propuestos. Esta primavera, por ejemplo, entre las propuestas a elegir estaba abrir un sendero que volviera a unir Puente Viesgo e Hijas, como hubo antaño. La memoria colectiva se impuso en la votación y ese presupuesto participativo abrió el paso por Cotarío, o Coterío, como algunos también lo llaman, porque tampoco ahí hay unanimidad.
Ludovico Rodríguez, histórico guía de cuevas de Cantabria y natural de Hijas, dice Cotarío, el nombre que oficialmente llevan ahora las cavidades: «Cuando se redescubrieron hace unos meses, porque ya estaban catalogadas en los años 50, desde Cultura me llamaron y me consultaron qué nombre poner. Así que le pregunté al concejal Ramón Lombilla, dado que él las encontró, y también le pareció bien poner el nombre de la zona donde se encuentran». Y así fue.
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Para este guía, tras 35 años trabajando en Puente Viesgo y Hornos de la Peña, el nombre tiene que ver con algo más bien fundacional: «Mi madre me llevaba al médico por Cotarío, era el camino que usaban los del pueblo, iban con los animales. Que las cuevas ahora lleven ese nombre es un reconocimiento a la memoria del lugar», algo necesario, dice, «porque la memoria se está perdiendo a medida que los mayores del lugar desaparecen». El paseo abierto son tres kilómetros hasta el barrio de Cohiño que es el más cercano a las cuevas. A ese camino se puede acceder desde el complejo de Monte Castillo, a la altura de Las Monedas. Aunque el trazado ha cambiado, porque el original «discurría por encima de donde ahora se encuentra el acceso a las cuevas y son prados privados», pero desemboca en el mismo punto. Como si a cada paso se recorrieran los pasos de una población a otra sin olvidar su modo de vida, sus vínculos y senderos que se multiplican por el entorno del Dobra hasta el alto del Castillo, donde está la Cruz; o hacia abajo, donde se puede llegar caminando hacia el futuro Centro, como si fueran vasos comunicantes.
Es precisamente en esa comunicación donde el nuevo camino ha llevado no solo a un pasado que aún recuerdan los habitantes de Puente Viesgo, sino al pasado de sus moradores más antiguos, los del Paleolítico: en mitad de ese camino, que discurre sinuoso entre riscos, encinas y avellanos, están las bocas de acceso a Cotarío 1 y 2, apenas visibles desde el paseo donde los caminantes se mueven con bastones de montaña y calzado apropiado, por el estrecho paso afianzado en la ladera y que bordea el mismo monte.
Esta semana, tras conocerse el hallazgo, el Gobierno de Cantabria cerró el acceso con rejas de metal para proteger así los restos; una tarea titánica ya que desde el camino hasta la boca de Cotarío 2, donde están las pinturas, hay quince metros casi verticales por una pared enriscada. Una vez protegidos los accesos, queda conocer la envergadura del hallazgo.
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