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Teodoro San José
Lunes, 8 de mayo 2017, 07:28
Familias enteras, parejas, jóvenes. El universo de las más de 1.600 personas que asistieron a la convocatoria de Testigos de Jehová celebrado ayer en el Palacio de Festivales abarcaba todo tipo de edades y condición, unidos todos ellos por el compromiso adquirido de ... dedicar su vida a Dios en el día a día. Ése es uno de los pilares de esta religión, como también lo es la asistencia al cabo del año a una serie de reuniones periódicas, como la de ayer, para afianzar sus lazos de hermandad. Esta vez el lema fue 'Cuidemos de nuestro amor a Jehová', y a lo largo de la jornada se sucedieron charlas, lecturas, audiciones y cánticos dentro de un programa que también incluyó el bautismo de nuevos miembros.
Los asistentes a esta Asamblea de circuito, venidos de Cantabria y varios centenares desde Vizcaya, llenaron tanto la Sala Argenta como también la Sala Pereda, desde donde se seguían los actos que se celebraban en la primera a través de una gran pantalla. Tras el telón de la sala principal se había instalado una pequeña piscina de plástico, similar a la que se monta en los jardines de algunos chalés, que quedó al descubierto una vez que el superintendente José Luis Oria concluyó su plática del bautismo. Y allí, sobre el escenario, ocho personas se sumergieron en las aguas y representaron la decisión de cambiar su vida pasada por otra nueva regida según las normas de la Biblia y su lealtad a su Dios.
Se trata de un acto simbólico -imitan el bautismo de Jesucristo cuando se sumergió en las aguas del Jordán-, una inmersión que supone la entrada en la comunidad de los Testigos de Jehová y alcanzar así el grado de publicadores. En Cantabria componen el colectivo unas mil personas (y 110.000 en toda España), agrupándose principalmente en las congregaciones de Santander, Torrelavega, San Vicente, Laredo, Castro, El Astillero y Reinosa.
Los ocho fueron entrando uno a uno, en chanclas y tocados con un bañador y cubiertos con una camiseta blanca. Recibían el aplauso de los asistentes en la sala una vez que salían del agua mientras sus familiares, entre bambalinas, hacían fotos y salían a su encuentro toalla en mano. "Nos hacemos testigos de Jehová tras conocer y estudiar la Biblia", señala Rubén del Río, uno de los delegado de la comunidad, "y el bautismo es el principio de la carrera". Hablan del bautismo, no de bautizo, como el punto y aparte para iniciar un nuevo estilo de vida.
Y es que los testigos de Jehová "entendemos que nuestra religión no es una forma de pensar, sino de vivir", como señala Hilario Pérez, otro de los delegados. Y hablan de que, frente a los estereotipos sociales en torno a esta religión y sus practicantes, ellos son "gente normal, con familia, trabajo y problemas como todo el mundo, pero que luego procuramos vivir bajo los preceptos de la Biblia, tratamos de conocer más a Dios y cómo ponerlo en práctica en la vida diaria".
Tras la sesión matinal, que concluyó con el bautismo, los asistentes se repartieron por el recibidor y los alrededores del Palacio de Festivales y tiraron de fiambrera, de bocadillo y de sándwich para aprovechar la hora del receso y comer. Esparcieron mantelitos, ocuparon bancos y escaleras y cogieron fuerzas para hacer frente a la sesión vespertina, que concluyó sobre las cuatro y media de la tarde tras una oración y una canción.
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