Adiós al pionero de la navegación de recreo
Jaime Piris ·
Dueño de Yates & Cosas y referente en el Real Club Marítimo de Santander, falleció en la capital cántabra el pasado sábado a los 87 añosSecciones
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Jaime Piris ·
Dueño de Yates & Cosas y referente en el Real Club Marítimo de Santander, falleció en la capital cántabra el pasado sábado a los 87 añosCon apenas 30 años, Jaime Piris Piñeiro comenzó a vender en Santander pequeños artefactos para barcos de recreo y un diminuto motor fueraborda inglés que era poco más que un molinillo de café. En la ciudad, por aquel entonces, era el único proveedor. «Si alguien ... quería comprar un barco, fuera de vela, de motor o de cualquier otra clase, del precio que fuera, tenía que acudir a él», cuentan sus amigos. Al negocio lo bautizó como Yates & Cosas, y a partir de ahí el ascenso fue meteórico. Piris, que murió en Santander el pasado sábado a los 87 años fue, de alguna manera, el pionero de la navegación de recreo en la capital cántabra.
«Era un hombre culto, con una memoria increíble y muy aficionado a la navegación, al golf y a la pesca submarina», recuerda su hijo, Jaime Piris, que hace años tomó el timón del negocio para que su padre disfrutara de la jubilación. «Fue entonces cuando pudo cumplir su gran sueño, que era cruzar el Atlántico». Se embarcó en su velero junto a su mujer, Ángela Turner, de origen inglés, y navegó durante un año recorriendo las costas caribeñas.
Conocido en Santander de toda la vida, varias veces por semana tomaba los palos de golf y recorría el campo de Pedreña, de hoyo en hoyo, junto a su gran amigo Ángel Gutiérrez: «Lo hemos pasado muy bien y hemos compartido muchas cosas», cuenta. «Era una de esas personas con infinitos conocimientos de la vida. Era una delicia estar con él y le voy a echar mucho en falta», lamenta Gutiérrez. «Todavía este pasado agosto, cuando quedábamos, me comentaba que había estado nadando por la bahía».
Familiares y amigos lo recuerdan como una persona recta. «No te consentía, sino que te exigía lo que creía que era justo, y es que realmente lo era», recuerda su hijo Jaime. «Sus opiniones eran muy respetadas porque siempre estaban muy bien fundamentadas. Eso sí que lo destacaba la gente de verdad».
Una institución
En el Real Club Marítimo de Santander (RCM) Jaime fue una institución. Llegó a ser vicepresidente y tanto los mayores como los pequeños lo respetaban. Era alguien que sabía muy bien de lo que hablaba. Que tenía conocimientos técnicos y de los materiales –fue el primero en Santander que comenzó a vender barcos de fibra de vidrio–, pero también de navegación, de la cultura que se vive en torno a este mundo. No es de extrañar que otro de sus hijos, Antonio, se dedique profesionalmente a la náutica de competición.
Pero más allá de todo ello, quienes le conocían bien, remarcan su calidad como persona. «Podría definirle con tres palabras: 'un hombre bueno'. O tal vez podría decir 'un hombre ejemplar'», resume otro buen amigo que prefiere el anonimato. «Era un hombre honesto con su familia, con sus clientes, con sus proveedores y con todo el mundo. Si yo hubiese tenido que poner en su custodia cualquiera de mis bienes materiales o inmateriales, estoy absolutamente convencido de que no hubiera hecho un mal uso de mi confianza».
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