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El temporal no frena la rehabilitación del Muelle de Maura. Aunque desde el paseo marítimo no se aprecia -más allá del material acumulado y los letreros que anuncian la obra-, cualquiera que afine el oído escuchará, bajo sus pies, el ruido de la maquinaria. Es ... allí, en la estructura, donde se desarrollan las intervenciones que tienen por objetivo reforzar el muelle para que vuelva a ser seguro transitar sobre él. Aquellos que se asomen a la rampa verán más de la obra: los andamios que inundan todo su 'esqueleto' y tras los que se encuentran los operarios.
La previsión es que en las próximas semanas se pueda abrir parte del paseo a los peatones y ciclistas y se recupere el antiguo carril bici, que se tuvo que trazar de nuevo por el cierre. Desde hace tres años, más de la mitad del muelle está vallado para impedir que la gente acceda a la zona más peligrosa, la que se ubica sobre sus malgastados cimientos. Esto crea un embudo, ya que es un área muy transitada de la ciudad -sobre todo en verano, cuando el paseo se llena de vecinos y turistas- y ha perdido más de la mitad de su anchura tras el cierre.
Las vallas que se colocaron en 2018, cuando se detectaron las deficiencias de la estructura del Muelle de Maura, no eran muy altas y no suponía apenas esfuerzo burlarlas. Por eso, era habitual ver gente en la zona restringida, tanto en un banco que quedó dentro como pescando. Ahora, se han colocado unas nuevas vallas -pegadas a las otras- de dos metros de altura que sí impiden el paso. Así, en el área que queda cerrada, la empresa Misturas, encargada de la obra, acumula el material y la maquinaria que necesita para reparar la estructura.
Las intervenciones cuentan con un presupuesto de 1,04 millones de euros y tienen un plazo de ejecución de seis meses, por lo que la previsión es que terminen en julio. Se centran, principalmente, en recuperar la integridad estructural de los elementos en mal estado y en reforzarlos para que puedan soportar las cargas correspondientes a su uso como paseo marítimo, lo que implica el paso habitual de peatones y, ocasionalmente, de vehículos.
Las obras, financiadas al 50% entre el Ayuntamiento de Santander y el Puerto, arrancaron a raíz de un informe que elaboró la Autoridad Portuaria donde se puso de manifiesto la avanzada degradación estructural del muelle por procesos patológicos del hormigón, el ambiente en el que se sitúa y el tiempo transcurrido desde su construcción. Por eso, por motivos de seguridad se cerraron al público los 700 metros cuadrados que lo forman.
Aunque también se barajó derribarlo, el Consistorio elaboró un estudio técnico para proponer la rehabilitación de la estructura con el objetivo de no perder este céntrico espacio de la ciudad, planteamiento que el Puerto aceptó.
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