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Eran las ocho y dos minutos del 19 de febrero de 1992. Andrés Fernández, fotoperiodista de El Diario Montañés durante 27 años, salió de trabajar ... y se dirigió a su casa. Se estaba preparando la cena cuando recibió una llamada al teléfono fijo. «Entonces no había móviles. Me llamaba José Luis Ramos, jefe de Diseño y coordinador del trabajo de los fotógrafos. Me dijo: 'Andrés, ha habido un atentado en La Albericia'». Y no le creía. «Que sí, de verdad, que ha habido un atentado de ETA», insistió Ramos. Fernández cogió su moto y por la Avenida de Los Castros, «no tocaba el asfalto». Llegó y aparcó en cualquier lado. «Había mucha gente y estaba todo acordonado, no me dejaron pasar». Al final, como buen fotoperiodista, lo logró. Y allí se encontró el horror: «Empecé a hacer fotos, aquello era dantesco, horrible».
Treinta y tres años después, una de esas fotografías protagoniza un homenaje a las tres víctimas que fallecieron en este atentado –Julia Ríos, su marido, Eutimio Gómez y el joven Antonio Ricondo– y a las 19 personas que resultaron heridas. Un reconocimiento a su trabajo que le enorgullece. «No cabe duda que un fotógrafo se tiene que sentir muy orgulloso por este tipo de cosas, y en este caso, pues con más motivo, porque fue un suceso que menoscabó la libertad de las personas».
En esa fotografía en blanco y negro, tomada desde la altura, se puede ver la zona exacta del atentado, momentos después de la tragedia. Barullo de gente, policía, cinta policial acordonando el lugar... «Ya era de noche y eso me transmitió una sensación de más desasosiego aún, tristeza... No sé, de más horror», recuerda Fernández. Miraba hacia arriba y veía a gente asomada a las ventanas, «estaban muy asustados». «Le hice señales a una señora mayor, que vivía en un piso alto. Le pregunté si me dejaba subir y a pesar de que me vio con las cámaras, no puso problemas». Una vez allí, reconoce que tuvo que posar su objetivo en el borde de la ventana porque estaba temblando. «Teníamos el hándicap de que trabajábamos con cámaras analógicas, con carretes. Utilizábamos una película TMAX 400, forzándola. Luego en el laboratorio, tiramos con flash a tope, porque había mucha distancia. Es que había que iluminarlo lo máximo posible».
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Hizo unas cuantas fotografías. Cuando entendió que ya lo tenía –hasta llegar a la Redacción no supo si estaba bien o no– le dio las gracias a la señora y siguió trabajando. Luego volvió a la sede de El Diario Montañés (a pocos metros del lugar del atentado) para revelar las imágenes. Una de ellas, la que protagoniza el homenaje. «Allí me enteré de que mi compañero fotógrafo Manolo Bustamante salió de trabajar y estaba parado en el semáforo de la floristería de La Albericia. Justo detrás, a diez metros, estalló la bomba. Solo pensar que le podría haber pasado a él, igual que les ocurrió a las tres víctimas»... El relato de Bustamente era «sobrecogedor». Contó a sus compañeros que el coche se levantó del suelo por la onda expansiva. «Las fotos que hizo Manolo, que estaba justo en el momento, eran horribles. Algunas no se podían publicar».
Treinta y tres años después de aquel atentado que perpetró la banda terrorista en Santander, el peor en la ciudad, la fotografía de Fernández encabeza un tótem informativo sobre lo ocurrido y sobre las personas a las que ETA segó la vida. Hoy, al lado, tres acebos homenajean a esas tres víctimas, a cuyos pies figuran las respectivas placas con los nombres con los que, de forma familiar, se conocía a los fallecidos: 'Cati', 'Timio' y 'Toño'. Además del tradicional monolito.
«Es un orgullo que mi foto sirva como homenaje a la libertad», reflexiona Fernández. Y es que, explica, fueron atentados «contra la libertad de la gente, de ser uno mismo, de tener el trabajo que uno quiera y de pasear allí porque te da la gana», añade el fotoperiodista , que reconoce que le costó mucho liberarse de esa sensación tan «triste» tras ver el «horror» en primera persona. «No pegué ojo en toda la noche. Al día siguiente hice seguimiento del tema... Pero iba como un zombie. Lo viví por mi trabajo y había pasado por la rotonda de la bomba media hora antes de lo ocurrido. Entonces, piensas: ¿Y si me hubiera tocado a mí?».
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Ana del Castillo
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