El antiguo reloj de la Catedral, de exposición
Restauración ·
Vuelve a la vida la máquina que daba la hora en el templo santanderino. Se puede visitar en el museo tras una reparación de 5.000 eurosSecciones
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Restauración ·
Vuelve a la vida la máquina que daba la hora en el templo santanderino. Se puede visitar en el museo tras una reparación de 5.000 eurosTiene más de setenta años y, durante al menos dos décadas, estuvo relegado en un trastero, pese a que su restaurador lo considera «una verdadera joya» que en cualquier otro país –con mayor pasión por los relojes– sería tratado como un monumento. ... Carlos Herrero acaba de poner en hora la maquinaria que hacía girar el viejo reloj de la Catedral de Santander y hace aproximadamente una semana lo instaló en el museo de la torre del templo, en el último piso –«el de las campanas»– para que el ingenio pueda ser admirado.
La esfera con sus agujas que todos vemos desde la calle nunca ha dejado de ser puntual porque, cuando el viejo engranaje falló se le añadieron unas vísceras electrónicas, que son las que lo han mantenido girando.
Herrero, relojero municipal, cuenta que echar a andar de nuevo la pieza de mediados del siglo XX ha sido muy laborioso: se han necesitado unas 200 horas de trabajo (casi dos meses) para desmontar el conjunto, limpiarlo, corregir todos los defectos, volver a ensamblarlo, desmontarlo de nuevo para llevarlo otra vez a la catedral y, una vez allí, hacer los ajustes que se requerían para instalarlo en el nuevo espacio expositivo que lo acoge.
Tiempo, sí, y también presupuesto, porque el Ayuntamiento de Santander ha desembolsado 5.000 euros en el empeño. Según el encargado de restaurar la máquina, esta lo merecía: tras quedar destrozado el antigo reloj en el incendio de la ciudad, en 1949 se encargó este a la fábrica Viuda de Murúa de Vitoria, a la que se pidió uno especial. De hecho, «es de los pocos de estas características que salieron de esta empresa», que firma más de 400 instalaciones en España, norte de África y Sudamérica.
El artefacto es un prodigio de precisión. Cuenta, explica Herrero, «con tres trenes de rodaje que controlan el movimiento, los cuartos y las campanadas de repetición y porta un escape de áncora de fuerza constante ideado por Graham en 1.703. Este se acciona a partir de pesas que actúan por gravedad. La de mayor peso es la llamada de 'sonería' (alcanza los 250 kilos)».
De su sofisticación hablan también todos los materiales empleados para montarlo. El armazón principal, el soporte de barriletes y los tornos de carga de las pesas son de hierro fundido. Los ejes, piñones, la báscula de sonería, las bocas de áncora (y algunos otros elementos) son de acero mecanizado. Las ruedas de transmisión, los casquillos, las manetas de sujeción de palancas, la esfera y el cerquillo son de latón fundido. Y el bronce se utilizó para los casquillos de apoyo de los ejes de las ruedas y los centros con engrasador.
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