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Atilano Rodríguez fue uno de esos arquitectos ilustres nacidos en Cantabria, una personalidad decisiva en la configuración urbana de Santander y al que la ciudad debe una parte muy importante de la actual fisonomía urbana de esta ciudad. Vivió en la capital cántabra -prácticamente desarrolló ... toda su actividad profesional en esta ciudad- y también murió en ella. En uno de los edificios que él mismo diseñó, en la calle Gómez Oreña 15, junto a una plaza que también es de su creación, la de Cañadío. Así se recuerda desde ayer con una placa con su nombre en el inmueble que ya forma parte de esa ruta de santanderinos ilustres que promueve el Ayuntamiento y en la que ya figuran 21 personalidades de distintos ámbitos.
La iniciativa tiene como objetivo recordar a algunas de las personas más significativas de la historia de la ciudad y, de paso, mostrar a los vecinos y turistas «ese otro Santander» alejado de playas, El Sardinero, La Magdalena y otros puntos claves del turismo. Tal y como señaló la alcaldesa Gema Igual, quien ayer se encargó de descubrir la placa que recuerda a Atilano Rodríguez y es que, si alguien merece formar parte de esta ruta, es este santanderino (1843 / 1893) que desarrolló un trabajo clave en la transformación urbana de la ciudad del siglo XIX.
Acompañada por un buen número de miembros del Centro de Estudios Montañés, que fue el que solicitó al Ayuntamiento este reconocimiento, y de la concejala de Turismo Miriam Díaz, la alcaldesa no obvió algunos detalles de la biografía del arquitecto del que destacó que «debido a su buen gusto, su elegancia y su racionalización del espacio, se convirtió en un arquitecto muy conocido y adelantado a su tiempo, ya que también apostó por la modernización y la creación de nuevas arquitecturas». Si bien fue Francisco Gutiérrez, presidente del Centro de Estudios Montañeses, el que más datos relevó del nuevo 'ilustre'.
Atilano Rodríguez fue el arquitecto municipal del Ayuntamiento de Santander de finales del siglo XIX, y el responsable de importantes espacios urbanos que han ido conformando la ciudad, como la Alameda Primera, la plaza de Numancia o las primeras ordenaciones de El Sardinero, así como edificios que aún perduran como la casa-palacio de Juan Pombo o el Palacete de Cortiguera.
Entre los años 1872 y 1892 realizó importantes obras en el centro de la ciudad, como la prolongación del Muelle de Calderón y algunas reformas que afectaron directamente al aspecto definitivo de la plaza de Pombo, el Muelle o Cañadío.
Entre sus obras más emblemáticas también se encuentra el Club de Regatas, así como una serie de viviendas en las principales calles de la ciudad. Del mismo modo, destaca su participación, junto a Severiano Cecilia, en el proyecto y en la construcción de la primera sede del Banco Santander en el Paseo Pereda en 1875, que dio paso al gran edificio dividido por un gran arco sobre la calle del Martillo que constituye uno de los grandes hitos urbanísticos de la capital cántabra. Y es que, si de algo puede presumir Cantabria, tal y como recordó Francisco Gutiérrez es de arquitectos pues algunas de las grandes obras de este y otros países llevan firma de profesionales cántabros como Leonardo Rucabada, Juan de Herrera, Ricardo Lorenzo... Y el nuevo ilustre es otro ejemplo de ello, un arquitecto que además no solo tuvo en cuenta las necesidad artísticas también fue pionero en la introducción de elementos que facilitaran la vida de las personas. Fue el primer arquitecto en introducir un montacargas en uno de sus edificios y también en instalar un aljibe para el uso del agua.
Alfredo Alonso, José Francisco Díaz, Pedro Arce y Antonio Atienza, del Centro de Estudios Montañeses fueron otros de los asistentes al acto.
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