El belén de las 600 piezas de Piedad y Manolo
Terapia en pareja ·
Un matrimonio de Santander, él de 80 años y ella de 77, tarda mes y medio (seis horas diarias) en preparar el nacimiento en su garaje, lugar de peregrinajeSecciones
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Un matrimonio de Santander, él de 80 años y ella de 77, tarda mes y medio (seis horas diarias) en preparar el nacimiento en su garaje, lugar de peregrinajeManolo camina con paso lento y tiene el jersey lleno de musgo seco. Intenta sacárselo de encima golpeándose en el antebrazo, pero se agarra como una garrapata al algodón granate. Piedad, su mujer, está esperando en la puerta de su garaje, detrás de la iglesia de San Joaquín, en el Grupo Ruiz García Oeste (Santander). «Aquí está el nacimiento», dice señalando al belén que ocupa el 80% del espacio. Tiene cerca de 600 piezas y luces por todas partes, en las casas, en las tiendas e incluso en las farolas en miniatura que un familiar les trajo de Nápoles.
Este matrimonio casi octogenario, él tiene 80 y ella 77, tarda mes y medio, con una media de seis horas diarias, «a veces son ocho», dice Piedad, en montar el belén. Lo llevan haciendo 15 años, pero las vueltas al sol pesan cada vez más «y, nos da mucha pena, no sabemos si las próximas navidades tendremos ganas de meternos en este ajetreo, acabamos muy cansados». Seguro que sí porque ese trabajo mano a mano, a pesar de reñir como el gato y el ratón, es «terapéutico». No solo por el sonido del agua de las cascadas y el río, sino «porque no entro en casa, me paso el día aquí y ni me acuerdo de picar entre horas», señala divertida esta santaderina.
Como los Reyes Magos al pesebre, los niños del barrio, los que acuden a catequesis y escolares de la zona acuden al garaje de Piedad González y Manolo López para buscar, como si fuera la fachada de la catedral de Salamanca, una rana, una rata albina, el meón y el cagón. Es la tradición, cada año además los colocan en distintos sitios. Pero es que además hay otros cientos de rincones curiosos, como la tienda de chorizos o telas, la farmacia, el borracho agarrado a la farola, el estanque de peces (reales), las jaulas con gallinas o el puchero con agua hirviendo. Hace falta invertir más de media hora con plena atención para percatarse de los detalles, como el de la cueva con el oso y el pescado que lleva en la boca.
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«Yo soy el de los cables», señala Manolo, que no para de agacharse una y otra vez para encender las 70 conexiones de luces de cuevas, casas y barriadas. Trabajó en Teka durante toda su vida laboral, pero los «arreglillos» le han gustado siempre y en casa se las ha dado de manitas. Aunque para virtuosa Piedad. Siempre ha sido ama de casa, con todo lo que ello implica. De ahí que replicar castillos y casas en los montes de Judea haya sido pan comido. «Yo me metía en internet, buscaba belenes y copiaba a mano los edificios con materiales que tenía en casa, como maderas, poliuretano, cartulinas... e incluso con las piedras del arenero de los gatos», explica.
La visita al belén de este encantador matrimonio es gratuita. No tienen horario fijo, como jubilados que son prefieren no mirar el reloj, abrir y cerrar cuando quieran. Así que lo mejor que puede hacer alguien con interés en encontrar la rana o el ratón albino es darse un paseo por el Grupo Ruiz García Oeste, detrás del cuartel, y afinar el oído. Quizá los villancicos o el sonido de las cascadas del nacimiento les lleven hasta él.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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