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Con sus pinceles, los arqueólogos Lino Mantecón y Javier Marcos revelan el pasado de Santander en busca de su origen. Cada elemento localizado da nuevas pistas: un anillo de plata que sigue en el dedo -o más bien en el hueso- de su dueño, un ... trozo de loza, una moneda, un mosaico o restos de una fortificación. Pistas que, de momento, sitúan el surgimiento de la ciudad dos siglos antes de lo que se creía. Y aún quedan tres meses más de excavaciones, por lo que podrán concretar más sobre su origen.
Aunque en Santander hay asentamientos humanos desde la llegada de los romanos en el siglo I, no fue hasta la Edad Media cuando la población fijó su residencia en el cerro de Somorrostro, donde hoy está la Catedral y donde la gente empezó a convivir como urbe. Entonces, era una península rodeada de mar. Sin embargo, antes de las excavaciones que actualmente llevan a cabo Mantecón y Marcos en la calle Los Azogues -y que forman parte del Plan Director de la Catedral que arrancó en 2017-, se creía que este núcleo se había desarrollado a partir del siglo XII. Tras los últimos hallazgos, como restos de fortificaciones más antiguas y también humanos, la fecha se adelanta: «Demuestran que ya había antes población formada y con recursos para levantar infraestructuras». Aunque el origen de la ciudad puede ser incluso anterior, pues aún queda excavación por delante: «Estamos en ello».
Con los primeros sondeos, realizados hace cinco años, ya se detectaron indicios de que el origen de Santander era previo a lo que se pensaba. Sin embargo, no pudo confirmarse hasta que los elementos detectados fueron saliendo a la luz. Y así lo demostró el hallazgo de los restos del Castillo de San Felipe, del siglo X, que ahora forman parte de las Dependencias Capitulares recién restauradas y ya abiertas al público. A ello se suman las últimas excavaciones de Mantecón y Marcos, iniciadas hace un mes y que forman parte de la segunda fase de los trabajos arqueológicos de Los Azogues, durante las que han descubierto una muralla que, por su tipo de piedra de sillería y por cómo está armada, se deduce que es románica y no gótica, como se pensó antes de empezar a cavar. Los expertos aún no han determinado si se trata de parte de la Abadía de los Cuerpos Santos -donde recibieron sepultura San Emeterio y San Celedonio- o de una iglesia colegial, dato que podrán confirmar según la investigación siga avanzando.
La segunda fase de los trabajos arqueológicos en la calle Los Azogues empezaron en agosto y durarán seis meses. Los cuatro primeros estarán destinados a las excavaciones y durante los otros dos se procederá a la reconstrucción de la vía, para lo cual se «construirá una ventana longitudinal para que se vean los restos de las murallas y muros y se rematará la calle con adoquines de la época», explicó la alcaldesa Gema Igual en el arranque del proyecto. Estas actuaciones forman parte de la quinta fase del Plan Director de la Catedral para poner en valor todo el conjunto catedralicio y la recuperación del patrimonio. Desde que arrancó el plan en 2017, se han realizando diferentes intervenciones como la renovación de la calle Obispo Juan Plaza y la plaza de Eguino y Trecu, la reforma de las Dependencias Capitulares para habilitarlas como museo, Archivo Diocesano y sala de consultas, la puesta en valor del refugio antiaéreo de la Guerra Civil 'Frontón del Cristo' o el convenio para la cesión temporal compartida de la Torre y el claustro de la Catedral.
Otro de los elementos que se detectaron durante los primeros sondeos fue un cementerio que, con la colaboración de la antropóloga Silvia Carnicero, están analizando. Aunque los restos localizados aún están en el laboratorio, la datación relativa -la que se hace a simple vista, observando detalles como materiales o inscripciones- ya permite concretar cuándo vivieron. Sorprende lo bien conservados que están algunos restos. Uno de los cuerpos estaba tan completo que hasta el anillo de plata que portaba seguía en su dedo. Otro, también en buen estado, tiene junto al cuello una moneda que, según los arqueólogos, formaba parte de un colgante. Carnicero, con una formación más específica, detectó también con un primer examen cómo habían fallecido algunos de ellos, ya sea por marcas en el cráneo que revelan agresiones o signos físicos de enfermedades como la tuberculosis.
El hecho de que exista un cementerio con varios siglos de funcionamiento demuestra que Santander era un asentamiento importante antes de que fuera un fuero, donde la población pasaba su vida completa hasta fallecer. De hecho, Mantecón y Marcos explican que se concentraba mucha gente en esta península y que hay varios niveles de personas enterradas. Además, en las 'capas' más bajas, los restos están más mezclados, prueba de los movimientos de tierra que sus habitantes hacían al enterrar unos cuerpos sobre otros. También se sabe que ya eran cristianos por su posición, mirando hacia arriba. «La aparición de este cementerio, pegado a viviendas y también por la zona del claustro de la Catedral, demuestra que ya había mucha presión urbanística, por lo que Santander ya era una urbe importante antes de que se le concediese la distinción de fuero en 1187 y las condiciones jurídicas que lo caracterizan», coinciden los arqueólogos.
Una de las sorpresas que Mantecón y Marcos se han llevado al investigar este cementerio es que los cuerpos estaban enterrados en ataúdes de madera, algo poco habitual hace tantos siglos. Lo saben por la aparición de clavos, ya que la estructura está completamente desaparecida. «Es curioso porque muy cerca había canteras de caliza, y lo común en la época era hacer ataúdes de piedra. Desconocemos aún por qué se decantaron por la madera». Hasta el momento, se han localizado 35 individuos con conexión anatómica -es decir, con parte de la estructura de sus cuerpos unida- y muchos «revueltos» -que sólo se ha localizado alguna parte del cuerpo mezclada con las de otros individuos-.
Entre los estudios que desarrolla ahora Carnicero, están el de conocer más sobre el ADN de estos primeros santanderinos: cuál era su procedencia, qué enfermedades sufrieron o qué dieta consumían, entre otras cuestiones. También se investiga el origen del sílex localizado en el yacimiento, una piedra que se utilizaba como lastre y que los barcos van soltando a medida que necesitan perder peso. No es una piedra habitual de Cantabria, sino de regiones más al norte como Francia e Inglaterra, por lo que localizar su origen permitirá saber qué población llegó a Santander durante la Edad Media y cómo influyó genéticamente en las personas que ya vivían en la zona.
En estas excavaciones también se han encontrado elementos anteriores y posteriores a la Edad Media. Hay restos romanos como mosaicos de la terma conservada en el subsuelo de la iglesia del Cristo, fragmentos de mortero hidráulico que se usó en la la terma, restos de un incendio del siglo XIII o XIV y también loza que pertenece al siglo XIX.
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