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La centenaria vida de Rosario
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Esta longeva vecina de Cueto celebra hoy su cien cumpleaños rodeada de sus hijas, yernos, nietos, bisnietas y amigasAlgo tiene Cueto que entre sus habitantes están algunas de las mujeres más longevas de Santander. Lo que seguro que influye es la tranquilidad que se respira en esta zona de la ciudad donde se escucha más el canto de los pájaros que el tráfico ... habitual del centro. Lo sabe bien Rosario, quien lleva un siglo viviendo allí y disfrutando a diario de su jardín, sus paseos, su huerto y sus animales. Y lo de 'siglo' no es una forma de hablar. Esta vecina celebra hoy su cien cumpleaños acompañada de sus seres queridos: hijas, yernos, nietos, bisnietas y amigas. Y lo celebrarán por todo lo alto con una 'comida sorpresa'.
Aunque todo el mundo la llama Rosario –o el diminutivo cariñoso 'Sario'–, su nombre real es María, aunque no lo supo hasta que no empezó con los preparativos de su boda. Cuando fue a la iglesia a buscar el papeleo necesario, el cura no encontraba nada a nombre de Rosario. «Y ahí supe que mi nombre era María, a mi padre hasta se le había olvidado. Pero ya a esas alturas, me quedé con Rosario», explica.
Aunque ahora no puede caminar porque le han operado de una cadera, Sario ha paseado siempre, una afición que seguro que ha contribuido a que tenga una vida tan larga y plena.«Por lo menos una hora por la mañana y otra por la tarde», apunta su hija Charo. De hecho, muchos días va sola a casa de su amiga Loli. «Y cuando llego me preguntan: ¿Pero dónde estabas?». Tiene la suerte de ser independiente: se viste y se peina sola y pasa mucho tiempo en el jardín de casa, donde el sol le acompaña todo el día. Hasta hace bien poco (se canceló por el covid) iba a clases de trabajos manuales, donde disfrutaba pintando y cosiendo, actividades que echa de menos pero a las que ya no puede dedicarse porque no ve muy bien. «No entiende que son achaques de la edad, ¡qué espera con cien años!», añade Charo.
Sario ha viajado mucho. Cuando se quedó viuda, a finales de los 80, sus amigas le animaron a apuntarse al Imserso. A Sario no le hacía mucha gracia porque echaba de menos a su marido. «Pero la vida sigue, no queda otra». Así que, con su pandilla de Cueto, han viajado por toda España: «Hemos ido mucho a las islas». También ha sido una enamorada del baile. «Cómo nos lo hemos pasado», recordaba con su amiga Loli, que le hizo una visita para traerle el pan a mitad de esta entrevista.
Con tanto recorrido, a lo largo de su vida ha vivido la Guerra Civil, la segunda Guerra Mundial, la posguerra y hasta una pandemia. «Aunque no me contagié». De hecho, una de las anécdotas que recuerda de su infancia es esconderse en el huerto, «debajo de las coliflores», cuando oía las sirenas que alertaban de la llegada de aviones y de posibles bombardeos. «También tuve que meterme en un refugio antiaéreo un día que bajaba por la cuesta de la Atalaya a llevar comida a mi padre». Hoy, su vida es mucho más tranquila. Tiene la suerte de vivir acompañada de su familia, tanto los que viven con ella como los demás, que también están cerca. Así, Sario es orgullosa madre de Eva, Charo y Montse y sus yernos Antonio y Miguel Ángel. Orgullosa abuela de Manuel y su mujer Ana, Miguel y su mujer Alba, y Andrea. Y, por supuesto, orgullosa bisabuela de las pequeñas Marina y Alicia.
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