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Las defensas de los cuatro acusados de la violación grupal durante la Semana Grande de Santander del año 2022 creen que la denunciante ha incurrido en «múltiples contradicciones» y rechazan que este caso sea equiparable al de 'La Manada' de San Fermín. «No tienen nada ... que ver, no son comparables y este caso requiere una resolución diferente».
El juicio quedó este viernes visto para sentencia con los alegatos de los cuatro letrados de las acusados (Espoir N. N., Jean P. N., Ble C. y Julio C. C.,), que insistieron en que las relaciones fueron «consentidas» y que la chica, que entonces tenía 22 años, participó voluntaria y activamente en ellas y, además, estaba «consciente».
Frente a la opinión del fiscal, que calificó de «salvaje» la agresión que a su juicio profirieron los procesados a la denunciante, en la línea de lo ocurrido en Pamplona en el año 2016, una de las defensas, la de Julio C. C., aseveró que en el caso de 'La Manada' la denunciante «sí fue arrastrada», mientras que en el de Santander ésta accedió al dormitorio de forma «voluntaria» porque «quería tener relaciones» con uno de los acusados, las inició con un segundo imputado «de manera activa» y «no manifestó», ni verbalmente ni con gestos, que no quería mantener las relaciones posteriores. Además, esta letrada recordó que los agresores de La Manada se marcharon tras la violación grupal y, en el caso de Santander los acusados «permanecen» en la vivienda, porque «creen que no ha hecho nada malo», al igual que la joven, que «no fue retenida». «Ella quería una emoción fuerte y no quiso ponerse límites, estaba a gusto».
Las defensas también consideran que hay que tener en cuenta las circunstancias personales y vitales previas de la denunciante, que padece un «trastorno de personalidad, impulsividad e inestabilidad emocional», con «ansiedad y ánimo bajo», causada por una relación en la que sufrió «malos tratos psicológicos y físicos». Además, no descartan que el trastorno por estrés postraumático que también padece tenga que ver con ese experiencia anterior a estos hechos.
Dicho esto, a las defensas hay ciertos aspectos del relato de la denunciante que no les cuadran. Por ejemplo, que después de relatar con detalle la supuesta agresión que sufrió por parte de los cuatro en el piso de Santander de uno de ellos, «se fuera a pie, junto a dos acusados, atravesando una buena parte de la ciudad, a plena luz del día y sin pedir auxilio pese a tener múltiples oportunidades». «La justificación que da es que estaba en shock, pero las imágenes que recogen todo ese trayecto no reflejan a una persona que deambule de forma errática o que se tambalee. Es más, sigue a Espoir, que no tiene ningún control sobre ella».
El abogado de este último acusado también cuestionó esos supuestos mensajes que mandó la denunciante a su compañera de piso –y quien acudió a su encuentro– alertando de lo sucedido. «No han aparecido ni se han aportado a la causa». ¿Cuál fue la motivación de la denunciante para salir aquel día de fiesta?, interpeló entonces este letrado. «Buscaba una emoción fuerte, nos ha contado la denunciante». De esta forma, este abogado rebatió la tesis acusatoria sobre que la joven sufrió una «violencia extrema» y un «riesgo vital».
Otra de las «incongruencias» de este caso, según otra de las defensas, es que la chica afirme que «no recuerda el trayecto hasta el piso donde ocurrieron los hechos, pero luego da todo tipo de detalles sobre la supuesta agresión». «Además, hay heridas que no se pueden relacionar con prácticas sexuales y las que sí son compatibles con relaciones consentidas». «No dijo de forma espontánea que tuviera miedo, temor o angustia; en un primer momento solo habla de culpa y vergüenza». «Ella mantuvo esas relaciones y con el paso del tiempo se arrepintió», cree esta letrada. «Normalmente el agresor se va después de su acción y ellos no lo hacen porque creen que no han hecho nada malo». «Además, queda acreditado que no fue retenida».
La abogada de Julio afirmó que la única prueba que existe y que señala que las relaciones no fueron consentidas es el relato de la chica, que no está «exenta de contradicciones». «Habla de confusión y de que cuando está borracha no se acuerda de lo que pasa, pero de las relaciones sexuales da todo tipo de detalles». «No podemos negar que estaba bebida, pero era consciente».
La defensa de Jean P. N. insistió en que su cliente no llegó a tener relaciones con la víctima, «como reconocen el resto de participantes», y en ningún momento fue reconocido por la chica. «Fue el instructor policial el que llegó a la conclusión de su implicación al confundir su foto con la de otro de los acusados mediante un perfil de Instagram».
La Fiscalía solicita más de cien años para los cuatro acusados: 30 años de cárcel para tres de ellos (Ble C., Julio C. C. y Jean P. N.) por un delito de agresión sexual con penetración y actuación conjunta de varias personas –12 por violación y 18 como cooperadores necesarios de lo anterior, a razón de seis años por cada uno de los tres ilícitos–; y 15 años y medio para un cuarto (Espoir N. N.) como cooperador necesario de las agresiones sexuales y por intentarlo él también. En concepto de responsabilidad civil reclama una indemnización de 100.000 euros. La misma que interesa la acusación particular, que eleva su petición de pena a los 50 años para los que presuntamente consumaron la violación y 48 años y medio para el cuarto que lo intentó y ayudó.
La Comisión 8 de Marzo de Cantabria espera que «se haga justicia», la víctima «sienta todo el apoyo de una sociedad que rechaza la violencia sexual» y que «nunca más el silencio rodee a un hecho semejante». La plataforma feminista, que convocó el miércoles una protesta en la Plaza del Ayuntamiento de Santander para quejarse de que se haya «silenciado» este caso, insistió ayer en que «el silencio desprotege a las mujeres y aumenta la gran impunidad de la que se benefician las agresiones sexuales y, en general, la violencia contra las mujeres». A su juicio, el conocimiento público de estos casos «contribuyen a su prevención y a la sanción social que merecen».
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