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La nueva que, al parecer, debemos aplaudir con entusiasmado alborozo es que Rajoy nos concederá, como si de una gracia se tratase, 22 millones para Valdecilla. La mitad de lo que nos debe, suponiendo que esta partida –otros años fracasada– supere la categoría ... de papel mojado. Restan, además, otros cien millones que se comprometió a pagar de los que nada sabemos.
Para colmo, el que urdió la trama de financiación de Valdecilla –el exgerente César Pascual, ahora alto cargo de la reputada magíster Cifuentes– está siendo investigado en Madrid por una presunta adjudicación irregular a Ferrovial. Empresa adjudicataria del contrato de Valdecilla, que nos hipotecó a pagar casi 900 millones en veinte años. Con el cicatero auxilio de Rajoy que, en otro alarde de equidad, sube un 1,75% el salario de los funcionarios y un 0,25% las pensiones. Después, en la subasta presupuestaria, negoció sumar un 2% a quienes cobran menos de seiscientos euros y algunas viudedades. Nada puede existir sin causa, predicaba Voltaire.
Su futuro, en cambio, está mejor alimentado. Hemos sabido que la Unión Europea permite a sus cargos públicos cobrar la jubilación como exdiputados a la vez que sus salarios. Es decir, que nuestro comisario Cañete además de un sueldo de 20.000 euros al mes cobra una pensión procedente de un fondo de dinero público que gestiona una SICAV, donde el dinero tributa al 1% en lugar de al 30% en el impuesto de sociedades.
A nosotros nos dicen que el sistema de pensiones es insostenible porque trabajamos poco, no tenemos hijos, queremos sanidad gratis y tardamos mucho en morirnos. Somos una molestia por el mero hecho de existir y, encima, hemos asumido los privilegios de la élite económica y política. Hoy nada causa rechazo moral. En el Puerto de Santander se cargan armas –escandaloso si fuesen para Venezuela– con destino a Arabia Saudí para la guerra de Yemen. Mientras salvar vidas en el Mediterráneo es un delito de contrabando de personas. Dos barcos se cruzan en el mar. Uno lleva armas para la guerra. Abre la muralla. Otro, personas que huyen de ella. Cierra la muralla.
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