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«Estabilización del sistema de playas». Eso pone en el cartel de obra que sigue en pie, aunque anda lleno de pintadas. Uno de los garabatos casi tapa la parte en la que se indica el plazo de ejecución de los trabajos. Con todo, aún ... se ve. Siete meses. Una ironía teniendo en cuenta que la tarea lleva casi dos años parada, tiempo más que suficiente para que las dos patas que sostienen el letrero estén ya oxidadas -otro guiño para la ironía-. Está junto a los montones de grava y a los bloques de piedra que iban a formar parte del segundo espigón y que nadie toca. Todo vallado, con pinta de abandono. Pendiente de una decisión que no llega y enfrascado en las trincheras políticas. Empantanado junto a la playa de Los Peligros y en las mesas de varios despachos.
La decisión de acabar la obra de los diques o deshacer lo hecho lleva dos años siendo «inminente». Pero no. El asunto -que depende de una decisión del Ministerio para la Transición Ecológica- estaba entre los acuerdos del pacto de gobierno municipal entre PP y Cs. Igual que la retirada del carril bus por el centro. El tramo llegó a tener fecha de despedida. Dos veces. Se aseguró que lo quitarían antes de Navidad (2019) y, luego, que a primeros de año (2020). Ni una ni otra. Al igual que los espigones, ha sobrevivido a otro verano. Y parece que les queda.
Lo último sobre los espigones de La Magdalena y Los Peligros fue una moción de Ciudadanos en el Pleno municipal de finales de julio. Al hilo del debate de este verano sobre el relleno de las playas que se exige a Costas, su propuesta incluía volver a pedir la retirada de los espigones. El resultado de la votación volvió a poner sobra la mesa la curiosa historia política de esta obra. El PP, el que impulsó su construcción y defendió que se terminaran, votó por su retirada (obligado por el pacto de gobierno con Cs para mantener el poder). El PSOE, el que pidió en su día desde Santander su retirada y decidió en Madrid la paralización de la obra, se abstuvo (el Ministerio opina ahora que lo mejor sería terminar el trabajo si se quiere conservar las playas sin rellenos cada dos por tres). Este contradictorio devenir político -salpicado por una larga lista de reuniones, informes y plazos incumplidos- es el que tiene parada la obra. Sin fecha, sin novedades en las últimas semanas (ahora por la pandemia y antes por otra cosa). Así que los espigones -o lo que hay hecho- libran otro verano.
También el carril bus. Salvado por ahora. En este caso, la decisión no depende de fuera. Es una competencia municipal. Más allá de lo acertado o no de su retirada (aquí los partidos opinan de forma diferente y colectivos como el de los conductores de autobús creen que debe quedarse como está), quitarlo fue una condición obligatoria de Cs para apoyar que Gema Igual repitiera en la Alcaldía. De quitarlo seguro se pasó a «vamos a estudiar las opciones» (se habló hasta de poner flechas, carteles luminosos y aspas para usarlo o no dependiendo del tráfico) y, desde hace tiempo, a hablar ya poco del tema.
Lo último con respecto a este asunto lo ha dicho el portavoz de Ciudadanos (el que más insiste en su retirada), Javier Ceruti. En junio, haciendo balance del pacto de gobierno, reconocía que el tema estaba parado (como el de los espigones). Pero dejaba caer con ironía que «igual que se pintan itinerarios ciclistas se puede despintar el del bus». El pasado 15 de agosto Ceruti fue más directo en sus acusaciones. «El Partido Popular tiene bloqueadas todas las alternativas que hemos planteado», dijo.
Para el santanderino, después de tres veranos (uno en obras y dos de parón), la estampa ya forma parte del paisaje. Pero al que viene de fuera para darse un baño en Los Peligros o La Magdalena le llama la atención. A lo curioso de ver un esquinazo de la playa vallado, montones de piedra apilados sobre la arena y al final del promontorio, o el final del paseo cortado por una obra sin movimiento, se suma la imagen de abandono. Dos ejemplos del paso del tiempo. Entre las montañas de grava que hay apiladas junto a la rotonda del viejo ancla (ahora cerrada al trafico) crece la vegetación como entre las ruinas. A eso -segundo ejemplo- se suma que la valla de la parte cerrada en la misma playa está caída por la zona que da al mar. Ayer mismo, un puñado de bañistas aprovechaba las piedras de la obra como respaldo para sentarse a tomar el sol o como lugar para posar sus cosas sin que se llenaran de arena. Como si ya fueran parte del escenario.
No son los únicos restos de obras a medias (más allá del espigón del otro lado, frente al Balneario de La Magdalena, que es lo más visible de lo que se hizo). También pegado a la costa, aunque algo más lejos, permanecen las huellas del proyecto de la fallida senda costera, de Cabo Mayor a la Virgen del Mar. Como los espigones, quedaron pendientes de una decisión, de la búsqueda del consenso, de un nuevo proyecto... Hoy los tablones de las pasarelas que se colocaron están medio arrancados o hasta quemados, y en los postes que se clavaron en el suelo siguen las pintadas.
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