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ALEJANDRA ENRÍQUEZ
Santander
Lunes, 12 de julio 2021, 13:54
La plaza de Italia, ubicada en El Sardinero, es uno de los lugares más visitados de la capital cántabra. Es en ese emblemático espacio, donde se encuentra el quiosco de Rosario Merino Nogales, conocida como Charo. Se localiza, concretamente, en frente del ... popular bar Caribe, en uno de los laterales del Casino, donde esta burgalesa, afincada en Santander, lleva casi 50 años. Desde el típico caballito, que no hay niño que no se resista a subirse en él, hasta la decoración playera por sus múltiples sombrillas, pelotas o las famosas palas cántabras, los niños de antes y de ahora, siguen acercándose para comprar alguna que otra gominola. Con cariño y algunos toques de nostalgia, Charo se acuerda de cada uno de los clientes que siguen acudiendo para hablar con ella. Además, sin perder su desparpajo recuerda alguna que otra anécdota de aquellos años en donde las fiestas marcaban el ritmo.
-Santander es una ciudad que ha sufrido muchos cambios, ¿Qué le parece la reforma de la plaza de Italia?
-Me da mucha pena. No han dejado los típicos bancos azules, que tanto caracterizan a la ciudad, o los árboles y el jardín que había como decoración de la plaza. Se ha transformado totalmente la estética urbana, no se ha respetado. Es demasiado moderna para mi gusto.
-Por segundo año consecutivo no se celebrarán las fiestas de Santiago, ¿Cree que descenderá el turismo en El Sardinero?
-El turismo en la ciudad, no. Creo que se mantendrá comso en años anteriores, pero en esta zona pienso que sí que habrá menos gente. Al no haber ninguna actividad o fiesta que atraiga, sí que se va a notar menos actividad a diferencia de otros años. Incluso, por parte de la hostelería, que es un ambiente que capta a muchas personas, va a haber menos turistas. Por eso creo que se deben hacer más actividades de ocio para todos, como antaño.
EVOCACIÓN
-Desde su punto de vista, ¿Qué cree que necesita El Sardinero para que haya más actividad?
-Cualquier actividad que atraiga a la gente, a los mayores y sobre todo a los jóvenes. Ahora tenemos muy pocas fiestas que se hagan aquí, y pocos bares y restaurantes a los que ir. Antes, cada noche durante el verano, se celebraban conciertos en el auditorio, en agosto venían turistas de diferentes partes de España como Palencia, Valladolid, Burgos o Madrid para celebrar la fiesta del veraneante. También, existían discotecas para que los jóvenes pudieran divertirse. Iban por la tarde, para los menores sin bebidas alcohólicas hasta las 10, porque a esa hora ya abrían para los adultos. Ahora, ya no hay nada de eso, muchos locales han desaparecido y apenas hay lugares a los que visitar, por eso no hay gente.
-Lleva toda la vida al frente de este quiosco, ¿Cree que las generaciones de ahora son distintas a las anteriores?
-Sí, desde luego. Los niños de ahora no tienen ningún respeto, ni por nada ni por nadie. Ahora solo piensan en ir a los bajos sde El Sardinero, con una litrona para toda la noche, con el fin de emborracharse. Antes, había más educación, tanto por parte de los padrescomo por la de los propios niños. Venían a la plaza con los amigos, compraban unas pipas, y no molestaban a nadie.
-¿Qué compran ahora los niños en su tienda? ¿Son distintos a los de hace 20 años?
-Sí, por ejemplo, el otro día vino un niño de nueve años a comprar un RedBull. Antes esto era impensable. Me sorprendió que fuera tan pequeño. Cuando se caercaron otros clientes, me pidió otra cosa. En general, sí que se nota un cambio, porque las propias generaciones han cambiado.
GENTE
-Si echa la vista atrás, ¿Qué recuerdo tiene del antiguo Sardinero?
-Me acuerdo de aquellos en los que las peceras del Casino estaban repletas de restaurantes como el Lisboa, el Rocamar, el Mesón del Cisne, que después pasó a llamarse Oh!, la heladería La Italiana. Además, las típicas discotecas para los chavales, las de la calle Panamá, como el Sugar, que después fue el Cuic, el Albatros, Rebeca o El Proyector. Muchas veces cerraba el quiosco a las tres o cuatro de la mañana y después me iba a tomar una copa por allí. Lugares de todo tipo y de toda la vida, que a día de hoy ya no se conservan.
-¿Qué anécdota tiene de los veranos en El Sardinero?
-Recuerdo con cariño cuando quedaban aquí los niños, delante de mi quiosco. Se juntaban aproximadamente 40 niños delante de mi quiosco, tranquilamente. Se ponían a jugar en la plaza todos juntos y no había ningún problema. También, la cantidad de fiestas que había, como la del veraneante, los conciertos en el auditorio, la sardinada en La Segunda, muchas que ahora ya no se hacen y que echo de menos.
-Después de tantos años en el mismo lugar, ¿Conservas a muchos clientes?
-Muchos niños que venían hace años y, que ahora son mayores, vienen con sus hijos. A veces, cuando algún día no voy al quiosco, después muchos clientes me dicen que se nota cuando no estoy. Otros ni siquiera vienen a comprar, sino que simplemente pasan a saludar y a hablar conmigo. Muchos me dicen que no me jubile, pero ya una tiene una edad.
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