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Dicen que la madurez, la sabiduría y la felicidad tienen en común su capacidad para adaptarse a los cambios. Pero hay momentos en los que los cambios se desbocan, adquieren una vertiginosa rapidez y se encadenan en un incomprensible frenesí para amenazar el equilibrio. ... Aunque ya estaba acostumbrándome a vivir en un país con dos reyes en vez de uno, o contemplar cómo en la católica Roma conviven dos legítimos representantes de San Pedro, el vendaval de sorpresivos cambios encadenados ha hecho temblar otros sagrados estamentos. Ángel María Villar ya no es presidente de la Federación de Fútbol, ni Sánchez Arminio, presidente de los árbitros. Tras la incredulidad de ver cómo Zidane se marchaba del Real Madrid, me han quitado a Lopetegui de la selección a pocas horas de comenzar el Mundial y el panorama político está en plena ebullición. Las cárceles se llenan de corruptos y de golpistas y hasta ha abierto las puertas a un miembro de la familia real. El Gobierno de Cataluña, imitando a reyes y papas, tiene dos presidentes, uno fuera y otro dentro, convencidos ambos de que los dibujos animados son reales y al mismo tiempo republicanos. Han echado a Rajoy del Gobierno de España y han colocado a un Sánchez que ha renacido de la nada, lugar donde ha ido a parar Íñigo de la Serna desde el Ministerio de Fomento. En Santander se me ha roto la isla de la Horadada y el Puente del Diablo y ahora a la playa de La Magdalena le están saliendo dos espigones como expresión de una urticaria mayúscula que inspira canciones de protesta.

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eldiariomontanes La espuma de los cambios