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El «alma» del Palacio, su «guardiana», su mayor valedora. Amigos y compañeros de Lola Sainz, fallecida ayer, despidieron a la directora del Palacio de La Magdalena celebrando su amistad y su compromiso con una institución a la que estuvo unida durante más de tres ... décadas. «Lola era la persona que más sabía del Palacio: de su historia, de su mobiliario, de sus anécdotas... El Palacio era su vida y su pasión», recordaba emocionado uno de sus múltiples amigos, el periodista Juan Carlos Flores-Gispert.
Que Lola era la esencia de La Magdalena no parece una exageración ni tampoco una frase hecha: Sainz (Tremor de Arriba, León, 1964) aterrizó en el Palacio en 1987, primero como auxiliar de Protocolo y después, tras progresar profesionalmente, como su directora. Lo hizo, destacan quienes la conocieron, con profesionalidad y también con mucha actitud:«Era cariñosa, espontánea y trasmitía como nadie toda la magia que encierran las paredes de nuestro edificio más emblemático. Teníamos a la mejor guardiana», evocó la alcaldesa de Santander, Gema Igual, que ha sentido la pérdida de Lola como la de «una amiga».
En 34 años, Lola creció e hizo crecer al Palacio. Vivió su gran transformación en la década de los noventa. «Tras las obras, se llenó de vida durante todo el año. En 1995 se hizo la primera Cumbre Europea, la de Asuntos Exteriores, e incluso los ministros se quedaron alojados. Y comenzamos con las visitas guiadas. Había muchísimo interés. Se formaban unas colas inmensas. Los congresos empezaron en 1996, que fue lo que de verdad marcó la diferencia», contó ella misma en una entrevista en este periódico, en julio de este mismo año.
Una de las cosas que evocó el exalcalde Gonzalo Piñeiro, bajo cuyo mandato alzó el vuelo esa transformación, fue eso: cómo Sainz contribuyó al despegue del Palacio y cómo dispensó trato exquisito a primeros ministros, premios Nobel, reyes, intelectuales... A esos y a todos. «Tanto si llegaba gente importante como si se trataba de turistas que visitaban el Palacio, era admirable la profesionalidad con la que explicaba cada detalle. Estoy absolutamente agradecido por haber trabajado con ella», reveló Piñeiro. El éxito de La Magdalena como lugar de encuentro, de cursos, bodas y congresos, añadió, «es también de Lola».
Ella era «el alma del Palacio», insistieron quienes la conocieron. La imagen de Lola recorriendo pasillos, comprobando el estado del mobiliario, velando por el personal en prácticas o por la logística de la UIMP ha sido, por lo general, la primera que se ha encontrado cualquier visitante de La Magdalena. «Lola nos deja un extraordinario ejemplo de compromiso con el trabajo, implicación y dedicación. Nadie conoce como ella los rincones de nuestro edificio más emblemático, su historia, anécdotas y funcionamiento», subrayó la alcaldesa.
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Lola conocía tantos detalles de la historia del edificio y de quienes lo habitaron que Juan Carlos Flores-Gispert le animó a recopilarlos para escribir un libro sobre la vida menos conocida del Palacio. Ella ya le ayudó –«era simpática, cariñosa, y siempre ayudaba a los demás»– con una segunda edición, ampliada y mejorada, de su libro 'El Palacio Real de La Magdalena'. Lola conoció en persona, recuerda Flores-Gispert, a los miembros de la Familia Real, de la descendencia de Alfonso XIII en adelante; a políticos e intelectuales. Se implicó en exposiciones y actividades. «Sabía todas las historias, conocía anécdotas y detalles de todo tipo. Disfrutaba con lo que hacía. Luchó por el edificio, por su conservación. Siempre tenía planes para La Magdalena. Era una apasionada», revela.
Igual mostró su «profundo pesar» por el fallecimiento y trasladó su pésame y cariño a la familia. A través de las redes, lo hicieron también el vicepresidente, Pablo Zuloaga; el consejero Javier Marcano; concejales, diputados y amigos. Porque Lola era una persona muy conocida en Santander y la ciudad lloró su pérdida.
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