Diversión y adrenalina en una tarde en las ferias
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Vecinos y turistas se reúnen en el recinto habilitado en el aparcamiento de los Campos de Sport para disfrutar de las atracciones y la gastronomía durante las fiestasPocas actividades, sin contar el chupinazo de inicio de las fiestas o los fuegos artificiales, son capaces de juntar a tantas personas de todas las edades en un mismo espacio. Sin embargo, el recinto ferial del aparcamiento de los Campos de Sport del Sardinero lo ... logra un año más. Más de cuarenta atracciones, juegos y puestos de comida y artesanía hacen que cientos y cientos de vecinos y turistas acudan cada día para disfrutar de uno de los atractivos más populares de la Semana Grande. Y todo ello a pesar de lo que conlleva el mal tiempo, ya que la jornada del lunes –cuando se llevó a cabo este reportaje– estuvo salpicada de lluvias intermitentes, lo que no impidió que se formaran colas ante distintas atracciones.
No hace falta llegar a las inmediaciones del recinto para imaginar cuáles serán los sonidos que caracterizarán un paseo dentro del mismo, unos sonidos que han estado con la gente de Santander toda la vida en las fiestas. Al entrar ya te acompañan los altavoces de la zona más lúdica con el cántico habitual de la tómbola: «Que sí, que sí, que sí, que te toca otro jamón», donde el suelo se empieza a cubrir de papeletas con la ilusión de llevarse un jamón –o algo de embutido– bajo el brazo. Aunque esta no es la única razón de que el suelo se llene, a su lado se encuentra el bingo, donde gente de todas las edades disfruta de quitar los números pregonados a sus cartones con la esperanza de que le toque uno de los tantos premios que están ahí a la vista.
En otro de los accesos se escucha el «¡Ay que te como, que te como!» de la mítica atracción de El ratón vacilón, el cual suena a infancia, a felicidad, para todas aquellas personas que han disfrutado de ella generación tras generación. «Me montaba aquí cuando era pequeña y ahora traigo a mis sobrinos», comenta Laura entre sonrisas.
Estos sonidos te siguen desde que entras hasta que te marchas, siendo abrigados por las diferentes canciones y eslóganes que van sonando en el resto de atracciones y puestos de comida. Esta música comienza a las 20.00 horas, y varía desde la más antigua canción de reguetón hasta el último éxito de pop de la radio con el propósito de amenizar la visita de todas las personas que acudan a las ferias.
Pero el sonido que más identifica una tarde en las ferias son los gritos. Pasando de aquellos que representan la emoción y la euforia de subirse en una atracción de las fuertes, como el Gigant Maxxx –un brazo doble de 40 metros que te pondrá boca abajo en múltiples ocasiones con sus giros– o el Alcatraz –una 'cárcel' que va girando a tal velocidad que hace que flotes dentro de la caja, por lo que hay que agarrarse bien–, a aquellos que evidencian el miedo o los sustos de esas personas que han tenido la valentía de montarse en una de las atracciones de terror, como el Postmorten, o lo que es lo mismo, un túnel por el que vas experimentando a cada paso que das el miedo por lo que pueda aparecer allí dentro.
Por su parte, los gritos –y las risas– de los más pequeños vienen brindados por aquellas atracciones más 'aventureras' como Mr. Bean 4 o Jungla Aventura, unas casas de diversión llenas de obstáculos para dificultar su subida hasta el piso más alto, del cual se baja por un tobogán; o por las casetas de juegos, donde la emoción por conseguir un peluche viene acompañada con unos pequeños gritos de alegría –«¡Les he dado!», «¡Toma ya!»–, además del repique de las campanas que anuncian que, por fin, han ganado.
Los coches de choque no son tanto un generador de gritos sino de risas, que acompañan a esa búsqueda constante de embestir a otros para experimentar la emoción que trae consigo esta clásica atracción.
Las ferias son una experiencia de adrenalina, de emociones fuertes, por un precio que cada vez es mayor. Pero, por otra parte, también son una experiencia para el paladar y la nariz, ya que disponen de sabores y olores característicos. Porque no hay nada más típico de las ferias que la casa de los maños, en donde los padres y madres disfrutan del vino dulce junto al barquillo crujiente mientras sus hijos están divirtiéndose en una atracción o comiéndose un buen algodón de azúcar. «Ya es tradición venir a tomarnos un vino aquí», señala uno de los tantos progenitores que se encuentra en el puesto.
Algodón de azúcar, manzanas de caramelo, churros o porras son los dulces alimentos que se te vienen a la cabeza si piensas en una feria, pero hoy en día lo que más triunfa son los vasos de cachi rellenos de 'salchipapas' o los perritos calientes, entre todas las opciones de comida rápida que se pueden encontrar.
Aunque pasen los años, las décadas, las ferias no paran de girar durante toda la Semana Grande en sintonía con sus fieles visitantes, otra estampa clásica del verano santanderino.
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