El laboratorio de los Conradi honra el adiós de López Chaves

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En cuarto lugar salió al ruedo Sandiero, algo más asaltillado que sus hermanos, de hocico estrecho, de pitones asomando y que le dio a López Chaves la despedida soñada. El de Ledesma le cuidó en el caballo (vamos, que apenas le dio dos picotazos) y se encontró con un animal que humilló, se desplazó y embistió con un son por el derecho que le obligó a torear muy por abajo. Con el escaso defecto del gazapeo, la poderosa muleta del salmantino se arrastró por el albero en tandas hondas y largas culminadas con una estocada fulminante. López Chaves no es Morante, ni es Ortega, pero es honesto, entregado y, sin alardes, se llevó dos orejas que sumó a la que había cortado en el primero.

Y es que este jueves aburrirse, lo que es aburrirse, nadie se aburrió. Es posible que incluso el consumo de hielo fuera menor debido al interés de lo que había sobre el ruedo. Es más, ni siquiera se escuchó al que pide música todas las tardes. Quien sabe, igual había ido ya a algún concierto. Cinco de los seis animales embistieron en mayor o menor medida, además de estar presentados, por hechuras, trapío y tipo de la casa, como requiere la plaza. Los tres primeros tuvieron las virtudes de la movilidad y la nobleza, el quinto fue el más complicado y el sexto, precioso de lámina, tuvo la transmisión y la emoción que da la casta. Repito, incomprensible que las figuras no se peguen por matar estos toros.

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Irregular fue la tarde de Emilio de Justo. El tercero llegó a la muleta con más paso que galope, pero con recorrido y nobleza. De Justo logró pasajes despaciosos con el pitón izquierdo en una especie de compendio mexicano con el toro que, quizá, en otros lares hubiera tenido más éxito. Mató bien y cortó una oreja. El sexto tuvo recorrido y un puntito de peligro que le daba una emoción extra. El de Torrejoncillo no cruzó la frontera de la gloria, pese a correr bien la mano, hasta que a pies juntos y con la faena agonizante se ajustó para dar una de las tandas de la feria. Falló a espadas, lo que dejó el premio en una ovación. Tuvo la gloria en su mano el matador, que todavía no ha recuperado tras la voltereta de Madrid de 2022.

El peor toro del festejo le tocó a Paco Ureña. Después de no lograr levantar el vuelo en su faena al noble segundo, el de Lorca se chocó con un cinqueño fuerte y con peligro ante el que sólo pudo justificarse. No fue la tarde del murciano que, eso sí, tuvo mala suerte en el sorteo matinal.

Pero la tarde tuvo más. El capote y las banderillas de José Chacón, que se marcó una cita de altura, los palos de Morenito de Arles y José Manuel Pérez, la puya de Juan Bernal en el tercero… Sólo faltó el saludo del mayoral de La Quinta al final del festejo para honrar la memoria de sus animales. Pero bueno, se llevará el premio a la mejor ganadería de la feria. Lo más fácil, sin duda, es que los Conradi y familia, todos presentes en la plaza, busquen alojamiento para el año que viene. Y para muchos más. Gema, ponles un piso.