![Varias familias paseando por la Plaza Alfonso XIII, donde se encuentran las casetas del mercado.](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/07/23/mercado%20marinero-4-k6oE-U200844850869af-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Una travesía por el Mercado Marinero
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. Esta feria pretende hacer un guiño a la tradición y a la cultura de la ciudad ligada al marSecciones
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Artesanía ·
. Esta feria pretende hacer un guiño a la tradición y a la cultura de la ciudad ligada al marCuenta la leyenda que «hace muchos años, la mar se enamoró perdidamente de la ciudad de Santander, cautivada por su belleza y su encanto». «Cada día –prosigue–, las olas acariciaban suavemente toda su costa, como queriendo abrazarla. Ayudadas por el viento que susurraba versos de ... amor, mientras que la ciudad le ofrecía siempre su cariño y protección». La capital, protagonista de esta historia, se encuentra envuelta en un ambiente festivo y lleno de expectación durante estos días. Y en ese contexto no falta un guiño dedicado a las gentes de la mar. Si quiere saber cómo acaba la leyenda –lo de las primeras líneas es un extracto– tendrá que acercarse a la primera edición del Mercado Marinero. Entre casetas y artesanía sabrá por qué Santander –como dice la canción– es la novia del mar.
La placa con la leyenda y la feria están en la Plaza de Alfonso XIII, frente a Correos y el Banco de España. En pleno centro. Y no están solas. Casetas de la Feria de Día, atracciones para los más pequeños... Mucho bullicio. El Mercado Marinero engalana, si cabe, aún más la Plaza de las Farolas. Son casetas de artesanía blancas que desprenden la esencia del Cantábrico. Cada una, con nombre de las partes de un barco o de la cultura del muelle. Proa, quilla, marejada, estribor, botavara, noray...
Exhiben creaciones únicas que van desde elaborada bisutería hasta coloridos tejidos relacionados con la vida marítima. «Cada joya representa un momento vivido en Cantabria, incluso están identificadas con las coordenadas de donde me inspiré», relata Víctor Bengoetxea, a cargo de la caseta Botavara. Cerca, Raquel García explica que lleva una década dedicándose a la elaboración de pulseras con la arena de la playa. Puro mercado marinero. Juguetes, abanicos, bolsos e incluso utensilios de cocina son algunos de los objetos que se pueden adquirir en este singular espacio. Y eso ejerce un curioso magnetismo sobre los curiosos que van y vienen.
Es domingo por la mañana y los que pasean se detienen frente a los pintorescos puestos, atraídos por las piezas que se encuentran en las casetas. Ellos miran y preguntan y los artesanos explican con entusiasmo las historias que hay detrás de cada creación. «Esta figura de barro representa a los guerreros cántabros», explicaba uno de ellos a una señora que deambulaba por la plaza. Otro, procedente de Sevilla y que decía que muchos de sus diseños de ropa estaban inspirados en un antiguo amor santanderino, tenía ayudante: un perro de aguas con el pañuelo azul. O los hermanos Orta, con sus utensilios de cocina hechos a mano con madera de boj y de olivo. «Una tradición que ha pasado de generación en generación».
Historias de puesto en puesto. Como el vaivén de una travesía por alta mar.
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