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Por varios motivos, las novilladas deberían ser festejos obligatorios en todas las ferias taurinas de este país, Francia, Portugal y América. Primero por aquello de ver cómo se presenta el futuro en cuanto a las nuevas generaciones de toreros se refiere. También por lo entretenidas ... que resultan al espectador y, finalmente, por comprobar cómo los chavales se juegan la vida para alcanzar una meta que, en la mayoría de los casos, se queda en tan sólo un suelo frustrado. Y aunque las comparaciones sean odiosas, y casi siempre necesarias y justificadas, para quitarse las vendas de los ojos y ver con claridad que, a veces, los alumnos superan a los maestros.
Variada fue la novillada de este domingo en Cuatro Caminos. Festejo de más a menos, con tres primeros novillos muy manejables y un cartel de futuros matadores de toros de corte diferente.
Abrió plaza Víctor Hernández, un chaval ya muy placeado y listo para tomar la alternativa. Recibió al de Núñez de Tarifa con dos largas cambiadas de rodillas al hilo de las tablas. Tras un buen puyazo de Juan Pablo Molina, quitó por gaoneras. La faena de muleta comenzó con unos estatuarios y mucha quietud en el diestro y, después, con muletazos muy largos en redondo. Al final recurrió al arrimón y a un cierre con unas manoletinas muy ajustadas y un bonito trincherazo. Mató de una estocada y se le concedió una oreja, que le dio el billete para la novillada de Almería, premio para el mejor de la tarde concedido por los críticos taurinos.
En el cuarto se olvidó del reloj y echó por tierra su salida por la puerta grande, tras una buena faena, templada y llena de valor. Dos avisos, con el tercero planeando a escasos segundos. Pasado de faena, con los aceros poco afilados del madrileño, el morlaco tardó en rodar. Feo el detalle de inventarse una vuelta al rueda inmerecida y que nadie pidió. El eterno pecado de la juventud.
También próximo a doctorarse, el mexicano Isaac Fonseca salió a morder con el primero de su lote. Otra perita en dulce, como su hermano anterior. Rodilla en tierra con capote y muleta, pases templados y valor a raudales, construyó una faena muy vistosa que agradó al respetable. Media estocada en su sitio y un descabello sirvieron para pasaportar al de Núñez de Tarifa.
Se la jugó, y mucho, con el quinto. Un toro que desarrolló peligro, que le arreó de lo lindo en los últimos compases de la faena. Se obligó tanto que terminó en la enfermería tras dos revolcones y una cogida de pronóstico leve. El parte médico dice: «Herida en el hueco axilar del lado derecho con contusión del tejido celular subcutáneo. Se exploró la herida evidenciando que no tiene ningún trayecto profundo. Se realiza sutura en los dos planos». Y aunque algunos espectadores pensaron que el novillero había arrojado un diente al ruedo tras el percance, lo que tiró fue una funda de plástico que llevaba en la boca. La cogida fue muy fea, al hilo de las tablas, levantándolo por la axila y dejándole caer a merced de los pitones.
La temeridad, las ganas de agradar al público, la justificación de los honorarios y el botín de la novillada almeriense pudieron pasarle una factura importante a Fonseca.
No tuvo suerte el más joven de la terna, Marcos Linares, que debutó con caballos hace escasos meses. Cierto es que puso los mejores muletazos de la tarde, pero sobre todo el último de su lote resultó tan soso y tan poco manejable que dejó a medio ver las condiciones de este novillero de la localidad jienense, cuna de grandes toreros. Gustó por su forma de concebir el toreo, de gusto clásico, con duende... En fases en las que, como decía el genial Rafael de Paula, abrió mucho el compás. Toreo de manos bajas, sin florituras, adornándose lo justo y necesario.
En el tercero de la nublada tarde santanderina templó y ligó los pases en redondo. Despacioso a la hora de tirar de la pañosa, con regusto. Una pena que el enemigo tardase en doblar, lo que enfrió al público y le dejó sin trofeo.
Con el sexto tan sólo pudo estar aseado, valiente y matar como pudo. En cualquier caso, enhorabuena a los tres.
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