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Alfredo Casas
Santander
Viernes, 26 de julio 2019, 07:31
No recuerdo una Feria de Santiago tan bochornosa como la presente. Estamos sudando la gota gorda en Cuatro Caminos. Anunciaban para ayer tarde una bajada de temperaturas y chubascos débiles. Fue que no. Se columpiaron los meteorólogos. Con lo que hubiéramos agradecido un ... refrescante chaparrón. A falta de agua, bienvenida fue la lluvia de espectadores. Se colmaron de público los tendidos para admirar a las figuras del toreo.
Cortó Miguel Ángel Perera una oreja de cada toro de su desigual lote, volviendo a abrir por enésima vez la puerta grande santanderina. Negro mulato, pobre de cara, corto de manos, regordío y pezuñón, su primero, que tuvo la virtud de descolgar la gaita. De refilón y apoyado en el pitón izquierdo tomó un medido puyazo; quitado por saltilleras y gaoneras, 'Terrateniente' se rebosó por ambos pitones. Tras brindar al púbico, Perera se echó de hinojos sobre la boca de riego. Dos pases cambiados intercalados entre muletazos por alto y ligados a un cambio de mano y un pase de pecho encendieron la mecha de su uniforme faena. Exigentes y ligadas fueron las tres tandas de derechazos. Descargada la suerte, siempre al hilo del pitón. El encastado astado continuó entregándose en dos tandas de sometidos naturales rematados por debajo de la pala del pitón. De vuelta a la diestra, una serie más en redondo en la que el notable toro anunció estar exprimido. De ahí el apretón al intentar el torero extremeño otro pase cambiado. Rubricada la faena de estocada entera y caída, Miguel Ángel fue premiado con una oreja.
El quinto fue un morlaco aleonado, ligeramente hecho cuesta arriba, apretado y redondo del cuarto trasero, que echó las manos por delante de salida y no remató ninguna de sus embestidas; de buenos inicios, pero sin finales. Arrancado como una centella nada más hacerse presente el caballo en el ruedo, el toro partió la vara de Ignacio González. Repuesta la puya, le fue administrado un liviano castigo. Lo justo para un análisis de sangre. De informal e incesante movilidad en banderillas, el toro se venció por ambos lados. Además, hincó los pitones en la arena por dos ocasiones. Gazapón, mirón e incierto, el toro amagó cada arrancada y se movió a la defensiva. Loco por topar las telas, Perera lo sobó y consintió hasta desengañarlo y meterlo en el canasto. Resistir para vencer. La voluntad y nada más que la voluntad de Miguel Ángel le permitió cortar una nueva oreja y lograr una esforzada puerta grande. Sudada de principio a fin.
Santander. Quinto festejo de la feria. Corrida de toros Tarde nublada y bochornosa. Tres cuartos largos de entrada –9.000 espectadores–. Presidió Jesús Javier Plaza Olea. Toros de la ganadería de Garcigrande y Domingo Hernández (1º y 3º). Pesos: 514, 500, 529, 526, 511 y 470 kilogramos. Encierro en el tipo de la casa y desigual de hechuras y volúmenes. Desentendido, soso y rajado el 1º; encastado, enclasado y de extraordinario fondo el 2º; reservón y belicoso el 3º; mansito, sin entrega ni transmisión el 4º; informal e incierto el 5º y chocholo, almibarado y desfondado el 6º
Julián López 'El Juli' negro y oro): oreja y ovación con saludos desde el tercio tras leve petición
Miguel Ángel Perera (blanco y plata): oreja tras aviso en ambos. Puerta grande.
Pablo Aguado (Gran Poder y oro): ovación con saludos desde el tercio y y ovación con saludos desde el tercio tras aviso.
Cuadrillas por lo general, los banderilleros pasaron las de Caín en el transcurso de los segundos tercios. Los de Garcigrande volvieron a cortar y apretar sus viajes
Badanudo, enmorrillado, corto de manos y musculado, el tercero tuvo más temperamento que entrega. Levantó una tormenta de arena de salida. Al relance entró al caballo para tomar un largo puyazo. Empujó 'Veronés' con fijeza, codicia y poder. Quitado por Aguado por delicadas chicuelinas, el de Domingo Hernández se empleó a regañadientes durante la brega. Brindó al público el trasteo. La consigna de Aguado, empujar al toro hacia adelante en los muletazos de tanteo. Sacado al tercio, las dos primeras tandas en redondo. Se resistió el toro a rematar sus intermitentes arrancadas. Tampoco el torero sevillano terminó de imponerse y atemperar el genio. Aunque de motor diesel, el morlaco se reservó por el pitón izquierdo. O eso pretendió. Obligado por la mandona pañosa, fue conducido por los vuelos hasta más allá de donde quiso desplazarse. De belicoso comportamiento, el de Justo Hernández no recibió ni un destemplado tirón en una asentada, si bien irregular faena. Tras estocada casi entera, algo delantera y atravesada, Aguado saludó una ovación.
Completó el lote del hispalense un toro muy bajo, recogido y acochinado al que Aguado saludó con una larga cambiada de rodillas y media docena de templados y acompasados lances a la verónica, rematados con una chicuelina y una media que fue un apunte impresionista. Protestado por un sector del público, el chocholo 'Aderezo' agradeció que las cuadrillas despejaran el ruedo. Aunque al toro le costara mantenerse en pie y rematar sus almibaradas acometidas, Pablo Aguado pulseó y tiró del animal con su natural empaque. Manejadas las telas con suavidad y en la media altura, Aguado fue derramando a gotas el aroma de su toreo. Dos ayudados por alto; un pase de pecho mirando al tendido; tambien un cambio de mano por delante y dos garbosos molinetes. Por no hablar de los tres naturales a pies juntos en los que Aguado se enrroscó al toro a la cintura. Entonces Jesús, mi compañero de localidad, se volvió y dijo: «¡Qué pureza!». Pues eso. Un pinchazo puede que le privara de una oreja. No lo sé. Qué más da. Despojos.
Para 'El Juli' fue el primero de la tarde, un toro basto y despegado del ruedo que descolgó la cara hasta la arena, pero pronto acortó sus viajes. Cumplidor en el peto del caballo, 'Dardo' estuvo cogido con alfileres por su limitada raza. Desentendido, rebrincado y falto de celo, el toro alcanzó el último tercio sin una pizca de chispa. Resolutivo y determinado 'El Juli' lo fue encelando y empujando hacia delante hasta que el astado se rajó. Sin restarle ningún mérito a su científica faena, lo cierto es que el estructurado conjunto estuvo desprovisto de emoción. Tras una letal estocada el madrileño paseó una oreja.
Traspasado el ecuador del festejo saltó a la arena 'Arrebato', un toro que disparó al capote de 'El Juli' y al peto del caballo; además cortó en banderillas. De mansita movilidad, el de Garcigrande siempre se apoyó sobre las manos y soltó la cara al final de cada derechazo. Por el izquierdo, directamente se frenó antes de desentenderse del mundo entero. Logró 'El Juli' limpiar defectos, ordenar las desclasadas arrancadas y estructurar una meritoria labor. Generoso esfuerzo el suyo, rematado de estocada desprendida. Esc uchó una ovación.
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