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La semana ha estado cargada de noticias. A las ya habituales del espigón que no cesa –alfanje de piedra y lodo que hiere de muerte el paisaje–, del MetroTUS que no carrula y de la turborrotonda que no descongestiona, se ha sumado ahora la sospecha ... de que por las contrataciones del Servicio Cántabro de Salud discurren aguas turbias que pueden estancar los desagües de las buenas prácticas. El Sindicato de Médicos le ha añadido más gasolina al fuego y ha denunciado, entre otras cosas, que los profesionales sanitarios están evaluados por un programa informático privado que tiene como objetivo último clasificarlos en buenos o malos según deriven a sus clientes al hospital o a casa y según prescriban tal o cual medicamento, siempre con la perspectiva de poner el ahorro por delante de la salud –lo mismo que están haciendo quienes viajan a Turquía para someterse a implantes capilares baratos, sin tener en cuenta que el ahorro en cuestiones de salud suele resultar muy caro–. Revilla, ante acusaciones tan graves, ha decidido coger al toro por los cuernos, ha encargado una investigación que desatasque el asunto y ha prometido que no le temblará el pulso a la hora de cortar cabezas.

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