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La estampa en la manzana de la Avenida de Los Castros que alberga los cuatro portales del número 137 (A, B, C y D) no era distinta ayer por la tarde a la de cualquier otro día. Nada que indicara que allí, por la mañana, ... se había localizado en el garaje el cuerpo amordazado y golpeado de Antonio Javier Borrás, de 63 años, vecino de ese mismo bloque –vivía en el portal C– y muy conocido en esta zona de Santander.
Estaba dentro de un coche con «aparentes signos de violencia», según confirmó la Policía Nacional a El Diario Montañés. Sin, a primera vista, disparos o heridas de arma blanca, pero ensangrentado y con las consecuencias de haber recibido varios golpes. Su familia le había echado en falta tras no saber nada de él durante días. De hecho, denunciaron su desaparición el martes. La Policía recibió una llamada «de su entorno familiar» ayer, poco antes de las once. Lo habían encontrado. Desde ese instante investigan un posible homicidio con la hipótesis del ajuste de cuentas.
Borras no es un desconocido para la Policía. Contaba con antecedentes por tráfico de drogas y había estado en prisión. Sin ir más lejos, en 2013 fue detenido y el piso al que ayer regresaron los investigadores, inspeccionado. En el 'parte' policial de aquella intervención se indicó que el hombre realizaba sus entregas en los alrededores de la Avenida de Los Castros y «que llegaba a vender hasta quince gramos al día». «En el momento de la detención –se publicó entonces– estaba efectuando una venta, acto en el que le fueron intervenidos doce envoltorios de cocaína y dinero en efectivo. Posteriormente, y con autorización judicial, se practicó un registro en su domicilio, donde se encontraron los útiles habituales para desarrollar el hecho delictivo, 575 gramos de cocaína, una cantidad similar de sustancia para la conservación del material aprehendido y unos 85.000 euros en efectivo, además de otros efectos que le involucraban en el ilícito tráfico». Las autoridades recordaban, en esa misma información, que ya había sido detenido por hechos similares en 2001.
La historia de aquella detención de hace diez años y del registro del piso estuvo presente en algunas de las conversaciones entre los vecinos del bloque. Con mucha discreción, claro. Nadie se aventuraba a decir mucho más que «este es un lugar tranquilo». Y realmente tiene toda la pinta. Un bloque con vistas a la carretera de Los Castros. Cuatro portales y un vecindario con familias y personas mayores en la que la mayoría de los pisos están ocupados por sus propietarios. «Apenas debe haber cinco o seis alquilados», comentaban. En los bajos hay un hostal habitual de estudiantes, una clínica de fisioterapia, un servicio técnico de calderas y la sede de un negocio de reformas. La manzana está junto a una pista deportiva muy frecuentada los fines de semana. Alguna vez ha tenido que pasar por allí la Policía, pero nada que ver con el edificio. Es curioso, porque la casualidad quiso que a pocos metros de este lugar (en una vivienda de la bajada de San Juan, con la que hace esquina el bloque) se localizara en una espectacular operación en 2014 al que se denominó en su día como «enemigo público número uno» de la Policía. El pederasta de Ciudad Lineal. Pero, en todo caso, nada que ver con la tranquilidad del 137 de Los Castros.
«¿Qué ha pasado?», preguntaba un vecino desde su ventana a otro. Más de uno se enteró de lo ocurrido cuando este periódico publicó la noticia en su web. Otros, por el ir y venir de agentes durante la mañana en el garaje. Eso, corrillos de residentes, es lo que se pudo ver durante la tarde. «Yo no tenía ni idea, pero vi coches y más coches de la Policía y me imaginé que algo había pasado», le decía una mujer a otro vecino junto a su portal.
Pocos minutos antes, a eso de las cuatro, dos agentes de paisano habían accedido al piso de la víctima en compañía de su hermano. A ellos se sumó al rato otra pareja de policías (también de paisano). Uno de ellos estaba haciendo fotos del portal y otro portaba el habitual maletín de recogida de pruebas de la científica. Poco después de las cinco de la tarde unos y otros estaban ya fuera del piso y se marcharon en dos coches tras hablar con alguno de los habituales del edificio.
Serán los forenses del Instituto de Medicina Legal de Cantabria los que determinen la causa de la muerte tras hacer la correspondiente autopsia
Al lugar de los hechos acudieron ayer agentes de la Policía Judicial y de la Científica, del Grupo de Atención al Ciudadano y de la Unidad de Prevención y Reacción de la Policía Nacional, que se encargaron de recoger huellas y restos de ADN.
También se personó en el lugar el juez de guardia, que fue el encargado del levantamiento del cadáver, al tiempo que un forense realizó una primera valoración de la víctima. Por el momento, no hay ningún sospechoso y se mantienen abiertas todas las posibilidades.
«Era un hombre que tenía buena relación con el resto del vecindario. Un vecino más», relataban a El Diario Montañés en la zona. Nadie decía mucho más o porque no sabían o porque preferían –es lógico en estos casos– hablar poco. Por lo que pudo saber este periódico, Borras tuvo en su día negocios de hostelería (se habla de algún local en Noja y en Santander, en las inmediaciones del Río de la Pila, y con otros socios). Más discretamente otros señalaban que era un tipo «extrovertido», «muy simpático», de hecho. Que paraba mucho en los bares de la zona, que era conocido, hablador, de buen trato. Muy sociable. Que le llamaban por su nombre, Javi, pero también por diferentes apodos (entre ellos, 'Javi Kikos, el abuelo' o 'Tío Ja'). Y también que, en su día –sobre todo antes de aquella detención del año 2013–, «sí que se veía que manejaba bastante dinero».
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