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Poner terrazas para contrarrestar las fuertes restricciones en interiores ha sido «un salvavidas». Así lo califica el hostelero Raúl Sisniega, a la cabeza de Las ... Meninas, en la calle del Sol. No duda en reconocer que, si no hubiera sido por esta medida, lo habría pasado «muy mal» para mantener su local abierto. Por las dimensiones de su establecimiento, su aforo sólo permite el acceso a 12 personas. Y en la calle puede albergar el triple. «La prórroga de este mes ha sido vital y ojalá se amplíe más», pide.
Aunque las limitaciones se están relajando y cada vez entran más clientes al interior, Sisniega apunta que «sigue habiendo miedo» y que muchos de sus habituales prefieren la terraza. «Algunos me han dicho directamente que si no pueden estar fuera, dejarán de venir». A pocos metros de su local, en la misma calle, Ángel Ontavilla, quien regenta el Little Bobby junto a su socio Sergio Gómez, también considera que estas terrazas temporales han funcionado bien. En su caso, tienen mesas fijas en un callejón frente a su establecimiento y no se han aprovechado de la medida municipal, «pero ha sido positivo para el resto de bares y la calle en general, ha atraído gente a la zona». En su opinión, la llegada del frío y la relajación de las restricciones en el interior permitirá amortiguar la retirada de las terrazas a partir de noviembre. «Al final, las mesas de la calle sólo pueden estar colocadas hasta las once de la noche, más limitado que los horarios de los locales, así que creo que la gente se decantará cada vez más por los interiores».
«Psicológicamente, muy acertada». Para Luis Cortines, del Mesón Goya, colocar mesas en el exterior -en la calle Daoiz y Velarde- supuso la oportunidad de retomar el trabajo tras meses de parón. «Lo malo es que este mes han reducido el horario -sólo pueden poner mesas por la tarde, viernes y sábado- y perdemos a los clientes que venían a la hora de comer». Uno de sus 'vecinos', Pablo, de La Gilda, comparte esa reflexión. «La medida nos ayudó a no recortar personal. Ojalá se mantuviese hasta recuperar la normalidad en interiores».
En el Río de la Pila, Raúl Aragón, del Drink Club, aboga por recuperar una «normalidad controlada». «Si se quitan las terrazas, podría mantenerse la calle peatonal y colocar barriles o mesas altas que permitan a los clientes tomar algo en la calle a la vez que se sigue controlando el aforo».
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