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Fue un «salvavidas» durante los meses más restrictivos. Y aunque ahora la hostelería vive una relativa normalidad, reconocen que recuperar las terrazas que se habilitaron ... el año pasado para paliar las limitaciones del covid sería «ideal», ya que el fin de esta medida extraordinaria supuso una «caída brutal» de la clientela. Lo cuenta Raúl Sisniega, propietario de Las Meninas, en la calle del Sol. Este fue uno de los cuatro viales que, durante los fines de semana del verano -que se alargó hasta octubre-, se cerraron al tráfico para dejar espacio a las mesas y sillas. El Ayuntamiento de Santander deja claro que esta iniciativa se puso en marcha sólo para compensar el cierre de interiores y que no tiene previsto retomarla. Y los vecinos del centro, por su parte, se oponen a ceder más espacio a los bares.
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Para echar un cable a los hosteleros, el Consistorio cerró desde julio a octubre del pasado año el tráfico de cuatro calles: Sol, Daoiz y Velarde, pasadizo Zorrilla y el Río de la Pila. El objetivo era que los bares y restaurantes de estos viales, que no tenían terrazas, pudieran usar la calzada para colocar mesas y sillas y seguir trabajando a pesar del cierre de interiores. Las restricciones de tráfico se producían durante el fin de semana, al mediodía y por la tarde-noche, con un cierre relativamente temprano -sobre las once- para causar el menor perjuicio posible a los vecinos.
Ahora, con la llegada del buen tiempo, los hosteleros reconocen que recuperar esta medida atraería a muchos más clientes a sus calles. Sisniega es claro: «Por la calle del Sol pasan cuatro gatos si no hay terrazas». En este vial en concreto, no tenían mesas en la calle antes de la pandemia y, cuando se eliminó la medida extraordinaria, intentaron tramitar con el Ayuntamiento que cada local contase con tres, pero la acera no cumple las medidas mínimas. «Por sólo tres centímetros no podemos, mientras en otras calles más estrechas sí hay», lamenta. «Cerrábamos pronto y no molestábamos a los vecinos, nos vendría genial retomarlo», añade.
En Daoiz y Velarde, entre Cañadío y Peña Herbosa, la colocación de las terrazas el pasado verano les benefició porque les permitió atraer a esos clientes que iban de una zona de bares a otra. Aunque la apertura de interiores les hizo volver a respirar, Luis Cortines, del Mesón Goya, afirma que «nos interesa recuperar las terrazas». «Tenemos que unirnos entre todos los locales de la calle para hablarlo, porque nos ayudaría mucho de cara al verano y a los fines de semana», expone.
En el Río de la Pila también lo ven con buenos ojos, aunque no tienen expectativas de recuperar esa iniciativa. «No lo hemos vuelto a hablar porque se cerró la puerta a retomarlo, nos dijeron que era una medida enfocada a paliar las restricciones del covid», narra Celia Martín, del bar Rama. «Pero por supuesto que vendría bien, porque las terrazas se colocaban a media tarde y se adelantaba la hora de apertura», valora.
La visión de los vecinos es totalmente opuesta. La vicepresidenta de la asociación de Pombo-Ensanche-Cañadío, Ana Gómez, critica «que el espacio público tiene que ser para los peatones, no se puede consentir la intromisión». En cuanto a que las mesas se coloquen en la calzada en vez de en las aceras, apunta el peligro que puede desencadenar: «Si sucede algo en alguna vivienda, no pueden pasar las ambulancias ni los bomberos. Si hay un incendio, ¿qué ocurre?», cuestiona.
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