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Le gusta jugar al ordenador, celebrar fiestas y también viajar. El próximo lunes cumple 101 años, pero dan ganas de pedirle el DNI para creerlo. Isabel Pérez, vecina de Cueto de toda la vida, tiene su propio secreto de la eterna juventud: «No reñir». Y ... no hay más que verla. Tiene tanta energía que, después de posar para esta fotografía, retó al autor: «No te vas sin echarme un pulso». Se le acumulan las razones para estar contenta, porque ya queda poco para una de las «mejores fechas» del año: la multitudinaria celebración de su cumpleaños, que reunirá el domingo a una treintena de personas en casa de su hija Isabel. Desde hijos hasta tataranietos. Además, comparte fecha con el mayor de la quinta generación, el 24 de octubre. Ella, de 1921. Él, de 2010. Así que la fiesta será por partida doble.
Es una de las citas imprescindibles del año. Se reúnen todos desde que Isabel cumplió los 90 y alargan la fiesta durante todo el día. Decoran la casa y empiezan con un aperitivo en la terraza que da paso a la comida, a la tarta –para sus 100 años la decoraron con una foto suya– y siguen hasta que el cuerpo aguante.
Isabel siempre ha vivido en Cueto. De pequeña, a apenas unos metros de donde pasó el resto de su vida, junto a su marido y sus hijos. Y ahí sigue. Ha visto cambiar el pueblo drásticamente. No es para menos en tanto tiempo. Sin ir más lejos, las vistas desde su ventana no tienen nada que ver con las que había cuando se mudó allí. Antes, veía la antigua cantera, con varios metros de profundidad, que hace años se reconvirtió en un parque.
Pero lo que más ha cambiado con el paso de los años –y lo que más echa de menos–, sin duda, es la buena relación con los vecinos. «Cuando era joven nos tratábamos como si fuéramos familia, nos ayudábamos constantemente», recuerda Isabel. «Cambiábamos diferentes productos de la siembra, hacíamos el trabajo de los demás si enfermaban, los acogíamos en casa si lo necesitaban... Ahora ya no se hace nada de eso», lamenta, mientras sus hijas Isabel y Goyi asienten.
Ha superado guerras, dictaduras y pandemias. «Y sin pasar el covid», apunta su hija Isabel. Y puede presumir de salud, porque a sus 101 tiene un par de prótesis y poco más. Se operó también de una catarata y hace vida normal sin gafas. «Solo las usa para leer el periódico», añade Goyi. Porque ni para el ordenador le hacen falta. Ella lo enciende, abre sus juegos, y echa una partida tras otra. También juega con Goyi y no hay quien le gane. «Tiene la cabeza perfecta, jugamos al dominó y hasta calcula qué piezas quedan por salir». Como dice su madre: «Hay que entrenar la cabeza para que siga funcionando». Igual que el cuerpo, por eso da paseos todos los días y, si llueve, los da dentro de casa.
Le encantan las fiestas y no se pierde las de Cueto. «Tenemos que bajarla a jugar al bingo, claro», cuentan sus hijas. Pero también se lo pasa bien haciendo la compra en el Carrefour. De hecho, siempre encuentra la forma de hacer reír a los suyos, hasta en las tareas más cotidianas como puede ser hacer la compra. Desde hace años, este hipermercado cuenta con carritos eléctricos para que las personas con movilidad limitada puedan ir más rápido por los pasillos y no fue hace tanto cuando echó una carrera con su hermana, cada una en su carrillo. «Los trabajadores ya la conocen», reconoce Goyi.
Aunque le encanta Santander y el resto de Cantabria, «por donde he hecho muchas excursiones», también disfruta viajando. Ha visitado muchas ciudades de Europa, como Roma, y ha dado el salto al charco, donde pasó tres meses en la República Dominicada. Aprovechando que su hija Isabel vivía allí, disfrutó de unas buenas vacaciones «y lo mejor, el agua del mar, que estaba buenísima». A Isabel le encanta la playa y bañarse, y aunque disfruta de lo lindo en los arenales cántabros, aquello era «increíble». «Le gusta bucear, se pone las gafas y los demás vamos llevándola», cuentan sus hijas entre risas.
Y tienen todo inmortalizado en fotografías: fiestas de cumpleaños, jornadas de playa, juegos con los más pequeños de la familia y también de sus divertidas carreras por Carrefour. «Es presumida y le encanta que le hagan fotos, así que estoy todo el rato mandándoselas a la familia», cuenta Goyi. Y no hay más que ver a Isabel para saber que le queda cuerda para rato porque, como deja bien claro, la clave del éxito está en «no reñir» y «reirse siempre». Y de eso sabe mucho.
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